abril de 2024 - VIII Año

Isleño (poemas escogidos) de Indran Amirthanayagam

Isleño (poemas escogidos)
Indran Amirthanayagam
Ril editores, colección Aerea / Carménère, 2021
Palabras previas de Juan Carlos Mestre
194 páginas.

En sus hermosas “Palabras previas” a Isleño, dice Juan Carlos Mestre a propósito de su autor, Indran Amirthanayagam: “Poeta insomne, habitante de todas las zonas del conocimiento donde la palabra se hace conciencia crítica de las civilizaciones; el extranjero que habita las lenguas que articulan el sentido último del universo y fundan la perdurable verdad de un idioma solar.” Por todo ello, justos son la celebración y el elogio “del viajero terrestre hacia una más alta condición, el saber de los antepasados que se hacen presentes en el testimonio sagrado que sigue siendo la poesía ante la necesidad y el desafío espiritual de las épocas.” Hermosas palabras, sí, y acertadas a más no poder, pues ponen el foco en la dimensión profundamente cosmopolita de un temperamento creador como el de Indran Amirthanayagam, poeta, traductor, editor y músico, además de diplomático y animador cultural estadounidense de origen esrilanqués –de hecho nació en Colombo, en la isla de Ceilán, al sureste de la India-. Antes que cualquier otra cosa, convendría insistir en la mencionada profundidad de su fecundo cosmopolitismo, porque, a tenor de los citados términos de Juan Carlos Mestre, en absoluto nos podrá sorprender que Amirthanayagam cultive la creación literaria en inglés, francés, portugués y creole haitiano, además de en la lengua de Cervantes. Semejante saber ha hecho posible que las 109 composiciones recogidas en Isleño provengan de siete poemarios escritos originalmente en español: El infierno de los pájaros (2001), El hombre que recoge nidos (2005), Sol camuflado (2010), Sin adorno: lírica para tiempos neobarrocos (2012), Ventana azul (2016), En busca de posada (2019) y Lírica a tiempo (2020). Así las cosas, un volumen como Isleño, tan oportuna y bellamente materializado por RIL Editores, funcionaría, pues, como una suerte de muestra antológica –la primera aparecida en España- del quehacer del autor en nuestro idioma castellano. Sin duda, todo un acontecimiento cuyo relieve y trascendencia debe subrayarse como la ocasión merece.

Estas páginas escogidas de Indran Amirthanayagam no se demoran en mostrarnos un doble temblor: el inherente al hecho poético –“(…) este poema / se convierte en un discurso ante el espejo al borde / del puente que tiembla”, leemos en la composición titulada “Más allá de la casa bonita”- y el específico que alude al origen mismo de quien escribe –“Déjame explicar nuestro crimen: / el de haber nacido isleños / rodeados por un mar también / condenado a sí mismo, / a derramarse en nuestras orillas, / a golpear las barreras que construimos”, leemos en la composición titulada “Ajuste de cuentas”-. Así pues, el temblor de lo humano y el temblor de lo isleño –de una insularidad, además, como la de Sri Lanka, siempre con el corazón en un puño bajo la cruel amenaza de los maremotos- marcan toda esta poesía, del mismo modo que lo hace la idea de partir, de irse, de marcharse. No ha de causar extrañeza, por tanto, la suma importancia de un texto cuyo título no da pábulo alguno a la especulación: “Partida”. Aquí, efectivamente, encontramos versos cruciales para entender el decir lírico de Indran Amirthanayagam: “Este verbo partir, / bestia de carga casi diaria / de mi vocabulario (…) // No hay fiesta, hablamos / de una partida, despedida / subterránea, bajo el manto // de la noche, al amanecer / hacia el sol en un avión furtivo. // (…) No se puede llevar / toda la vida por todas partes // (…) lo que te queda es la partida / y su vocabulario, salir, / irse, partir.”

Cosmopolitismo y nomadismo: dos caras de una misma moneda que, mucho más que moneda, es medalla de resiliencia en el caso que nos ocupa. Y se diría que de tal actitud que es aptitud, de tal capacidad de adaptación –no exenta de humor en bastantes ocasiones- nace el discurso flexible tan característico de Amirthanayagam. Por supuesto en la forma –la ductilidad del verso parece conducir incluso a una extrema libertad estrófica, verdaderamente singular-, pero también en el fondo, en lo temático, y al respecto cabe destacar cómo los poemas del autor, en numerosas oportunidades, avanzan en busca de un centro que, paradójicamente, puede llegar a aparecer en plena desembocadura textual –ejemplo clarísimo de ello es la composición titulada “A los nuevos padres”-. Los jugosos juegos combinatorios de geografías –“En la esquina de Londres y Génova, / para que también lo sepas, una pitón / está acostumbrada a tomar el sol. / La veremos mañana”- preparan el terreno a una composición como “Pájaro mundial”, donde la geografía universal se condensa y anuda en un puñado de certeros versos; y todo ello armoniza bien con el espíritu crítico y la vena casi sarcástica del poema “Patrimonio cultural” –“Por cincuenta pesos compré un rostro / tallado en piedra, quizá antiguo / de la época en que Monte Albán / fue la tierra sagrada de una civilización”-. “La candente rosa” es una celebración de la belleza y la pureza natural, en tanto que “Independencia insólita, con un vaquero” propone un dechado de imaginación admirablemente afinada. No falta el retrato generacional en “Los años Ding Dong” –“(…) escuchábamos Quadrophenia pero habíamos nacido / en Sri Lanka”- ni tampoco la alusión a las nuevas tecnologías –“¿A quién regalaremos / el disco duro, / el poema imperecedero?”-, mientras que la crítica al globalismo bienintencionado, pero hueco y meramente retórico, se aborda en la página titulada “Jefe mundial”; no obstante, fulgores de un lirismo genuino y sorprendente surgen también al calor de lo que podríamos llamar “globalismo viajero”: “Dile / que me gustaría / que todos los aviones / aterrizaran al lado mío / y sus miles / de amores hambrientos // se reunieran a la vez / con sus pares”-. El poema “Última obra” aventura un original punto de vista entre la mirada del arte y la fuerza devastadora de la Naturaleza, y, por supuesto, en las composiciones finales del volumen abundan las alusiones a la crisis sanitaria que seguimos arrastrando; alusiones entre las que aflora la ternura de una breve página como “La Celestina inteligente”. Aún más significativas resultan, a mi juicio, las evocaciones de la realidad complejísima del país natal –“Pienso en mi país, en los hombres / oscuros que recogen la savia / de las palmeras y en sus hijos / y sus ametralladoras y sus pastillas / de veneno (…)”-, amén del homenaje al activista por los derechos humanos en Sri Lanka Neelan Tiruchelvam. Y, cómo no, el amor; el amor en la obra de Indran Amirthanayagam, capaz de despertar el entusiasmo del gran vate chileno Raúl Zurita, quien se ha referido al poema en prosa, o casi poema en prosa, titulado “Ilusión” del siguiente modo: “Se encuentra entre los más conmovedores poemas de amor de la historia del castellano”. Ni que decir tiene que los lectores de Isleño lo podrán encontrar entre sus páginas.

Escribe Indran Amirthanayagam, casi al comienzo de su hermoso libro: “(…) niebla completa, / en la que lo visible se toca / con la mano y los poemas / de devoción y de asombro // son los únicos dispuestos / a vislumbrar el precipicio.” Y escribe el mismo Indran Amirthanayagam, casi al final de su necesario libro: “(…) donde me encuentro echo raíces / y me llamo indígena.” ¿Quién mejor que este nómada sabio, que este auténtico ciudadano del mundo, para dar fe de las posibles raigambres que procura el abismo?

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