abril de 2024 - VIII Año

Simarro y Cajal, dos métodos de trabajo diferentes y un único fin: la ciencia

Simarro por Sorolla 1896

Luis Simarro Lacabra y Santiago Ramón y Cajal son dos de nuestros más insignes científicos, fueron coetáneos, ya que Simarro nació en 1851 y Cajal un año más tarde. Aunque el primero falleció trece años antes, dejó también un importante legado, no por sus publicaciones, que en Cajal fueron más abundantes, sino por la formación de sus discípulos. Ambos crearon en España la escuela más fecunda de investigadores en el campo de la neurología.

Analizando sus vidas, nos encontramos que ambos son de orígenes sencillos, de gran tesón en su dedicación a la ciencia, aunque con distintos métodos de trabajo: a Simarro le encantaba trabajar en la quietud de la noche, dejando más el día para otras actividades sociales; mientras Cajal era muy constante en su actividad científica, sobre todo prefería trabajar sin distracciones más que hacerlo en unas horas concretas. Sólo aceptaba distraerse asistiendo a alguna tertulia con otros intelectuales en grupos pequeños que le permitieran entender mejor la sociedad en la que vivía.

Cajal nace en Aragón, en un enclave navarro, donde su padre ejercía de médico; mientras Simarro lo hace en Roma donde su padre estudiaba Bellas Artes. Los dos tienen infancias con continuos traslados; pero la de Simarro es una infancia rodeada, además, de un ambiente trágico, pues queda huérfano muy temprano. Su padre fallece cuando él solo tiene tres años y su madre se suicida poco después. Cajal es un hijo bastante rebelde, pero ayudado e influido por su padre en su formación, que será clave en muchos aspectos de su orientación profesional.

Ramón y Cajal por Madrazo 1910

En el caso de Cajal los traslados van a tener que ver con las plazas que profesionalmente ocupa su padre; mientras que en Simarro lo son por estar interno en un asilo de huérfanos en Játiva y luego en el colegio San Pablo en Valencia, donde recibe el apoyo de Vicente Boix, reconocido escritor e historiador valenciano.

Ambos fueron estudiantes de Medicina. Cajal en la Universidad alimentó su curiosidad al mantener a la vez su interés por otras actividades de formación personal tan variadas como la gimnasia, el dibujo, la literatura y la filosofía. Simarro realizó, en cambio, unos estudios más brillantes, pero su implicación social fue temprana y constante, ya que estuvo en las barricadas durante el levantamiento republicano de 1869 y en el cantonal de 1873, hasta el extremo de que sus enfrentamientos políticos con uno de sus profesores le obligaron a tener que trasladarse a Madrid para finalizar su carrera.

La implicación de Simarro en la política se expresó ya con veintiún años en una conferencia en el Ateneo de Valencia, en la que defiende sus ideas a favor del positivismo y de la ciencia, frente al conservadurismo religioso; en ella criticaba el oscurantismo de la modernidad española y, aunque no poseía una filosofía propia, apreciaba la difusión reciente del positivismo, y con ello, el creciente peso de la ciencia. Simarro se afilió a la juventud republicana, y enseguida da cursos sobre higiene laboral en el Centro Republicano de la Clase Obrera (1870-1871).

Cajal se mantuvo en un plano más intelectual en defensa de la teoría celular de Schawnn frente a los animistas y vitalistas. Los dos apoyaron el evolucionismo, Cajal desde la perspectiva científica y Simarro, además, por sus implicaciones sociales.

Simarro en su laboratorio por Sorolla, 1921

En 1875 Simarro obtuvo el grado de doctor con una tesis de ideas evolucionistas y globales sobre la naturaleza de los organismos como base de la higiene, entendida esta como la ciencia de las relaciones a nivel celular entre el organismo y el medio ambiente. Cajal, dos años más tarde, realizó su tesis sobre la patogenia de la inflamación, y centró sus estudios posteriores en el análisis anatómico de las células nerviosas y en cómo funcionaba el impulso nervioso.

Simarro inició su trabajo en el laboratorio micrográfico del Museo Antropológico de Pedro González de Velasco y completó su formación en la Sociedad Histológica Española. En 1876 obtuvo una plaza en el Hospital de la Princesa y un año después, por permuta, fue director del Manicomio de Santa Isabel en Leganés, pero tuvo que dimitir a los tres años al enfrentarse con las autoridades eclesiásticas por el maltrato a los enfermos y por la ausencia de afán investigador en dicha institución. Los siguientes seis años se establece en París donde se formó con Ranvier, entre otros especialistas, para perfeccionar sus conocimientos sobre teoría darwiniana, micrografía, neurohistología y neuropsiquiatría. Al volver se dedicó sobre todo al ejercicio privado de la neurología y, con el tiempo, más a la psiquiatría.

Como investigador, Simarro se especializa en la neurohistología y la psicología experimental. Usaba como instrumental  el microscopio, las tinciones y el microtomo para las preparaciones. Siempre se centró, más que en la publicación de sus investigaciones, en la formación. Sus principales discípulos serán luego Nicolás Achúcarro y Gonzalo Rodríguez Lafora.

En cambio, Cajal le concede gran importancia a la difusión de sus descubrimientos, y crea una revista muy valorada entre los investigadores extranjeros: “Revista trimestral de histología normal y patológica”, con la que alcanza un gran prestigio. Su instrumental era similar al de Simarro.

Cajal gana en 1892 la vacante en Madrid de Histología y Anatomía Patológica que había dejado Aureliano Maestre de San Juan a su fallecimiento. También se presentó Simarro, aunque el perfil solicitado se ajustaba más a Cajal. Su competencia en este concurso produjo un enfriamiento de la relación entre ambos.

En 1902 Simarro gana la cátedra de Psicología Experimental de la Universidad de Madrid, es uno de los principales impulsores de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias y es elegido miembro de la dirección de la Junta para la Ampliación de Estudios, de la que  dimitirá en 1912 por su participación en la revisión del proceso Ferrer, dado el apoliticismo de la Junta.

Simarro denomina fermentación al conjunto de procesos metabólicos que establecen las relaciones entre el organismo y el medio, y mantienen siempre los principios de conservación de la energía y  de conservación de la masa.

En sus memorias Cajal valora el gran talento de Simarro, pero señala que carecía de  perseverancia, la virtud de los modestos. Lo prueba que trajo a España el método de Golgi de la coloración cromo-argéntica para aplicar al sistema nervioso, pero que fue Cajal el que lo perfeccionó.

Cajal por Fresno

Simarro se implicó mucho en el caso Ferrer. En 1910 publicó su libro El proceso Ferrer y la opinión europea, obra que inspiró la creación de la Liga Española para la Defensa de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, en la que participaron Pérez Galdós, Odón de Buen y Nicolás Salmerón. Piensa Simarro que hubo una evolución en la interpretación de los hechos: Primero se acusó a los republicanos, para así proteger al movimiento de la Solidaridad catalanista; luego, a los republicanos y conservadores extremistas y, por último, a Ferrer, como imagen visible del laicismo y el anticlericalismo. En varios lugares deja entrever la similitud con el ‘affaire Dreyfus’ (1894-99) y con la intervención de Emile Zola, cuyo artículo “J’accuse” (1898) dio la vuelta al proceso y logró abrir camino hacia la absolución del capitán judío-francés sometido a una oscura trama de resentimientos y venganzas. Se trata de dos casos paralelos, respecto de los cuales se polarizó con violencia y energía el sector más conservador de ambas sociedades. En España termina con el fusilamiento de Ferrer, lo que causó una gran conmoción.

La masonería es otra de las grandes implicaciones sociales de Simarro. En 1913 es elegido gran comendador con el grado 33, responsable de la masonería filosófica y capitular, y presidente del alto tribunal Constitucional de la misma; desde 1917 hasta 1921 es gran maestre del Grande Oriente Español y presidente del Gran Consejo de la Orden, que organiza más de 120 logias.

Cajal, sin embargo, se mantuvo lejos de implicarse en el proceso de Ferrer, criticó en sus escritos el excesivo compromiso político de Simarro, su participación en la Institución Libre de Enseñanza, el escaso interés de Simarro por publicar sus investigaciones y su dedicación tan intensa a la vida social y a la masonería. Pero valoró su importante aportación práctica y sus enseñanzas de las tesis de Ranvier.

Simarro intentó ampliar las relaciones internacionales de la ILE, conseguir que fuera presidida por Salmerón, entonces en el exilio, así como la colaboración de otros destacados filósofos y científicos extranjeros, ante el escepticismo de Giner; pero sí logró que Juan Ramón Jiménez frecuentara a Giner. Fundó el laboratorio de la ILE y explicó en ella cursos de Física entre otras materias. Fue profesor ayudante del Museo Pedagógico Nacional en 1894 y creó el primer laboratorio de Antropología pedagógica, donde trabajó 20 años. En su primer laboratorio de Biología difundió entre un gran número de destacados discípulos médicos sus importantes investigaciones. Creó, además, el primer laboratorio de Psicología experimental en España en la Facultad de Ciencias, donándole a su fallecimiento su nutrida y valiosa biblioteca.

Cerebelo por Cajal

Ambos, Simarro y Cajal, participan, pero en distinta medida, en el Ateneo de Madrid. Simarro será en él un orador frecuente, Cajal participará de forma más esporádica; pero, en la madurez, con 43 años, será presidente de la sección de Ciencias, y dará conferencias sobre la estructura de los centros nerviosos en el curso siguiente; y otras sobre Microbiología y sobre las reformas educativas. Además, en 1896 y 1899, formó parte de su Junta de gobierno. En 1913, ya con 60 años, siendo director de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), ganó las elecciones a la presidencia del Ateneo, formando candidatura con Azaña como secretario, frente, nada menos que, al presidente de gobierno liberal, Romanones. Dimite posteriormente del cargo para poder centrarse en sus investigaciones, pues su objetivo era provocar un cambio sustancial en la dirección, no implicarse en ella.

Los dos coincidieron en su pasión investigadora, pero Cajal siguió un camino diferente,  centrado en las relaciones internacionales y en las publicaciones, lo que le permitió ser conocido y poder perfeccionar las técnicas de coloración argéntica que aprendió de Simarro, y que permitían visualizar de forma separada las células nerviosas con color negro sobre un fondo ámbar amarillento, que él denominó neuronas. En su teoría de la polarización dinámica explica otro de sus grandes hallazgos: que el impulso nervioso se transmite por contacto o por inducción.

Y coincidieron también en el patronato de la JAE y en el consejo editorial de una revista fundada en 1920 para la difusión de la Neurología, Psicología, Fisiología, Histología, Neurología y Psiquiatría.

Simarro fallece en 1921. Achúcarro, su principal discípulo, murió en 1919 con 38 años. Juntos, si hubieran vivido más, podrían haber conseguido grandes triunfos para la ciencia española. Cajal, por su parte, había recibido ya en 1906 el premio Nobel y fue ampliamente reconocido también en España hasta su fallecimiento en 1934.

Cajal y Simarro compartieron algunos discípulos y amigos, entre los que cabe destacar a  Madrazo y Sorolla que pintaron excelentes retratos para el recuerdo de ambos. Cajal se casó en 1879 y tuvo 7 hijos, su mujer vivió hasta 1930 y él falleció con ochenta años en 1934. Simarro se casó en 1887, su mujer falleció en 1903 sin haber tenido hijos y él la sobrevivió 18 años más.

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