En 1917 el periódico ABC manda a París a su mejor escritor para informar sobre la Primera Guerra Mundial. Una situación que estaba dejando a Europa rota y a sus habitantes deshechos por la crueldad de la contienda. Y allí llegó el gran afrancesado de la Generación del 98, Azorín. Desde un hotel mandó sus buenas crónicas y configuró un libro superlativo, como tantos suyos, París bombardeado y Madrid sentimental, pero no se enteró de nada, absolutamente de nada, escribió sobre las alfombras del hotel, las señoronas con plumas que corrían ante los bombardeos, el atardecer de la catedral, los libros en venta a la orilla del Sena, los extraños personajes que iban y venían llenos de aventuras románticas y de pasados gloriosos… pero de la terrible tragedia humana y económica que vivía la ciudad, muy poco, muy poco, no fue capaz de analizarlo en su literatura. Curiosamente lo hizo su compatriota, Vicente Blasco Ibáñez que escribió Los cuatro jinetes del apocalipsis y se hizo millonario, ahí es nada.
Pues en estos tiempos tan dramáticos yo, a veces, deseo hacerme un Azorín, es decir, no enterarme del todo, tratar el día a día de forma responsable, pero también con cierto alejamiento, con esa distancia justa que me permita no perder la capacidad de sorpresa y mirar el otoño como quien mira un milagro grisáceo que mueve los contornos. Lo que ocurre es que, para eso, como para tantas cosas, hay que nacer con el don, y en unos es más difícil que en otros. El reto es intentarlo.
Y es que encontrar esta actitud nos puede salvar de mucho dolor, porque no solo tenemos que vivir con la tragedia de la enfermedad encima, al lado, en todas partes, llevándose a unos y dejando mal heridos a otros. Encima hay que aguantar a muchos políticos que están haciendo de su propia necedad, de su ambición, una especie de océano donde querer ahogarnos. Nuestra presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso cada vez se parece más a una de esas protagonistas de película de terror con niñera asesina y final trepidante, pero es que, no olvidemos, el ínclito Pedro Sánchez, ha dado el pésame a Bildu por un asesino que mató a sangre fría a Miguel Ángel Blanco, entre otros y en la sede del parlamento… ¡buah! ¿y si hiciera algo parecido con un fascista Pablo Casado? pues eso, hacerse un Azorín y seguir caminando.