Así es, amigos, me pasé la navidad leyendo al poeta José Elgarresta, y es algo que os recomiendo y en dos fases. Una primera, coger a un autor de gran aliento, de muchas páginas cuando llega la Navidad u otra circunstancia familiar desalentadora y así estaréis como ajenos a todo, enfrascados en vuestro libro y la siguiente leer a quien dicen es el mejor poeta vivo hoy en España.
José Elgarresta es un poeta tan feroz como humano, de esos que saben helar la sangre de quienes lo leen con atención, sus poemas sus como filos de cuchillo y entran a cada uno de una forma distinta.
Sus temas son pocos o yo diría, su tema es único: el hombre. El hombre en su soledad, el hombre débil, poderoso y pobre, que grita desde un lugar tremendo, inhóspito donde no hay nadie, donde no queda nadie. En su obra hay siempre una finísima filosofía que va y viene, salta y sube pero nunca incomoda su lectura, nunca la complica. El hombre de Elgarresta es un hombre de hoy en día, lleva a sus espaldas el peso de nuestro tiempo herido de poca o ninguna cultura y esta solo esperando en un rincón pero lleno de humanidad, con las manos y la conciencia abiertas.
Yo estos días, en esta lectura que he hecho de toda su obra, me he sentido cerca de su pensamiento, como invadido por una fuerza sensible, tímida pero arrebatadora, y lo ponía encima de la mesa cuando era necesario sacar un poema o dejar claro un certero punto de vista.
Sus libros son todos buenos, pero es verdad que yo prefiero los últimos, los englobados en el tomo Solo los dioses nunca duermen, que supera las 500 páginas y ha editado su sello de siempre. En dicho libro nos encontramos al Elgarresta más radical y certero, ese que no busca más que adentrarse en su soledad para llegar a la de todo el mundo. Es un poeta que habla para todos, desde la conciencia de todos, no tiene miedo de hacer cálculos devastadores, está dentro de aquella frase genial que promulgaba Thomas Mann, yo he venido a llamar a las cosas por su nombre.
Navidad ejemplar la mía, he sido feliz nadando en las aguas de un poeta que conoce de mi soledad los mismos árboles que de la suya.
Marcos Ortiz