septiembre de 2025

‘La puerta de al lado’, de Martín Luna

La puerta de al lado
Martín Luna
Ediciones En Huida, 2025 

Plazoleta, bloque, litro, vaso y beso

En su nueva novela, La puerta de al lado (Ediciones En Huida, 2025), Martín Luna, obrero, poeta, escritor y editor, por detrás de padre y pareja, propone una narración biográfica del mapa de la memoria, tanto geográfica como la de los sentimientos y los recuerdos que éstos nos evocan.

Plazoleta, bloque, litro, vaso y beso se entrecruzan con motes, aquellos que, como dice en el texto, «pueden marcar una vida», pero que, sin ser esto un dogma de fe, son imposibles de abandonar si ese «bautizo» social emanó del pueblo. Porque pocas veces estos apodos supusieron un problema para el portador, a pesar de que, como decía, a veces determinan la vida del apodado con un índice de acierto que daría para una distendida charla entre cruzcampos. Y todo debido a que, normalmente, reivindican con orgullo la dignidad del apelativo.

En este contexto, y con las herramientas adquiridas, heredadas, salimos del bloque, como si de un útero materno se tratara, para afrontar y confrontar en un paseo por las calles. En el trayecto no pasa de largo para el protagonista dar gloria a los padres que transmitieron, transmiten, al poder transformador de una charla, a la sabiduría alambicada de una barra de chapa o al compartir ese lugar común que es un bar o el check point que es una taberna, donde guardar y reanudar la partida que es la vida.

Con el bagaje que arribamos y con el plan que trazamos para el futuro estábamos a salvo, al igual que con un litro fresquísimo en un banco de la plazoleta de albero. Sin percatarnos hasta que es tarde de que la vida es eso que ocurre mientras haces planes para controlarla. Y esto les ocurre a los personajes que van entrando y saliendo de la trama.

Recorren estos personajes puntos de su, nuestra, memoria geográfica. Esquinas, descampados, tiendas, calles en definitiva, que albergan nuestro pasado, a veces subjetivo (cada cual vivió la misma experiencia de manera personal), pero siempre vivo, sobre todo cuando se levanta la liebre en ese punto kilométrico del camino al que nos referimos, allí donde por inercia arrollan nuestra mente amores, temores, sentencias, recuerdos, al fin y al cabo.

El amor. Otro must de nuestra memoria, magnificado en muchas ocasiones por el recuerdo, se presenta íntimamente relacionado con esa procesión por el callejero de nuestra experiencia social. Amor de sacrificio (quedar para tomar café y tomarlo), amor que solo puede hacerse en pos del amor verdadero. Amor de tropezarse queriendo en una esquina, de buscarse en un bar, amor tan analógico que no lo entenderías, de habilidad y supina torpeza.

Y en esos check points de los que he hablado, ¿dónde dejamos la maravilla de quedar en un bar a través del teléfono fijo y que a ningún colega le surgieran mil imprevistos y allí estuviera como un clavo? Amistad analógica, tampoco la puede entender cualquiera.

En este libro también se habla de saber escuchar. De recordar a esas personas que nos marcaron, aquellas a las que pretendimos marcar, de otras a las que nos quedaron buenas palabras por decir. Siempre todo es memoria, esa que aflora al llegar al lugar correspondiente. A veces una foto fija que traída al presente puede languidecer, pero en la que fuimos protagonistas.

Lo que pudo haber sido hace sufrir. Y no pasa nada, es accidente geográfico de nuestra memoria.

Códigos entre amigos, mensajes cifrados que se desbloquean, descifran, muchísimas veces, en el lugar correcto, con la compañía adecuada, en un bar entre vasos vertebradores.

Brindemos por nuestra memoria, actualicémosla… busca el lugar donde fuiste, porque es simplemente eso, solo necesitas ser, y no dejes que desparezca.

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