Yo tenía doce años y estábamos en Murcia, como muchos puentes en los que mi padre, natural de Murcia iba a ver a su madre, mi abuela y a su hermano. Murcia siempre fue nuestra segunda casa, durante toda la vida. Aquel 8 de diciembre, llegó mi tío, que siempre escuchaba el transistor para escuchar las noticias y para escuchar los partidos de fútbol. Ahora, en este mes de diciembre, cumplirá ochenta y ocho, y fue mi maestro en el mundo del cine, ya que desde muy niño me habló de grandes películas, coleccionaba todas las revistas de cine y aprendí con él todo lo que luego ha sido una de las grandes pasiones de mi vida. No en vano, le dediqué mi libro Solos ante el cine a mi tío.
Aquel día llegó y nos dijo a la familia: Han asesinado al ex beatle. Yo pregunté: ¿A quién? En la mente se nos vino la imagen de los cuatro; él dijo: A John Lennon. Nos contaba como si en ese momento lo estuviera escuchando que lo había matado un tipo loco en Nueva York, de varios tiros, cuando volvía con Yoko Ono del estudio de grabación. Mi hermano, un año mayor que yo y yo, nos quedamos conmocionados. Éramos fans de los Beatles, gracias a nuestro profesor de la Academia de Inglés que siempre nos hacía escuchar su música: Penny Lane, Hey Jude, Yesterday, Let it be y tantas otras. Combinaba su pasión por Los Beatles con Simon y Garfunkel. Tanto es así que siempre han quedado en mi memoria dos canciones del dúo: The most peculiar man y Sounds of silence. Pero aquel diciembre había salido Double Fantasy y lo compramos, en el disco de vinilo. Escuchamos todas las navidades, como una liturgia, las canciones de Lennon: Woman, Starting over, Watching the wheels y la que dedicaba a su hijo Sean.
Fueron unas navidades dedicadas a John Lennon, porque nos entusiasmaba: cuántas veces habíamos escuchado Imagine en la Academia de Idiomas. El profesor lloraba, cuando volvimos del puente de la Constitución y se hizo un largo silencio en la clase, como si todos los alumnos hubiéramos conocido al gran Lennon.
No lo he olvidado y cada 8 de diciembre escucho su música, sus canciones del último disco, y lo recuerdo con devoción. Y pienso: ¿Por qué Mark David Chapman que aún sigue en la cárcel lo mató? Le había firmado aquella misma tarde, antes de ir al estudio, el disco y lo esperó, hasta que volvió al hotel y le disparó por la espalda repetidas veces. Llegó muy grave al hospital y allí murió.
John y Paul —tanto monta, monta tanto—, ambos fueron el alma de los Beatles, los autores de las canciones más queridas y recordadas por millones de fans, pero George Harrison, que murió en el 2001 por el cáncer, fue también un gran cantante y Ringo un hombre que tocaba la batería como nadie e, incluso, fue un actor ocasional.
El día que mataron a John Lennon fue muy triste, éramos unos adolescentes incipientes que no podíamos entender el mal en el mundo, el asesinato del hombre que escribió Imagine. Hoy, como cada 8 de diciembre, quiero recordar aquella tristeza, aquel dolor, aquel silencio en la clase, y aquella navidad en la que escuchamos Double Fantasy muchas veces. Me gusta leer las entrevistas de los dos Beatles que aún viven y cómo el gran Paul recuerda lo mucho que quiso a John y a George, y aquello que George, años antes de morir dijo: “Sin John nunca volverá a existir el grupo”.
Un genio se fue para siempre, y se convirtió en mito, en el famoso parque de Nueva York, al lado del edificio Dakota, donde vivía con Yoko y con Sean, tan pequeño. Siempre se le recuerda. Nunca morirá para nosotros.
