¡Mis queridos palomiteros!
Hasta el 25 de mayo la sala Margarita Xirgu del Teatro Español —quien produce el espectáculo— acoge las funciones del intenso y emocionante dramedia pugilístico ¡Esta noche, gran velada!, de Fermín Cabal, en versión y dirección de Pilar Valenciano.
Sin ninguna duda, nos hallamos ante una pieza teatral fresca y con buen argumento que funciona a todos los niveles. Su solidez en el planteamiento del conflicto y la inteligencia con que Valenciano maneja la dramaturgia de Cabal hasta su acabado definitivo merecen un análisis más exhaustivo y, sobre todo, una invitación a que el público asista a este polifórmico festín con importantes hechuras.
¡Esta noche, gran velada!: Kid Peña contra Alarcón —es el título completo— se estrenó en 1983 y cuenta la historia de un boxeador que se encuentra ante una decisión crucial en su vida: pelear para ganar el título europeo o amañar el combate con el que lleva soñando toda su vida. Una obra en la que los rivales que se enfrentan realmente en escena son la conciencia de la libertad individual frente a la falta de escrúpulos de la codicia colectiva.
Para empezar, Valenciano cuenta con un excelente equipo artístico —que hace muy bien su trabajo y se aprecia la química entre todos sus intérpretes—, integrado por Mario Alonso (Sony Soplillo), Jesús Calvo (Achúcarro), Marta Guerras (Marina Marín), Daniel Ortiz (Marcel Esparza), Francisco Ortiz (Kid Peña) y Chema Ruiz (Ángel Mateos).
Una de las muchas virtudes que despliega el espectáculo reside en su texto, como ya hemos mencionado, donde el maestro Cabal muestra su aguda visión en torno a la condición humana y sus fragilidades. Así las cosas, la dramaturgia exhibe una gran riqueza de diálogos en la que convive lo puramente cómico con lo estrictamente dramático, sin que la hondura del conjunto se resienta en su ritmo y tempo, se vea herida en su arquitectura o sea incapaz de poder reflexionar sobre ella.
Todo ello favorece la identificación de cada uno de sus personajes y la construcción de atmósferas de gran realismo y significación. De esta manera, la obra evita caer en clichés y a cambio ofrece un punto de vista genuino sobre el lado menos conocido —y más amargo en ocasiones— del mundo del boxeo.
Por su lado, la dirección escénica, a cargo de Pilar Valenciano, es otro de los grandes aciertos de esta producción. Se aprecia su mano firme y sensible que ha sabido extraer y explorar con personalidad lo mejor de cada elemento.
Asimismo, gracias a la elegante puesta en escena —dinámica y visualmente muy atractiva— Valenciano consigue crear con inteligencia diferentes ambientes y volúmenes.
Uno de esos ambientes tiene que ver con las videoproyecciones —lanzadas justo al medio de la muy amplia escenografía (abarca el ancho total del escenario e incluso se mete en cajas)— que contribuyen a dar forma al tono de la historia y que confieren a ¡Esta noche, gran velada! otra dimensión más, que aún dota de mayor profundidad de campo a la excelente propuesta escenográfica —aunque quizás sencilla es funcional y evocadora, y crea el marco perfecto para el desarrollo de la acción— que recrea con total verosimilitud el interior de un gimnasio de barrio al que no le falta un detalle. Y, con ello, se potencia la expresividad de la obra.
Por ello, se agradece —si no se infiere ya de lo expuesto— la comprensión profunda del texto y la habilidad de Valenciano para traducirlo al lenguaje del teatro, manteniendo siempre la atención del espectador sin recurrir a efectismos innecesarios.
Además, por si no había quedado ya claro, el elenco es otra de las mayores fortalezas de ¡Esta noche, gran velada! Cada intérprete brilla con luz propia, demostrando un dominio excepcional de sus personajes. No en vano sus interpretaciones son más que convincentes, matizadas y llenas de autenticidad, lo cual enriquece sus interacciones y da paso a momentos de gran emoción, donde funciona a la perfección el esquema habitual: meseta-pico-meseta-pico y clímax.
Por su lado, el diseño de producción merece una mención especial por su cuidado al detalle y su contribución a la atmósfera general de la obra. El vestuario es apropiado para la época y el contexto, ayudando a definir la personalidad de cada personaje. El diseño de iluminación también desempeña un papel crucial, marcando los cambios de tono y acentuando los momentos clave de la trama. Respecto al espacio sonoro, permite que cada palabra y cada efecto se perciban con claridad. Y todo ello, todos estos apoyos técnicos, se integra de manera armoniosa para crear una experiencia teatral absoluta.
Por último, podemos concluir que ¡Esta noche, gran velada! sabe cómo conectar con el público y cómo hacer para no dejarle indiferente. Su humor inteligente y sus dilemas morales son sus grandes bazas. ¡No os la perdáis!