¡Mis queridos palomiteros!
La Compañía Nacional de Teatro Clásico recupera en el Teatro de la Comedia —hasta el 25 de enero— Los bufos madrileños, reposición del espectáculo estrenado en la temporada 2023/24, una propuesta que reafirma la capacidad del teatro popular del siglo XIX para entrar en comunión con el presente cuando se aborda con conocimiento del género y una clara vocación lúdica. Lejos de la tentación museística, el montaje reivindica el espíritu bufo desde una mirada contemporánea, muy consciente y orgullosa de su condición festiva.
El punto de partida argumental procede de Los órganos de Móstoles, zarzuela bufa estrenada en 1867, con música de José Rogel (1829–1901) y libreto de Luis Mariano de Larra (1830–1901), a la sazón hijo del periodista Mariano José de Larra.
La acción gira en torno a un padre que decide buscar marido para sus hijas, a través de un comunicado público, que es el detonante de una sucesión de enredos y situaciones disparatadas que permiten desplegar una sátira de las costumbres sociales del Madrid decimonónico. Las alusiones a los avances técnicos y a determinadas modas del momento se incorporan con naturalidad al juego escénico, que refuerzan su dimensión irónica sin convertir el espectáculo en un ejercicio de evocación histórica al uso.
Desde una perspectiva crítica, Los bufos madrileños es en sí un finísimo y muy elegante ejercicio de comedia inteligente y refinada, que cuenta con un excepcional acabado de fondo y forma, apreciable tanto por su colorista y efectista puesta en escena —escenográficamente sencilla y suficiente— como por el alocado tratamiento del libreto, de muy buenas hechuras.

Por ello, la obra no se limita a encadenar situaciones humorísticas gratuitamente, sino que ha optado por construir un dispositivo escénico en el que los efectos de la comedia aparecen de manera orgánica como consecuencia de la frenética interacción entre personajes, de los tiempos ajustados para cada cuadro y de la interminable acumulación de gags que cada uno añade con soltura y desparpajo —sin que estén forzados en modo alguno en la trama—, lo cual que favorece un resultado desternillante.
Este hábil juego, sutil, de buen engrase, permite que Los bufos madrileños sea muy divertida, al tiempo que se reconoce la consistencia del libreto, asunto de lo cual es responsable, con todos los méritos, Rafa Castejón, responsable de la dirección y adaptación de la historia.

Por su lado, la propuesta coral se beneficia de un reparto que realiza un trabajo impecable. La química del conjunto potencia la sensación de unidad y complicidad, generando un flujo escénico continuo que mantiene al espectador conectado en todo momento. No en vano el humor no depende del efecto individual, sino del trabajo colectivo.
Además, la integración de la música y la coreografía, cuidadosamente coordinadas por Benigno Moreno y Nuria Castejón respectivamente, refuerza el dinamismo y aporta un matiz lúdico que realza el elemento cómico sin romper la continuidad de la comedia. La afinada dirección del mencionado Rafa Castejón exhibe un control exquisito del ritmo, de modo que la acción transcurre como permita cualquier don. Cada elemento técnico —escenografía, iluminación y vestuario— se conjuga con precisión, enriqueciendo la lectura visual y reforzando la claridad de la aventura.

El magnífico elenco, de inequívoca vocación coral, está integrado por Clara Altarriba (Pilar), con trabajos recientes como en El gran teatro del mundo; Chema del Barco (Don Abdón), presente en Casting Lear; Rafa Castejón (Don Juan), director y dramaturgo, conocido por Los chicos del coro en teatro y El patrón en cine; Antonio Comas (Don Homobono Mantecas), intérprete y director musical vinculado a El gran teatro del mundo; Paco Déniz (Don Rugiero), con experiencia en cine (Mi ilustrísimo amigo) y en teatro (El favor).

Y también están Eva Diago (Sebastiana), actriz de versatilidad contrastada con participación en musicales como El hombre de la Mancha y Los miserables; Alejandro Pau (Arturo), con trayectoria en teatro histórico (Hacia ecos de lo sagrado); Cecilia Solaguren (Úrsula), conocida, entre muchos, por su papel en Los mojigatos y Beatriz Miralles (Pianista), pianista escénica habitual en producciones líricas.
El equipo técnico, igualmente sólido, suma el talento de Leonora Lax como ayudante de dirección, Alessio Meloni en escenografía, con Mauro Coll como ayudante de escenografía, Gabriela Salaverri en vestuario, asistida por Mónica Teijeiro, Juan Gómez-Cornejo en iluminación, asistido por Pilar Valdelvira y Benigno Moreno en diseño de sonido.
En resumen, Los bufos madrileños es un triunfo del teatro coral. La obra destaca por su agilidad y por la impecable coordinación entre el texto y la música, fruto del minucioso trabajo de Rafa Castejón y su equipo. Es una comedia elegante, disfrutable y llena de frescura que logra lo más difícil: arrancar sonrisas y acompañar al espectador mucho tiempo después de finalizar la función.











