Una de las diferencias más relevantes en la gestión la crisis vigente respecto a la anterior crisis financiera reside en el evidente liderazgo que ahora ejerce el Gobierno español acerca de las decisiones trascendentes que se adoptan en el seno de la Unión Europea.
España ha pasado de ser un país pasivo, que se limitaba a aplicar las decisiones de otros, a ser un país activo, que influye de manera determinante en las iniciativas de las instituciones europeas para hacer frente a los desafíos comunes.
La presencia y la influencia del Presidente español en las reuniones del Consejo Europeo se saldan ahora con normas y medidas que favorecen claramente al interés de los españoles. Mientras Pedro Sánchez vuelve de cada cita en Bruselas con buenas noticias para España, Rajoy solía regresar con ajustes y recortes de lo más doloroso.
Los ejemplos son numerosos y significativos. La intervención en el mercado eléctrico, el desacople del precio del gas y los gravámenes sobre beneficios extraordinarios de las empresas energéticas, constituyen el más reciente. El Plan de Recuperación y los Fondos Next Generation se impulsaron también tras la propuesta del Presidente Sánchez de un nuevo “Plan Marshall” para reactivar la economía post-pandemia.
Las reglas fiscales comunitarias, que limitan los déficits y, por tanto, el margen de los Gobiernos para proteger a sus poblaciones, se mantienen paralizadas y sin aplicación merced a la insistencia del Gobierno español, entre otros. Y buena parte de las decisiones que se adoptaron durante lo más duro de la pandemia para adquirir productos de protección para el personal sanitario o para comprar vacunas, partieron del ministro Illa.
A estos grandes temas habría que añadir el liderazgo español en el apoyo militar a Ucrania y en la recepción de los refugiados de aquel país. La propia Presidenta de la Comisión reconoció y felicitó a España por su protagonismo en el rescate a los refugiados afganos tras la salida de las tropas estadounidenses.
La presencia de un Presidente español invitado en una reunión de estrategia del Gobierno alemán es una imagen inédita en la historia reciente de nuestro país. Tan relevante como las felicitaciones generalizadas a la exitosa cumbre que la OTAN celebró en Madrid este mismo verano. Podríamos añadir el dato no menor de que una relevante socialista española, Iratxe García, dirige con eficacia el influyente Grupo Parlamentario Socialista en el Parlamento Europeo.
España asumirá la presidencia rotatoria de la Unión Europea en el segundo semestre del año próximo, y la ambiciosa agenda en preparación ya está generando grandes expectativas entre nuestros socios. La celebración de una Cumbre Europa-Iberoamérica, por ejemplo, será una buena oportunidad para recuperar el protagonismo europeo en aquel continente, muy importante ante la presencia creciente de chinos y rusos.
Este éxito indudable de país se ha visto ensombrecido, sin embargo, por la actitud poco responsable del principal partido de la oposición, que ha deambulado entre la desconsideración por la acción del Gobierno, el lobbysmo en Bruselas contra los intereses de España, y el ridículo de la incoherencia.
Nadie en España ni en Europa ha entendido, por ejemplo, cómo el Partido Popular votaba en el Parlamento español contra un gravamen sobre los beneficios extraordinarios de las empresas energéticas, para votar a favor de ese mismo gravamen en el Parlamento europeo tan solo horas después.
Por suerte, la gran mayoría de los españoles y las españolas sí valoran cada día el esfuerzo exitoso de su Gobierno ante las instituciones europeas para defender sus derechos y su bienestar.