abril de 2025

ALBRICIAS / Tópico

Quien llena su estructura mental de simples viejos tópicos, por no nutrirse a tiempo de capacidades para encontrar alternativas creativas, cuando de manera imprevista se presenta y estrena una nueva tormenta, al agotarse sus recursos muy rápido sin haber encontrado válida solución, muy pronto quiere abandonar el lugar y marchar, como si siempre fuera factible la opción de huir.

Y claro, al intentar aplicar tan ingenua y torpe estrategia se incrementa sobremanera, por no pensar por sí mismo y solo adoptar pensamientos ajenos, la dificultad en conseguir el objetivo y en tales casos inevitablemente se termina en el fondo; y para empeorar la situación, el desconcierto y la angustia ponen la memoria en modo avión y en tales casos es frecuente olvidar que cuando se ha tocado fondo ya es tarde para evitar que uno se oriente fatal.

Frecuentemente, andar en modo automático confiando en la verdad que contienen los tópicos te lleva a olvidar que no se debe actuar hasta primero tomar bien, con especial atención a los detalles, el pulso a los acontecimientos, con un primer afán de enmarcarlos correctamente en profundidad y alcance, para luego poder ordenar los necesarios pensamientos que promueven a la acción útil.

Los lugares comunes dan acomodo a la natural a la par que desaconsejable práctica de la pereza, al librar de asumir y desprender el gasto de energía que supone defender frente a la mayoría la particular discordancia con la que se tiene un inexcusable deber de lealtad, cuando se quiere pertenecer con identificación de pleno derecho a la cuadrilla de los espíritus inquietos, con la leyenda “pata negra” en su etiqueta.

Usar de guía solo el tópico por comodidad es renunciar al orgullo tan necesario para fundamentar la razón de manufactura propia, esa que sustenta con dignidad el humilde y satisfactorio gesto que para oponérsele se ofrece al mundo por quien practica el desapego; en lugar de brindar el opuesto, ese otro lleno de inútil soberbia que consiste en humillar la testuz.

El orgullo y la humildad hacen la mejor combinación cuando se sabe que uno es realmente bueno no por la maña en el desempeño de la que uno permanentemente y sin excepción se acompaña, sino sencillamente porque se ha interiorizado en lo más profundo del alma que nunca hay necesidad alguna en demostrarlo.

Siendo poco recomendable por manido el uso del tópico, tras quedar dicho, para quien lo soporta todavía, la ocasión como ocurre alguna que otra vez es susceptible de empeorar; lo que pasa por ejemplo cuando se enuncia con la solemnidad propia del papanatas, esa que tras revelarlo lleva a decir con voz baja y grave por quien lo emitió “guardadme el secreto”.

El tópico y la sutileza casan mal, dado que el primero casi siempre es el resultado de una manufactura hecha con brocha gorda disfrazada de pincel; por esa causa aspira a abarcarlo todo y, analizado en el matiz, casi nunca aprieta bien nada. El tópico en su idealizada pretensión de colofón tiene salida de galgo y en la realidad más de una vez tiene llegada de pequinés. Qué quieren que les diga, la decepción no solo es patrimonio del caballo.

Si durante la entrevista el preguntado no tiene mejor respuesta que recurrir al tópico, para no resultar previsible y aburrido como alternativa y salir puntualmente airoso del paso, más le valdría contestar con ojos taladradores, gesto cansado y tono de indiferencia un sencillo “barrunto que tales transas no son asunto mío”.

Un tópico popularizado, como es frecuente, por el cine a finales de los ochenta, a mi parecer muy cansino de tan oído es “carpe diem”, con esa invitación a exprimir incluso con ansia el gozo del presente ante la fugacidad de la vida, cuando a mi parecer es esta característica la que le da su auténtico sentido, pues de no tenerla no se podría trascender. Además, al escucharlo no puedo evitar sonreír, por el humor negro que contenía, al recordar otra escena también cinematográfica donde el torturador se la decía al torturado.

Por eso, poniendo mi mejor cara de tranquilo paseante solitario por la orilla de enfrente, me gusta responder cuando lo oigo: yo soy más de ejercitarme en el “frui respiratio”, últimas palabras apenas entendibles que al parecer se escucharon de la boca del insignificante históricamente hablando Gordiano II mientras moría asfixiado, y que sencillamente significan: disfruta respirando, pues vivir si lo simplificas a su mínima acción se reduce a respirar y todo lo demás al final solo son favorables o desfavorables consecuencias, unas de causas bien conocidas y otras para nuestra suerte de origen ignorado.

Conocer el tópico es muy recomendable pero el abuso cotidiano de este es abominable; exclusivamente será en su utilización literaria donde tiene un papel positivamente destacado, pues la literatura es mucho más que simple entretenimiento y puede en no pocos casos ofrecer claridad cuando estamos perdidos. En cualquier otro entorno con el uso del tópico, salvo que se quiera ser un siervo de la repetición, un mal imitador y no ser un librepensador, lo mejor que se puede hacer es incluirlo sin demora para siempre en la mal peraltada curva del olvido que en toda carretera precede a una de amplia visibilidad recta para el recuerdo.

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