abril de 2024 - VIII Año

Recordando a Joaquín Sorolla en el bicentenario de la Docta Casa

200 años del Ateneo de Madrid

Este año se cumplen 200 años de la creación del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. Es sobradamente conocida la importancia política, filosófica y cultural de la Docta Casa. Han sido numerosos los hombres de letras, Presidentes de Gobierno, científicos y pensadores que han formado parte de esta Institución.

En el Bicentenario de su creación, que celebramos estos días, se echa sin embargo de menos, a los artistas plásticos que han jugado un importante papel en la creación de nuestro país, que gozan de un merecido prestigio y proyección… pero se ignora que también han sido ateneístas e incluso Presidente de la sección de Artes Plásticas, como es el caso de Joaquín Sorolla, denominada por aquel entonces Sección de Bellas Artes. Como curiosidad indicaré que su número de socio fue el 6.367 y que ingresó en 1885 continuando durante toda su vida comprometido con la actividad cultural ateneísta.

Joaquín Sorolla Bastida es el pintor de la luz, de la claridad, de las playas mediterráneas y de las costumbres y formas de vida de los diferentes pueblos de España.

En su periodo de madurez ha sido catalogado como impresionista, post impresionista e iluminista y es que éste auténtico renovador de la pintura española a principios del siglo XX, supo vincular la luz, el costumbrismo y un conocimiento profundo de las vanguardias europeas.

Comencemos por señalar que supo fundir e integrar en sus lienzos lo local con lo universal. Viajó por ciudades, imprescindibles para un artista, que lo marcaron decisivamente: París, Roma, Nueva York…

Visitó los principales museos para aprehender el legado de los más destacados pinceles: el Prado, el Louvre, los museos Vaticanos… estudiando y analizando las obras de los grandes maestros clásicos junto con las de otros modernos como Singer Sargent o Giovanni Boldini. Estos conocimientos los puso de relieve en sus cuadros al aire libre, donde destaca la tonalidad de las luces y los vivos colores de las escenas cotidianas y de los paisajes mediterráneos.

Tenía una maestría y un temperamento artístico que le permitían convertir en obras de arte todo lo que tocaba y destacar en varias facetas.

Me parecen formidables sus retratos. Acierta a plasmar el carácter de aquellos a quien pinta pongamos, por ejemplo, a Santiago Ramón y Cajal, Benito Pérez Galdós, del que este año conmemoramos el Centenario de su muerte, el gran poeta Antonio Machado o el prestigioso escritor valenciano, Vicente Blasco Ibáñez, entre otros. Destaca, asimismo, el que realizó del cuarto presidente de la Primera República, Emilio Castelar y el del vigésimo séptimo presidente William Howard Taft, de los Estados Unidos. Son, también, interesantísimos algunos autorretratos.

playaSintió, desde muy joven, una auténtica fascinación por Velázquez. Es probable que no descansara hasta captar la forma sutil y al mismo tiempo formidable de apoderarse del tratamiento de la luz. De todas las obras velazqueñas, el famoso ‘Cristo’, fue una de las que más le impactó.

Podría decirse que fue incluso más valorado fuera de nuestras fronteras que dentro, por ejemplo, el encargo de la Hispanic Society supuso para él un respaldo definitivo.

Es significativo que hoy podamos admirar algunas de sus obras como ‘El baño’ en el museo Metropolitano de Nueva York. No obstante, ‘el encargo’ de más envergadura fueron los catorce murales que compuso para la Hispanic Society. Estos murales contribuyeron al conocimiento de los pueblos y regiones de España y Portugal. Es, asimismo, destacable el importantísimo papel que juega la mujer, valgan como ejemplos ‘Madre e hija’ y, también, ‘Pescadora valenciana’ de gran belleza, donde está admirablemente captada la luz mediterránea.

Antes de proseguir me gustaría hacer un alto en el camino. Una tradición del Ateneo es que los pintores se retratasen unos a otros, lo que ha supuesto que dispongamos en nuestro patrimonio cultural de obras de gran valor.

En un espacio tan cargado de historia como es el Despacho de Azaña, Presidente de la II República y tan vinculado a la memoria del Ateneo, se exhibe el magnífico lienzo de Rosales, de Joaquín Sorolla, cuya firma aparece en el ángulo inferior derecho. Es, también, destacable que en esta sala se encuentra una obra del excelente paisajista Aureliano de Beruete, intimo amigo del pintor.

Cuando visiten el Ateneo no dejen de hacer una parada en la Sala de Azaña. Como curiosidad diré que Rosales, hacía años que había fallecido, cuando Sorolla pintó el cuadro y lo hizo tomando como modelo la fotografía de Jean Laurent Minier. Merece la pena mencionar lo inusual de este retrato, ya que aparece de cuerpo entero, lo que si no es una excepción, lo aleja de la práctica al uso.

Rosales por Sorolla

Creo oportuno decir algo a cerca de su carácter socarrón y de su peculiar sentido del humor valenciano. En 1884, obtuvo una medalla en la Exposición Nacional, con su obra ‘Defensa del Parque de Artillería de Monteleón’, es un cuadro historicista, poco representativo de su estilo y oscuro… pero que contribuyó a abrirle camino. Contento como estaba con esa distinción, le comentó, con retranca, a un amigo suyo: ‘Aquí para darse a conocer y ganar medallas hay que hacer muertos’.

Si hubiera que destacar, lo que no es nada fácil, algunos lienzos suyos me inclinaría por ‘La vuelta de la pesca’ con sus temas recurrentes: luz, mar mediterráneo, costumbrismo… ‘Triste herencia’, pintado en la playa del Cabañal, fue galardonado con en el Grand Prix (Exposición Internacional de París de 1900). Entre sus cuadros de contenido social, otra faceta en la que no se ha insistido demasiado, destaca ‘Y aún dicen que el pescado es caro’.

Puede considerarse que el triunfo definitivo le llegó cuando se celebró en París una exposición suya, de carácter variopinto, con más de quinientas obras. A partir de ahí su fama, tanto en Europa como en América, no hizo más que crecer, prueba de lo cual, son sus sonados triunfos en San Luis y en Chicago.

Se sentía muy orgulloso de que su pintura estuviera presente en la Real Academia de San Fernando.

Acabamos de sufrir una pandemia de la que todavía nos estamos recuperando. Puede decirse que nada hay nuevo bajo el sol y que cada época ha tenido la suya. Joaquín Sorolla perdió a sus padres cuando contaba dos años en la epidemia del cólera, que a mediados de la década de los 60 de 1800, asoló España siendo la zona levantina una de las más azotadas.

En su Valencia natal algunos de sus amigos, de entonces, lo fueron toda la vida. Es el caso de los Benlliure o José Vilar y Torres.

A lo largo de toda su vida, desplegó una energía, vitalidad y creatividad admirables.

Hoy, sigue despertando interés su figura. Sin embargo, en este Bicentenario del Ateneo y gracias al espacio que me brinda la revista Entreletras, he querido poner de relieve un hecho muy poco conocido, su vinculación con el Ateneo.

Merece la pena visitar la Docta Casa por muchos motivos, rastrear en ella la presencia de Sorolla es uno más, desde luego, gratificador.

De igual manera, podríamos decir de Mariano Fortuny o de José Casado del Alisal e incluso del surrealista cubano-francés Wilfredo Lam que son otros pintores con una presencia significativa en la Docta Casa.

Muchos de los visitantes que honran con su presencia el Ateneo, conocen que ilustres políticos, como Azaña, han pertenecido a sus juntas de gobierno. No suelen ignorar, tampoco, que filósofos y pensadores como Miguel de Unamuno o José Ortega y Gasset, lo frecuentaron y algunos incluso recuerdan que Premios Nobel como Marie Curie o Albert Einstein, pronunciaron durante sus visitas a España conferencia en el emblemático Salón de Actos.

He querido romper una lanza porque a partir de ahora se recuerde que la vinculación de esta bicentenaria Institución cultural con personas destacadas en el campo de las bellas artes, como Joaquín Sorolla es, también digna de ser resaltada.

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Escrito por

Archivo Entreletras

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