Autor: Emilio Calvo de Mora

No me asusta morir luchando como un hombre, pero no me gustaría que me ejecuten desarmado, como a un perro. (Billy el niño, en una …

I A la gente le da por morirse en un banco de un parque a la caída de la tarde, en las colas del paro, …

Cuento primero Una vez metí un gusano y unas cuantas hojas tiernas de morera en una caja de zapatos. Al principio observaba sin afecto alguno …

Si los hados resuelven desgraciarme el porvenir por alguna tropelía que el infortunio me haya forzado a cometer y deciden enviarme a una isla desierta, …

Al volver hoy del trabajo, más feliz que un caracol en un espejo, escuché a una pareja que zanjaba una discusión de la que me …

No hay sólo miedo, ni sensación de que prospere el miedo: lo que hay es hastío, constatación de que los bárbaros, a su pedestre manera, …

Diremos, en adelante, América, pero no es el continente entero, sino un trozo o una anomalía fascinante. América no es un país, sino un negocio del que …

De huir se sabe que importa menos el lugar al que se va que el dejado atrás. A veces de lo que se huye es …

Al principio uno se desdice sin empeño, pero con prontitud adquiere destreza y se gusta en la impostura. Cree tercamente que hay que convenir un …

Confío en la cordura, en la educación y en la bondad, aunque flaquee mi voluntad y se me haga cada día más cuesta arriba decir …