noviembre de 2025

‘El mandarín maravilloso’ y ‘El castillo de Barba Azul’: Béla Bartók en el Real

Fue Béla Bartók (1881-1945) uno de los compositores más celebrados de la primera parte del XX. El austro-húngaro asimiló las nuevas corrientes sintónicas de la modernidad representada por Stravinski o Schoenberg y las llevó hacia unas resonancias e instrumentaciones ancladas en las músicas tradicionales de la Europa Oriental.

Sin embargo, su trabajo en la ópera fue muy escaso y se reduce a ‘El castillo de Barba Azul’ que ahora se estrena por primera vez en España en el Teatro Real, junto a ‘El mandarín maravilloso’, un ballet pantomima que abre la primera parte de este programa doble o triple, porque también se escucha de forma sinfónica ‘Música para cuerdas, percusión y celesta’.

Christof Loy es un director escénico alemán caracterizado por un minimalismo formal en la puesta en escena, donde el espacio suele ser muy amplio y no ahoga a bailarines ni cantantes como sucede con otros autores. Loy tiene una gran habilidad en la construcción dramática de los personajes a los que describe con todo detalle y personalidad. Citemos tres producciones en el Real: un deslumbrante ‘Capriccio’ (2019) con el mínimo de elementos escénicos, un programa doble con ‘La voz humana’ (2024) donde demostraba su tino en la mezcla de elementos dispares que nunca llegan a chirriar, o el recordado ‘Eugenio Oneguin’ (2025). Dentro de unos meses su trabajo en España se ampliará a ‘El gato montés’ que estrenará La Zarzuela.

Además, Loy sabe crear potentes coreografías. Y lo hace en este programa con ‘El mandarín maravilloso’ que lleva al terreno de la danza contemporánea en una relectura cargada de fuerza dramática, donde brillan siete bailarines atléticos, empezando por los españoles Gorka Culebras, Carla Pérez Mora y David Vento, y los consagrados europeos Joni Österlund, Nicky van Cleef, Mario Branco o Nicolas Francisius (como el poeta o narrador que aparece en ambas piezas). Los europeos estuvieron en las funciones del Theatre Basel que coproduce esta producción con el Real.

La obra coreográfica es frenética, llena de impacto, donde se mezcla la violencia con la rivalidad y el acoso sexual. Con la ventaja habitual en los montajes de Loy de dejar un amplísimo espacio en el escenario para que la acción se desarrolle sin cortapisas de decorado y escaso ‘atrezzo’ que no es superfluo sino integrado en la acción.

Entrando en el terreno de la ópera, ‘El castillo de Barba Azul’ sobre libreto de Béla Balázs se basa en el cuento de Perrault. Lo mismo que la segunda ópera basada en ese argumento que el Real pondrá en escena este próximo invierno, ‘Ariadna y Barba Azul’ del francés Paul Dukas, un nombre fundamental en el impresionismo musical de principios del XX, aunque las historias y los desarrollos musicales no sean idénticos.

En este ‘Barba Azul’ hay dos únicos personajes: el seductor pero potencial asesino y su amante-víctima, Judith. Pese a las enormes dimensiones del abierto escenario es un ‘espacio cerrado’ y opresivo caracterizado por las dependencias emocionales-sexuales: ella es una mujer entregada a una pasión ¿sadomasoquista? hacia ese hombre en apariencia fascinante pero que la obliga a una entrega absoluta que representa una negación y una renuncia de ella misma.

Él, un turbio representante de una masculinidad arrolladora que atrapa a su víctima sin permitir emanciparse. En ese brillante juego escénico-lírico para dos grandes voces aparecen las más diversas pulsiones: morbosidad, sexo, sospecha, desconfianza, cesión personal, poder, masculinidad arrolladora, deseo o muerte. Musicalmente la pieza tiene una infinita complejidad desde el punto de vista orquestal porque remite a unas sonoridades donde las percusiones y otros instrumentos utilizados con una exótica resonancia poseen una gran relevancia al nivel de la cuerda o el viento, que ya no son los protagonistas casi absolutos.

La turbulencia latente en una partitura y un texto tan complejos explica en cierta forma el olvido de esta pieza muy poco representada a lo largo del tiempo y que el Real estrena en España. Desde la perspectiva escénica Loy ha rehuido las referencias góticas o románticas. El espacio es oscuro pero abierto, utilizando con acierto el mínimo decorado que se eleva en función de la historia y que también enmarca ‘El mandarín…’.

Hay momentos en los que la textura dramática genera tanto desasosiego en la platea como en los personajes: ella, pese a la entrega pasional que sigue sintiendo hacia él, se pregunta por esa casa sin ventanas por la que no entra la luz y sospecha que tras sus cerradas puertas se encierra a las anteriores esposas y víctimas de Barba Azul a las que ha desposeído de todas sus riquezas para incorporarlas a su rico patrimonio.

Christof Fischesser y Evelin Herttzius transmiten esa contrapuesta sensación de angustia y desconfianza porque están muy bien dirigidos dramáticamente y desde el punto de vista vocal son magníficos con sus distintas tesituras de voz, en una acción repleta de pequeños detalles que llaman la atención en el conflicto de dos seres que comparten sexo, amor y odio.

Esta temporada el foso del Real cuenta con su nuevo director musical, Gustavo Gimeno, al que ya se ha visto en otras producciones antes de ser confirmado como titular. No en vano Gimeno se ha convertido en una de las estrellas internacionales de la dirección orquestal y lo demuestra en esta partitura llena de matices, sonoridades que generan casi obsesiones, en una paleta llena de talento orquestal que convierte a la Orquesta del Real en una baza fundamental.

Más allá de la representación de estas dos piezas de Bartók que es brillante dentro de esa opción minimalista como es habitual en Loy, el espectador podría quedarse subyugado solo con escuchar esta partitura donde se ensambla modernidad y resonancias del folclore y la riqueza de tonos con la que Gimeno aborda esa composición llena de efectos (como la sofisticada percusión) y de matices, aunque la acción se reduzca a dos únicos personajes.

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