‘En una hamaca no se puede hacer el amor’ se estrenó en la Sala Tarambana de Carabanchel el pasado 1 de julio y el éxito entre los asistentes de aquel «sueño de una noche de verano» ha llevado a la obra de Jesús Díaz Hernández de nuevo a este escenario, ya un referente de la zona sur de Madrid. De modo que todos aquellos que no tuvisteis la oportunidad de verla en su momento podéis disfrutarla ahora. La función de la compañía El Búho Negro Teatro es absolutamente recomendable.
El título de la nueva obra del dramaturgo y poeta Jesús Díaz Hernández nos recuerda el de aquel éxito gamberro del grupo valenciano Los Inhumanos —‘Qué difícil es hacer el amor en un Simca 1000’— que llegó al número 1 de las listas en el ya lejano año de 1988. Díaz, en un evidente guiño a la citada novelty song, ha querido conservar el tono irreverente de la misma, pero ha escrito sin embargo una tragicomedia llena de emotividad sin renunciar al humor negro que le caracteriza. Ya lo hizo en obras dramáticas anteriores que tuvieron también su puntual estreno, como ‘El trato’ (2019) o ‘Y Jacinto llegó al futuro’ (2022).
Para esta ocasión, Díaz recurre nueva y, felizmente, a su actor fetiche, Paco Vicente Cruz: sin duda, uno de los grandes aciertos de la función. Vicente, excelente actor dramático, tiene también la vis cómica necesaria cuando lo requiere su personaje. Un trabajo interpretativo, pues, lleno de matices y a la vez muy sobrio —marca de fábrica del actor— que nunca cae en lo histriónico, algo francamente difícil en obras como esta que juegan con el humor y lo grave en una sutil armonía sin solución de continuidad.
Para ello, Paco Vicente Cruz cuenta con la complicidad de Consuelo Favieres: ambos encarnan a la pareja protagonista, un hombre y una mujer maduros de buena posición económica que se conocen durante la travesía de un crucero por el mar Báltico. La localización de la trama y su temática a su vez nos traen a la memoria una famosa serie televisiva de finales de los 70 —‘Vacaciones en el mar’— que tuvo un enorme impacto en la cultura popular: sin duda, los personajes de Díaz son hijos de aquella época —están nimbados por la nostalgia— en la que a través de la pequeña pantalla el galante capitán Merrill Stubing y su pimpante tripulación hacían las veces de celestinos en las intrigas amorosas del elenco de la serie. Pero nada más lejos del objetivo implacable del ‘Love Boat’ de Jesús Díaz: la esencia romántica y aventurera —con un toque almibarado— del espacio televisivo está ausente de la función que nos ocupa, donde el autor justamente busca abundar en todo lo contrario: la percepción que existía de estos viajes marítimos antes de la aparición de la serie (la periodista especializada en cruceros Carolyn Spencer Brown señala que estos estaban reservados para “los casi muertos o los recién casados”). Irónicamente, Díaz se centra en dos personajes —sin tripulación, ni sobrecargo, ni barman o médico, ni capitán por medio— “desahuciados” emocionalmente, a pesar de que la vida debiera sonreírles. Dos personajes, como decíamos antes, herederos de una época difícil —la del franquismo— y por consiguiente de una educación lastrada por el nacionalcatoliscismo con sus represiones sexuales y afectivas, que emergen en cuanto entran en contacto. La relación que establecen los protagonistas sacará a flote los fantasmas del pasado, y aquellos se verán obligados a exorcizarlos.
Por tanto, nada del glamour y el lujo rutilantes que caracterizaban a los barcos Princess Cruises de la tele, que hacían las delicias del gran público de aquellos años de plomo, buscando evasión a sus miserias cotidianas. Nada, pues, en el caso que nos ocupa de alharacas superfluas ni sentimentaloides: estamos ante dos seres al desnudo con sus respectivas circunstancias actuales.
Los dos personajes interpretados por Vicente y Favieres, aparentemente tan distintos entre sí, llevan una vida gris marcada por ese ayer que les empuja al desencanto y el escepticismo. El punto de partida no puede ser más amargo: dos personas desamparadas (él se ha embarcado y acaricia ideas suicidas; ella transporta la urna funeraria de las cenizas de su madre), que han emprendido un largo viaje para liberarse del oneroso lastre que les angustia.
El encuentro fortuito de estas dos figuras —él, serio y adusto; ella, por momentos frívola y juguetona— les pondrá frente a una nueva oportunidad —¿quizá la última?— para dejar atrás su soledad y volver a vivir una historia ilusionante de amor a la que quizá no estén llamados ya. Curioso: el último tren pasa por un barco. Y la acción se desarrolla exclusivamente en la cubierta principal del crucero, que también recibe el nombre de «cubierta de intemperie» (¿hay algo más elocuente para definir a sus accidentales inquilinos?). Díaz siempre juega con los símbolos como buen poeta.
Naturalmente, no nos está permitido desvelar el final al espectador, lo que sin duda le privaría a este del necesario factor sorpresa. Contentémonos con decir que la química que se produce entre la pareja va in crescendo a lo largo de la función. El juego que pone en marcha la mujer, haciendo gala del arquetípico eterno femenino —“La donna è mobile, qual piuma al vento”—, sirve de catalizador al brillante juguete escénico que ha concebido Jesús Díaz.
Diálogos chispeantes e inteligentes para una función que bebe de la rica tradición de screwball comedy de Hollywood: no en vano, el autor como cultivador del aforismo —del que ha dado interesantes muestras en varios libros publicados (‘El último refugio’ y ‘Este espejo no devuelve la sonrisa’)— maneja con propiedad la frase breve, llena de ingenio y doble intención, que le da buenos resultados en las distancias cortas, ámbito donde se desenvuelven con absoluto desparpajo Vicente y Favieres. Habitualmente, el género de la guerra de los sexos suele tener en sus papeles principales a parejas jóvenes y radiantes que flirtean poniendo en primer término la apabullante pulsión sexual propia de su condición, aunque no podemos olvidar que contamos asimismo con ejemplos memorables de partenaires crepusculares —en el cine: ‘Ginger y Fred’ de Fellini o ‘Elsa y Fred’ de Marcos Carnevale, entre otros—, aquejados del edadismo que al parecer ya no les permite enamorarse.
El espacio escénico, escueto y funcional, diseñado por Antonio Gallego y Pío Saturnino González, cuenta con los decorados que proporcionan dos raquíticas hamacas sobre la cubierta del barco —donde se desarrolla la acción— y unas vallas metálicas que simulan los miradores de la borda que perimetran el casco del crucero donde viajan a bordo sus protagonistas. Los camarotes a los que se retiran de vez en cuando estos, solo existen en nuestra imaginación y no obstante los “vemos”, al tiempo que sentimos la brisa de alta mar en nuestras caras. La austeridad que marca este tipo de producciones independientes lleva a aguzar el ingenio de los escenógrafos al extremo de recrear con tal eficacia la atmósfera requerida y a hacer de la necesidad virtud.
La inteligente dirección de Susana Hidalgo le confiere a la acción el ritmo adecuado, balanceando perfectamente los momentos morosos con los ágiles, y la trama discurre sin desmayo y logra captar la atención del espectador durante toda la representación. Se diría que los dos actores bailan un metafórico tango sobre cubierta: tal es la compenetración de ambos.
En suma, una función que pone de relieve la madurez del teatro de Jesús Díaz Hernández y la gran profesionalidad de los equipos artístico y técnico. La hamaca —que son dos— no permite muchos más excesos que el ya legendario Simca 1000 de Los Inhumanos, pero sí los suficientes como para que el arte brille con luz propia en sus estrechas dimensiones.
Título: ‘En una hamaca no se puede hacer el amor’
Género: Comedia dramática
Duración: 70 min.
Sala Tarambana (Calle Dolores Armengot, 31. Madrid)
Fechas y horarios: los domingos 9, 23 y 30 de noviembre a las 19:00
Ficha técnica:
Autor: Jesús Díaz Hernández
Dirección: Susana Hidalgo
Elenco: Consuelo Favieres, Charo Santolaya y Paco Vicente Cruz
Decorados: Antonio Gallego y Pío Saturnino González
Vestuario: Susana Hidalgo
Fotografía y video: Arturo Filmmaker
Producción: El Búho Negro Teatro











