¡Mis queridos palomiteros! El icónico teatro Bellas Artes —dirigido por don Jesús Cimarro— acoge hasta el próximo 9 de febrero Una madre de película, por cuyo texto y dirección responde el laureado guionista y dramaturgo cordobés Juan Carlos Rubio. Producen el espectáculo Pentación, Leona Madre y La Alegría Producciones.
Se trata de una polifórmica pieza teatral basada en hechos reales y atravesada por la frescura natural de la gran Toni Acosta, única actriz del montaje, que se entrega hasta la extenuación con este simpático monólogo —por primera vez sola sobre un escenario— donde da un absoluto recital de talento, que es ya otra muestra clara de su acreditada trayectoria actoral: su intenso trabajo en la función es impecable. La aventura, por su lado, es una elogiosa y optimista visión sobre la maternidad y los conflictos en torno a la adolescencia en los tiempos actuales con las mejores claves del cine de siempre por medio.
La historia narra las andanzas de la joven Eva María, que a las tantas de la madrugada ha recibido un tajante mensaje de Alejandro, su único y adorado hijo: debe entrar en su habitación y buscar en un cajón cerrado con un candado un documento que necesita con urgencia para la universidad americana en la que estudia. Urgente es “ya, ahora, sin perder un instante, mamá”. Y Alejandro, que conoce muy bien a su progenitora, le advierte de que no caiga en la humana (y especialmente maternal) tentación de hurgar en sus cosas aprovechando la estupenda ocasión.
De nuevo, el reconocido autor teatral Juan Carlos Rubio (Trigo sucio, Queen Lear, El novio de España) saca a relucir todo su ingenio y creatividad para que junto a Toni Acosta construyan uno de los episodios más optimistas y edificantes de los tiempos modernos, que además invita a la reflexión sin necesidad de caer en el trazo grueso. Muy al contrario, Una madre de película pone sobre el tapete la vida de muchas madres, a menudo en conflicto con sus hijos adolescentes, en clave positiva, aunque no excluye muchos momentos que van más allá de la comedia al uso. Es decir, que Rubio ha sabido ponderar los límites que existen entre la comedia y el drama con gran acierto y mesura que, a fin de cuentas, son el resultado de un trabajo pensado, pausado, madurado y moderado, indicios claros de importantes dosis de inteligencia. Con tales mimbres era imposible que algo no funcionase.
De esta manera, todo el espacio escénico —de lado a lado— se encuentra acotado por una especie de asiento sin respaldo de color blanco en forma de U, que deja libre prácticamente todo el escenario. Y mientras se desarrolla la función, emergerán cachivaches del mencionado asiento que irán dando sentido, porqués y acción a la historia.
Una de las muchas virtudes de Una madre de película es la integración de la cultura del cine en su sentido más extenso y más puro, donde se concitan ecos y citas de grandes clásicos, así como elementos de narrativa audiovisual, que es en realidad otra línea más de trabajo en el libreto, y que facilita que el espectador aficionado al cine pueda reproducir en su cabeza esos momentos —ejecutados con buen tino y colocados muy oportunamente— y así el conflicto de Eva María tome otra dimensión. De hecho, el programa de mano incluye la relación exacta de lo que significan cada uno de esos términos de cine para que nadie en el patio de butacas se sienta desconectado de esta muy interesante idea. No podía ser de otra manera si se está introduciendo este formato en la comedia.
Otra de las virtudes destacadas de Una madre de película es lo ágil de su desarrollo, del ritmo que nuestra protagonista imprime a su personaje, al que dota de infinidad de recursos —no solo a través del lenguaje corporal o del rostro—, que como se sabe es el resultado de ponerse retos y de llevarlos a término con determinación y elegancia. Hubiese sido mucho más sencillo huir de todas las complicaciones que tiene este montaje —también de texto y de coordinación con los espacios sonoros y con el diseño de luces—, pero a los que Toni Acosta hace frente sin miedo, con personalidad y con mucho humor.
Vistas, pues, las costuras de este trabajo, tejidas con tan buenos mimbres, solo podemos concluir que Una madre de película puede convertirse en un reclamo para el respetable por todos los ingredientes que incluye: un muy buen texto con importantes aristas, una muy buena dirección de actores y una muy buena interpretación -bien afinada y afianzada-; un tema presente en nuestra sociedad del que se ha sabido extraer la mejor de sus esencias y, por si fuera poco, el cine como vía de escape para los numerosísimos momentos especiales con los que cuenta este obrón y que ayudan a verlo mucho mejor. Más que recomendable, Una madre de película es una función necesaria.