noviembre de 2024 - VIII Año

‘La mano de la buena fortuna’ de Goran Petrovic

La mano de la buena fortuna
Goran Petrovic
Sexto Piso
Madrid, 2020

La buena literatura es un perfecto antídoto contra el mal; casi estoy por decir, contra cualquier tipo de mal. Supone, y ofrece, inteligencia observadora, equilibrio emocional, humor, advertencia del matiz de las cosas, esto es, la exposición más próxima a la naturaleza de la cosa; a la cosa misma

Goran Petrovic, a través de su escasa obra publicada en España, creo que podría significar una buena muestra de lo que digo. Su misma vida parece avalarle, por cuanto creo recordar que, alejado que cualquier propagandismo personal y literario, vive retirado en un convento como bibliotecario, advirtiendo desde tal atalaya, como pocos, el verdadero contenido de la realidad

sustantiva. Entendida, interpretada y pensada hacia adentro del lector, que es lo que importa, lo que crea impronta, lo que permanece. Un valor que atañe también a la importancia de la fantasía como forma de entender la vida, como sueño en el mejor sentido. Y bajo ello, junto a ello, el dictado inacabable del amor en el corazón y el entendimiento-comportamiento. Su obra, pues, podría equivaler a algo así como una premisa humanista en sentido amplio.

Recuerdo su ‘Atlas escrito en el cielo’ y ‘Bajo el techo que se desmorona’ (dentro de esta misma editorial) como un ejercicio precioso de lenguaje, de ritmo narrativo, de invitación a una cierta comprensión ensoñadora de las cosas, aquello que llamamos realidad y que nos conforma (En tal interpretación, en tal forma de describir lo cotidiano no me resisto a citar aquella afirmación del gran escritor Cunqueiro cuando decía que él prefería la fantasía para referirse a la realidad. Propio de una exquisita inteligencia especulativa)

Ahora nos llega esta obra de Petrovic donde todos los mundos del autor se guardan y representan, y a fe que la imaginación, la observación instructiva y el sentido del humor constituyen un fruto irrenunciable. Un ejercicio literario para degustar, sin duda.

El libro y la lectura juegan un papel esencial como referente de esta magnífica obra literaria. Tal, al menos, es el objeto-sujeto sobre el que se reflexiona en este jugoso libro ‘La mano de la buena fortuna’ donde todo, asunto y personajes, giran en torno a la lectura y sus frutos, al libro y sus significados. Lo que no debe entenderse como una prosa ardua de digerir o en exceso exigente; al contrario, es un libro rebosante de un inteligente sentido del humor, plagado de claves irónicas y escrito con una rara elegancia. Pero podría decirse a la vez que se trata de un entrañable libro de amor, de honra a la memoria y, en última instancia, una incitación a la curiosidad humana como una de las bellas artes. A mi entender hay en ese libro pasajes memorables, como cuando escribe: “Y probablemente para no mermar, por una sola astilla, ese tiempo tan valioso, Anasta Branica iba posponiendo la terminación de su lectura conjunta. Porque cada vez más a menudo se preguntaba, ¿qué vendría después? ¿Adónde iría cuando ya no tuviese de qué escribirle? ¿Regresaría ella a las ordinarias novelas sentimentales? ¿Continuaría con sus lecturas programadas por madame Didier, siguiendo el orden alfabético de títulos en los anaqueles de la sala de lectura franco-serbia? ¿Qué haría entonces? ¿Cómo sabría él dónde estaría ella? ¿Dónde?”

Hay, para mí –quizás alentado desde la primera línea de su lectura- en este libro una invitación permanente a la sugerencia, a la sonrisa, a la reflexión respecto de lo cotidiano y las pasiones que no ceja hasta rematada la novela. Y no sería el que suscribe quien caiga en la tentación de explicarles el contenido del texto, pues son muchos y complementarios a la vez, y parece una cuestión de cortesía ofrecer al inteligente lector noticia del mismo, pero como una forma de invitarle a que por sí propio deduzca. Y disfrute, a buen seguro.

Ha habido algún crítico que quiso definir esta literatura como Realismo Mágico, pero mucho me temo que el lector atento y diligente concluirá para sí que, al hilo de lo prescrito en otras artes, lo mágico sea el contenido, él mismo capaz de invitar al gozo de los sentidos y hacer relevante la soledad de quien, con el libro en las manos, pueda sonreír para sus adentros y deducir una enseñanza que no estará alejada de su circunstancia y habrá de ser fecunda para su propia vida.

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