abril de 2024 - VIII Año

‘Camada’ de Pedro Alcarria

Camada
Pedro Alcarria
Ediciones Vitruvio, 2022
70 páginas

“Mi nombre mi sombra son lobos”, esta cita del poeta francés Paul Éluard encabeza el libro Camada perteneciente a otro señalado autor, Pedro Alcarria. El poeta y traductor catalán nos ofrece en esta obra cincuenta y nueve poemas, donde la figura del lobo cobra un espléndido e inquietante simbolismo. El lobo, presencia reincidente en la literatura universal, desde los cuentos de Charles Perrault o los hermanos Grimm, pasando por Jack London o Hermann Hesse y su célebre lobo estepario, ahora transita por los versos de Alcarria. Ese lobo dispuesto a alimentar “…a una camada hambrienta”. Ese animal legendario, con sus fortalezas y debilidades, tan parecido en ocasiones al ser humano. Baste recordar aquí aquella locución latina, Homo homini lupus (El hombre es un lobo para el hombre), que suscribió Plauto en su Asinaria.

El poeta nombra al lobo, diríase que lo invoca, para abordar desde la palabra poética una profunda reflexión sobre el sentido del ser y el mundo que nos rodea. Sirva de ejemplo el siguiente poema: “Mis ojos están en la belleza del lobo / Invocado en cada rasgo por el fin del sendero / Pero debo ser su mirada herida de ayer cayendo apenas / Sobre la hoja mecida”. El planteamiento es sin duda original, pues si bien es frecuente, como se ha mencionado, encontrar al lobo en composiciones narrativas de diversa índole, resulta muy poco frecuente toparnos con él en poesía. Más aun con el protagonismo que Alcarria concede al lobo en estos poemas.

Para conocer cuál es el propósito literario que ha querido lograr —y logra— el autor con esta obra, debemos acudir al último poema de Camada. Por un lado, nos dice el poeta: “He cantado la amplia estirpe del lobo”. Por otro, asevera: “Sólo importa la palabra sólo importa el mundo”. Dos versos que, a mi juicio, sintetizan el núcleo central de un poemario elaborado con esmero, un léxico cuidado y un empleo acertado del lenguaje poético.

En el inicio del libro nos habla Alcarria del invierno, “…la estación de renacer a la penuria //…del miedo y de la búsqueda / De servir a los nombres de la sombra.” y, acto seguido, nos ofrece la escena de “Un lobo en una estancia devorada por el fuego /…/ Pero queda su ojo todavía sonámbulo / Huésped que se agita en sueños en la brasa”. Así, ya desde las primeras páginas, observamos poemas confeccionados con imágenes de gran intensidad expresiva. Un atributo que emerge de manera constante en el poemario.

Del mismo modo, podemos atisbar como en este libro los versos del poeta atesoran significativas resonancias que nos trasladan a la poesía de Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont…, aquellos poetas del impresionismo francés (como anotó Arnold Hausser) que ahondaron, como hace aquí Pedro Alcarria, en los ámbitos más sombríos del ser humano que, por otra parte, quizá sean los más atrayentes y transgresores frente a la realidad circundante, a veces áspera, a veces luminosa. “Yo soy discípulo de su estupor”, escribe, para apuntar unos versos más tarde: “El amor desconocido / Del millar de hombres del suburbio / La locura helada de un segundo de comprensión”. Como aquellos atormentados y geniales espíritus de las letras, nuestro autor elabora un discurso poético colmado de percepciones a un tiempo ingeniosas, sutiles, abstractas y penetrantes. “El mundo es un cuerpo basto blanco como la sal / El lobo escapa la vida oscura mana”, advierte. O bien enuncia:

Todo oculta en su interior un cuerpo desalentado

Un objeto oculto
Una mancha en el iris sin sueño

Esconde gemas que encierran luz que inevitablemente
no incumbe a los nombres de las cosas

Espectros que se esconden
Al fin nos son ajenos en lugares imposibles

Que transita el lobo que huye o caza

La poesía de Alcarria que hallamos en estas páginas, indaga y se sumerge en la siempre enigmática naturaleza humana, tanto desde la óptica más intrínseca, como desde el ámbito social donde se inscribe y desenvuelve, a través de una experiencia poética construida con versos precisos, sin ambages o artificios innecesarios, donde la palabra se hace cavilación y misterio para conducirnos finalmente hacia la claridad. Valgan como muestra estos versos entresacados de diversos poemas de Camada: “Ojo de lobo extranjero tras las puertas selladas // Lobo piadoso que vino sólo por los huesos”; “Lobos por avenidas violentas // No hay miedo en su sangre // No hay voluntad sin crimen”; “Lobo de inmensa locura que sueña la vida / Que muerde rostros y manos en la lucha / Que amanece brutal vacío vivo”.

Asimismo, sin desmerecer a ninguno de los textos que contiene el libro, a lo largo de las páginas de Camada surgen poemas ciertamente destacables. Es el caso del que comienza (los poemas de esta obra de Alcarria no llevan título) con el verso “Amo este verso pues lo ha hecho un hombre”. Aclaración muy apropiada para una época que deberá abordar el debate sobre el uso de la inteligencia artificial en la creación literaria y artística. Citar, igualmente, los poemas que empiezan con los versos: “Se agazapa en mis venas el lobo”; “Qué puedo contra el escuálido jadeo del lobo”; “Llenamos de lobos el poema”; “Ensueños y preguntas de frío”; “Una urdimbre de ruego y urgencia”; “El lobo es un instante en el vacío”; o bien, “Descubro la palabra más lenta más callada”. Poemas en los que se aprecia una visión profundamente humanista de la existencia y una apuesta decidida por la poesía, como respuesta a cuestiones fundamentales o cotidianas que nos planeta la mera hazaña de vivir, donde aparecen “…el hombre que ha rogado un vaso de agua” o “…el hombre que convierte las ruinas en verano”. Poemas donde descubrimos que

Todo hombre tiene la sangre partida
Todo hombre tiene un cuerpo acabado

Que una escisión justo demasiado tarde desata

Todo hombre lucha solo

Todo hombre tiene otro cuerpo íntimo

Poemas donde afloran los sueños, las heridas, el olvido, el llanto, el desaliento, la soledad…, donde habita el “Lobo vencido en el deseo pensamiento vencido en el dolor”, donde hay también lugar para la esperanza y el esplendor: “Mas el sol a mis ojos vuelve / El ruido de mis labios preciso / Olvidado vuelve”

De igual forma, antes de concluir esta recensión creo interesante comentar otro aspecto que se vislumbra en la poesía de Alcarria, quizá por esa proximidad del autor con la poesía gala o escrita en francés (recordar que Alcarria ha traducido Las ciudades tentaculares del poeta belga Émile Verhaeren y recientemente Las flores del mal de Charles Baudelaire). Me refiero a cierta influencia de los poetas surrealistas o dadaístas, como André Breton, el ya mencionado Paul Éluard o Tristan Tzara.  En mi opinión, podemos seguir el rastro de dicho influjo en diversos poemas del libro: “Recibo un golpe miro y digo sueños / Asciendo a lo real a este término de labios / Insaciables propósitos de luz en la vigilia / Idea que desborda el tiempo hilado por manos con fiebre / En un futuro oculto salto a la traición” o en “El lobo es la piel del azar / Signo extraño nacido solo centro / Boca en llamas que dice fatalidad / Rojo y bello mundo animal”. Dos ejemplos de un eco que es posible percibir en diferentes momentos del poemario.

Por todo lo expuesto con anterioridad, Camada es un “aullido” poético que reclama una lectura atenta. La obra de un autor que conoce bien el oficio de poeta. Poesía de altura en la que el aliento de la palabra consigue emocionar y agitar el intelecto. Un libro de poesía que enaltece al género, escrito por un autor con una notable y sólida voz poética.

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