Tres muñecos de vudú
Ezequías Blanco
Huerga & Fierro Editores, 2025
206 págs.
“El público no gusta que se le llegue
con el escalpelo a hediondas simas
del alma humana y que se haga saltar pus”.
Miguel de Unamuno
Dice Miguel de Unamuno en el prólogo a la segunda edición de su novela —o ‘nivola’— “Abel Sánchez: una historia de pasión”: Un joven norteamericano que prepara una tesis de doctorado sobre mi obra literaria, me escribía hace poco preguntándome si saqué esta historia del Caín de lord Byron, y tuve que contestarle que yo no he sacado mis ficciones novelescas —o nivolescas— de libros, sino de la vida social que siento y sufro –y gozo– en torno mío, y de mi propia vida. Todos los personajes que crea un autor, si los crea con vida; todas las criaturas de un poeta, aun las más contradictorias entre sí —y contradictorias en sí mismas—, son hijas naturales y legítimas de su autor —¡feliz si autor de sus siglos!—, son partes de él.
¿Y qué tiene que ver el bueno de don Miguel con la novela Tres muñecos de Vudú, de Ezequías Blanco, para que ahora saquemos a relucir una obra suya que fue publicada hace más de un siglo (1917)? Mucho. Muchísimo. Y el primer indicio para desvelarlo se encuentra leyendo el texto de contraportada del libro de la nueva edición, acertadamente extraído del prólogo de Rafa Martín Martínez, donde, una vez que nos advierte de que se trata de una novela de intriga con guiños literarios y autoficticios, desvela que, a través de su personaje principal, totalmente unamuniano, el trasfondo intelectual de la obra es un tributo al considerado por muchos el autor más representativo de la Generación del 98.
(Antes de continuar, abramos un paréntesis para recomendar la lectura —o relectura— de Abel Sánchez: una historia de pasión, de Miguel de Unamuno, y podamos así alimentarnos gratamente con una novela que, aun habiendo cumplido 108 años desde que viera la luz, no deja de alumbrarnos como fanal que nos permite interpretar mejor la condición humana).
A pesar de que los ‘agoreros’ más catastrofistas predijeran el fin del mundo, el nuevo año 2000 arrancó como otro cualquiera y con las mismas proposiciones, sin que se parasen los relojes, se secaran los océanos o se inundaran los continentes. Y todos, inmersos en nuestros asuntos, fuimos justificando la rutina de nuestras vidas y nuestras obras, como mejor sabíamos o como mejor pudiéramos, cosa por otro lado nada anormal (incluso entre los practicantes de vudú, poetas y novelista).
Y en este contexto y en este tiempo, recién estrenado el siglo XXI, para satisfacción de los amantes de su literatura, el profesor y poeta (zamorano-salmantino-getafense, por aquello de ubicar su persona en un ámbito familiar) Ezequías Blanco, se arrancaba con un nuevo libro en la que nos ofrecía su faceta de novelista, Tres muñecos de vudú, un intrigante relato que arranca su acción con el reencuentro en Salamanca de antiguos alumnos de un colegio de frailes, pretexto que aprovecha el autor para hacer una ruta física y emocional (aunque no es este su propósito, puede servir perfectamente de guía turística para aquellos que no la conozcan, incluidos los japoneses) por la que fuera la ciudad de su juventud, donde tuvo por casa a la prestigiosa Universidad, donde arrancó su vocación de escritor y donde bebió de la amistad como hacen los audaces…
De la mano de Abel, el protagonista de la novela, Ezequías Blanco arma una novela con una arquitectura sobria y perfectamente entramada, acorde a la de la capital salmantina, que va a ir dando forma a un relato que va a mantener al lector en vilo, esperando que se acredite (cosa que hará durante tres veces y más) esa palabra tan exótica que aparece en el título: vudú. De un reencuentro de antiguos alumnos (y si son de un colegio de frailes, más) se puede esperar casi todo, y es eso lo que ocurre con los personajes de esta novela: pasan de la alegría inicial por haber vuelto a verse, a levantar una ceja de asombro sorprendidos al descubrir las variopintas personalidades con las que el paso del tiempo ha agasajado o maleado a unos y otros. Y son esos perfiles humanos, su idiosincrasia, sus intereses y sus ambiciones, también sus particulares maneras de afrontar sus anhelos y sus relaciones sociales, los que nutren el argumento de la obra, los que la van a ir dando forma y justificando el desenlace, viéndose obligado el personaje principal, tan unamuniano él, a sortear los vericuetos de la trama como mejor puede o le dejan los otros. Ese reencuentro será la punta del hilo de un ovillo de experiencias, deseos y acontecimientos imprevistos que alterarán la vida de Abel… Pero no demos pistas que desbrocen la intriga, es mejor que el lector descubra por sí mismo lo que pasa en la página siguiente, que se ‘enganche’ por lo que va a venir. Sólo diré que van a aparecer tres muñecos de vudú… Aquellos que hayan leído la novela ya lo saben…
Pero sí me voy tomar la licencia de transmitir el entusiasmo que en su día me provocó la lectura de Tres muñecos de vudú, emoción que no me ha abandonado en esta nueva edición de 2025 a cargo de la editorial Huerga&Fierro, cosa que justifica algo que sólo un buen libro consigue, y es que se mantenga vivo en el tiempo, que su lectura no pierda frescura, porque su originalidad y calidad impiden que se cubra con la capa de caspa de lo obsoleto. Dotado con un estilo propio y madurado, gracias al dilatado conocimiento y la riqueza del lenguaje literario del que hace uso Ezequías Blanco en todas las facetas de su creación, la estructura, la atmósfera, y la forma con que articula las diferentes situaciones, el humor que rezuma por sus poros, el uso magistral del diálogo para agilizar el relato, la urdimbre de la historia tejida sin riesgo a deshilacharse, hacen que Tres muñecos de vudú sea por méritos propios una novela de primer nivel. Y, en paralelo a su aportación intelectual al mundo de la cultura, es una novela muy asequible, muy entretenida y muy divertida, con ese efecto sorpresa de las que se leen de un tirón y dejan con ganas de más. Y, por supuesto, no dejen de admirar la imagen de portada, obra del ilustrador, poeta y crítico de arte, Eugenio Rivera Claudio; no se pierdan el prólogo de Rafa Martín Martínez y no se olviden de leer el epílogo.
A modo de broche de cierre: La novela Tres muñecos de vudú, de Ezequías Blanco, fue finalista del premio de novela Ciudad de Salamanca en el año 2000. El sello editorial Del Oeste Ediciones la publicó en 2001 y en 2025 la editorial Huerga&Fierro ha lanzado una nueva edición con prólogo de Rafa Martín Martínez. De esta última edición, la imagen del diseño de portada es obra de Eugenio Rivera Claudio, en la que el ilustrador realiza una acertada actualización inspirada en la primera cubierta de la publicación de 2001, un montaje sugerido por el autor con dos imágenes extraídas de una enciclopedia de vudú.