diciembre de 2024 - VIII Año

Los libros de viajes de Amós de Escalante

Unas escasas hojas de papel
Entre las que han quedado tantas cosas
Que ya no tienen realidad.
José Hierro

amos de escalanteLos ‘libros de y sobre viajes’ he de reconocer que me seducen y disfruto con su lectura. Hoy, cuando en su gran mayoría se han sustituido por guías manidas y trilladas, los echo cada vez más de menos. Hay que ser muy paciente para sacar provecho de un viaje y estar muy atento y ojo avizor para descubrir las bellezas de un paisaje, las excelencias del arte culinario, el carácter de las gentes o esos rincones desconocidos que constituyen, por sí mismos, toda una experiencia.

Hoy, casi nadie recuerda a Amós de Escalante (1831/1902) que, sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XIX fue leído y valorado en diversos ambientes literarios, periodísticos…

En sus obras se pueden apreciar, con claridad, aquellas páginas dedicadas a glosar su tierra montañesa de aquellas otras, que reflejan su estancia en Madrid. Fue un novelista interesante, un buen amigo de Benito Pérez Galdós, un contertulio de Menéndez Pelayo y de Pereda y un asiduo de El Ateneo en un momento de auge y esplendor de la Docta Casa.

Tuvo un carácter abierto y tolerante, como se puede apreciar por sus amistades, capaz de establecer lazos de afecto y respeto con intelectuales, creadores y políticos de un amplio espectro ideológico.

Por encima de todo, me llaman la atención sus libros de viajes. Voy a citar sólo dos que para mi merecerían ser reeditados y formar parte de ese puñado de lecturas, a las que se recurre, cuando queremos conocer una región o un país o simplemente cuando nos place retirarnos a rememorar las experiencias y andanzas bien contadas. Sin un empalagoso ornato y lejos de ese pintoresquismo que hoy, nos parece y con razón, tan cargante. Los dos libros aludidos son Del Ebro al Tiber -1864- y Costas y montañas. Libro de un caminante -1871-… pero en su producción hay más sorpresas y descubrimientos.

En el pasado, el viaje a Italia estuvo ligado a un no sé qué iniciático. Cuando se visita un país y una ciudad como Roma quedan recuerdos imborrables que acompañan al viajero hasta el final de sus días. Los caprichos de la Diosa Fortuna pueden conducirnos por unos caminos o por otros, nos adentramos en algunas ciudades y pasamos de largo por otras pero… todo viaje emprendido con ‘ojos ávidos de aprender’ nunca cae en el vacío y deja un poso que contribuye a la formación de la personalidad, del carácter.

Porque todo viaje es, también una introspección en nosotros mismos y dice mucho más de lo que parece, sobre las escisiones y recovecos de nuestro yo más profundo.

Amós de Escalante como narrador tiene un carácter austero que nos facilita aproximarnos certeramente y por derecho a determinadas ‘claves’ que de otra forma quizás quedarían fuera de nuestro alcance.

Preguntémonos ¿cómo vieron y sintieron la naturaleza en el siglo XIX? ¿Qué llamaba la atención de los viajeros? Estas descripciones decimonónicas nos son tremendamente útiles para apreciar cómo eran y cómo sentían. Amós de Escalante no es un viajero que claudique fácilmente, que pierda el norte o que se eche a un lado… sino que sabe apreciar lo que se muestra a la vista, ya sea una muestra de la exquisita gastronomía de las tierras que visita. ‘Lo devora todo con los ojos’ y saluda con auténtica delectación un buen bocado ‘al dente’. Y, quizás lo más importante, viajando se conocen gentes con las que merece la pena tropezarse y se hacen amistades de las que cuesta trabajo separarse. De una intensa experiencia vivida se regresa diferente de cómo se partió.

Amós de Escalante tiene otra faceta más que interesante. La de cronista. Tarea que desempeñó durante varios años.

¿Para qué sirve un pseudónimo? Para ocultarse tras él, para impactar con su sonoridad… lo que resulta sorprendente es que utilizara e hiciera célebre el pseudónimo de ‘Juan García’, lo que es una prueba de su carácter laberíntico y de un sentido del humor un tanto especial, por no hablar de su socarronería.

Colaboró, en el ‘Semanario Pintoresco Español’, en la ‘Revista Cántabro-Asturiana’, o en ‘La Ilustración Española’ entre otras publicaciones. Me agradan, especialmente, las aparecidas en ‘Museo Universal’ por sus originales enfoques y por el distanciamiento que sabe adoptar.

Amplio, muy amplio es el abanico de sus inquietudes y de sus preferencias. Fue un estudioso apasionado de la arqueología, lo que se advierte en sus libros de viajes.
Si bien en su extensa trayectoria creativa se aproximó a diversos estilos, puede considerársele muy apegado a lo que podríamos denominar la estética del romanticismo.

El gusto por la arqueología y la estética romántica, lo condujeron al cultivo de la novela histórica. Amós de Escalante no acostumbraba a dar puntada sin hilo. Conocía, con cierto detenimiento, las obras de Walter Scott y Los novios, emblemática novela de Alessandro Manzoni. Es de justicia exponer con claridad que tuvo una amplia cultura y una erudición estimable. Señalemos a este respecto que se dice de él que leía a los clásicos greco-latinos en su lengua original. Antes de concluir esta enumeración me gustaría añadir que también practicó y con acierto la crítica literaria.

En un artículo de las dimensiones del presente, no es posible hablar siquiera sea sucintamente, de todas las facetas que cultivó. Me centraré en lo que hoy denominamos literatura ‘De y Sobre viajes’. Ya hemos mencionado su libro Del Ebro al Tiber -1864-. Se trata de un texto que podríamos calificar de digestión lenta. Cuatro años antes de publicarlo, tuvo la ocasión de visitar Italia y ahí, están plasmadas las ciudades por las que pasó o en las que se detuvo, los restos arqueológicos y las vivencias experimentadas.

Su pasión por el viaje se hace también patente en Del Manzanares al Darro -1863- que es nada más y nada menos, que su encuentro y su fascinación por Andalucía. Obsérvese, que acostumbra a llevar al título de sus libros los nombres de los parajes y de los ríos que atraviesa cuyo curso, a veces, sigue.

Lejos del dictamen del experto, realiza algunos comentarios que bien pueden situarlo como concomitante de la investigación histórica pero, en cierto modo, mezclándola con la leyenda popular y es que su comportamiento es casi siempre el de un autor ‘romántico’.

De cuando en cuando, es conveniente preguntarse ¿qué es la originalidad?. Quizás, sea esa capacidad de decir las cosas a tiempo… luego ya, es tarde. Tanto en el siglo XIX como en este XXI, tan agitado y falto de control, las certezas son bastante más escasas que los interrogantes. André Maurois nos dejó dicho que ‘siempre ocurre lo inesperado’. Probablemente exagerara pero los sobresaltos o que cobre carta de naturaleza lo que no estaba en el guión, es cuando menos interesante.

Las paradojas no sólo ayudan a pensar sino a vivir. Amós de Escalante sabe vivir curiosas aventuras sin asomo de pedantería y aceptando, de buen grado, lo que cada viaje nos ofrece que, frecuentemente, es mucho.

Los viajes tienen dimensiones olvidadas pero fértiles que hemos arrojado desdeñosamente a un lado, en esta época de adocenamiento atroz y de turismo masivo, con daños colaterales al medio ambiente y a los lugares que se visitan, lo que parece más una peregrinación que un disfrute de caminantes ansiosos de un poco de aventura.

La vida auténtica está hecha de pequeñeces. Quizás, por eso, sentimos una atracción irresistible por lo no trillado, por lo recóndito, por los pocos lugares y pueblos donde ponemos el pie por primera vez. De ahí, también, que disfrutemos con alojamientos que se apartan de los una y mil veces establecidos.

Los barbaros y las huestes, que se llaman turistas, pero que lo arrasan todo a su paso, lo son. Tienen un no sé qué de narcisismo perverso y brutal. Sería magnífico que lográsemos desperezarnos, despreocuparnos un poco de las rutas ‘imprescindibles’ y volviéramos a asociar el viaje con lo instintivo, con lo que nos sale de las tripas. Así, quizás descubriésemos, también, que la soledad es un buen antídoto contra el egocentrismo.

Aunque solo sea de pasada, no quiero dejar de mencionar Costas y Montañas donde lleva a cabo descripciones minuciosas de la Comarca de Besaya. Sus páginas son hermosas y puede advertirse una documentación rigurosa. ¡Qué bien se llevan la prosa limpia y la exactitud!

En Madrid, en el barrio de La Concepción, Amós de Escalante y Prieto cuenta con una calle que viene a ser un testimonio de cariño que los madrileños le brindaron por su sabiduría y su capacidad creadora.

Sólo me resta por añadir en esta liviana aproximación a su figura que perteneció a la Real Academia de la Historia, quizás en la etapa más respetable de esta institución y que fue miembro de la Sociedad de Bibliófilos de Cantabria y Caballero de la Orden de Carlos III.

Diré una vez más que hay que rescatar del olvido autores como Amós de Escalante. En este sentido las Editoras Regionales vienen realizando una labor sencillamente meritoria y encomiable.

Si dispone de unas horas libres, procure hacerse con una edición de Del Ebro al Tiber, comprobará como no le desagrada en absoluto la elección, es más, le proporcionará muy buenos ratos… y quizás hasta le reconcilie con ese género que hemos dado en llamar ‘Literatura de y sobre viajes’

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Escrito por

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