noviembre de 2025

PASABA POR AQUÍ / Vaya usted a saber con eso de las frases

Detalle de la tumba de Urraca López de Haro, cuarta abadesa de la Abadía de Cañas (La Rioja). Talla de Ruy Martínez de Bureba (1272)

A lo largo de la historia y la literatura se han acumulado montones de frases que a veces son auténticas y otras tan sólo forman parte del imaginario colectivo sin que las dijera el personaje a quien se atribuyen.

En esto de atribuir frases a los famosos la picaresca ha metido mucha mano, como aquellos gacetilleros que recorrían los cafés de Madrid, a principios del siglo XX, y atribuían a Valle-Inclán cualquier anécdota o frase ingeniosa que soltase otro para vendérsela por unos reales a los periódicos —las de don Ramón María las pagaban mejor—. Decían entonces: «hoy cenamos chuletas de Valle-Inclán».

A tanto llegaron que el genial manco reunió a unos cuantos y les dijo que podían inventar lo que quisieran, pero que tuviesen cuidado para no enemistarle con alguien que para eso ya se bastaba él solo.

Pasado el tiempo la veracidad ya da casi igual, pero yo supongo que tal vez muchas de ellas no serían lo mismo si hubiesen tenido ciertos añadidos o, simplemente, hubiesen cambiado parte de su contenido.

Se me ocurre recordar aquí algunas frases muy conocidas, con ciertas apostillas, mejor o peor intencionadas, con el único deseo de compartir sonrisas. Si de paso movemos las «pequeñas células grises», que decía Hércules Poirot, pues mira qué bien.

Imagino a Julio Cesar, tras pasar el Rubicón y aún con las patas de su caballo en remojo, cambiando aquello de «veni, vidi, vici» por «vine, vi y… ya verás lo que me espera ahora», como si adivinase que cuatro años después le iban a acuchillar a los pies de la estatua de Pompeyo.

O que, poco después, cuando Jesucristo estaba con el tal Poncio Pilato, hubiese rematado su frase: «Mi reino no es de este mundo», añadiendo por lo bajini: «pero tampoco del otro, lo siento».

También a aquello que cuentan que se dice en el Quijote y no es verdad, aunque sí lo dijo Goethe de forma parecida, podríamos sumarle otra frase que atribuye Shakespeare al pobre descabalgado Ricardo III. Una detrás de otra más el añadido, quedarían así: «Ladran, luego cabalgamos, ¡mi reino por un caballo! ¡que me muerden!».

Y qué os parece si en gran pensador chino Lao Tsé, cuando soltó su frase «No hay que ir para atrás ni para darse impulso» hubiese añadido: «menos a la orilla de un precipicio».

Incluso cualquiera de nosotros podría completar la frase de Descartes «Pienso, luego existo», preguntando: ¿Y esa gran mayoría que no hay manera de que piense por su cuenta, no existe?

Cuando el gran Sócrates, según cuentan, dijo aquello de «Sólo sé que no sé nada», yo me lo imagino murmurando para sus adentros: «¡Que no os enteráis, so idiotas!».

Igual podríamos añadir al famoso dictamen de Carlos Marx «La religión es el opio del pueblo» algo así como «y cuando el opio pase de moda, ya vendrá el fútbol, los realities televisivos, las telenovelas y los eslóganes políticos».

A aquello que dijo Marilyn Monroe: «Vivir sola es como estar en una fiesta donde nadie te hace caso» se me ocurre opinar, con lágrimas en los ojos, que pensaría para sus adentros: «Tengo que comprar una caja de Nembutal y se acabó la fiesta… aunque lo mismo me asesinan antes, los muy cabrones, para que no largue».

Cuando Groucho Marx pensó aquella frase que no dijo nunca: «Estos son mis principios y si no le gustan tengo otros» lo que seguramente comentó a su amigo el metalhead Alice Cooper fue: «Ya verás cuántos cretinos hay que dicen que he dicho lo que no he dicho, y lo que nos vamos a reír» y añadiría: «Hasta me van a endilgar el epitafio de «Perdone que no me levante» que tampoco es cierto… porque cuando esté tan a gusto en mi lecho sólo pensaré que a burro muerto, la cebada al rabo»

Al leer la frase de Nietzsche «El mundo es bello, pero tiene un defecto llamado hombre» lo que me pregunto es si algunos o algunas feministas podrían finalizarlo a su estilo, diciendo: «un defecto llamado hombre y mujer» ¿o eso no lo hacen?

Cuando se escucha la famosa idea de Óscar Wilde «La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella», los recalcitrantes como yo, siempre añadimos a coro y con auténtico entusiasmo: «Caigamos, sí, caigamos»

No seguiré porque es que me doy cuerda y no paro.

Recordando a ese señor tan raro que se llamó Sigmund Freud, cuando escribió «Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla», me digo a mí mismo «por qué no me callaré más veces». Así que decido callarme, no sin antes dejar en este párrafo algo que me parece trascendental: Lo que hubiera sido de verdad una sorpresa morrocotuda es que Darth Vader hubiera dicho a Luke Skywalker: «yo soy tu madre».

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