abril de 2024 - VIII Año

De la justicia y la igualdad o buscando el orden desde el caos

 Todos para uno y uno para todos

imagen: rtve

El surgimiento de Javier Milei en la política argentina ha logrado un impacto no sólo en el arco político sino también en el filosófico. Su alto caudal electoral ha puesto de relieve conceptos económicos e ideológicos entre los que destaca el de anarcocapitalismo. Es difícil negar el impacto de este concepto ya que une dos nociones que podrían considerarse tradicionalmente opuestas, al menos en el imaginario popular, y probablemente lo sean también conceptualmente.

Para abordar lo que puede significar la adhesión a esta idea lo mejor es ir a los conceptos básicos. Es bien sabido que, desde la etimología, el anarquismo refiere a ausencia de norma, jerarquía, autoridad o gobierno, entiende que se rechaza cualquier tipo de opresión o coacción para tomar decisiones respecto al modo en que se vive.

También suele resumirse con el lema «Ni Dios, ni Amo», inmortalizado por Piotr Kropotkin en 1885. Ni seguir los preceptos de la Iglesia (o de cualquier dogma religioso) ni de cualquier tipo de jefes o directrices obligadas, incluyendo el Estado.

Más allá del origen, esta corriente filosófica y posteriormente política no tiene preceptos unificados ni consensuados entre sus múltiples variantes, es decir, hay muchas personas que se declaran anarquistas y que reflejan grandes diferencias entre ellas.

En términos generales refiere a una oposición a cualquier imposición por la fuerza de las condiciones de vida de los individuos, frecuentemente entendiendo al Estado en su rol de poseedor del monopolio de la fuerza. En este caso, a la amenaza y uso de la violencia para condicionar las acciones de cada uno.

Pese a sus grandes diferencias, como se mencionaba antes, ha habido dos líneas de pensamiento diferenciadas: Individualistas y colectivistas. Con Max Stirner como referente principal de la primera y el mencionado Kropotkin de la segunda. Si bien comparten la esencia referida en el párrafo anterior, sus divergencias son notables.

Dentro de la postura tradicional, colectivista, donde además de Kropotkin se destacan pensadores como Pierre-Joseph Proudhon, Mijaíl Bakunin o Errico Malatesta, se plantea un anarquismo socialista, colectivista, social o comunitario.

Las necesidades de la comunidad frente a las del individuo. En esta corriente se antepone el concepto de “uso” frente al de propiedad privada, y postula una sociedad futura e ideal donde prime la reciprocidad y sea una sociedad igualitaria.

Para ejemplificar, evitando de manera deliberada profundizar en los conceptos puntuales de cada uno de los autores, es una buena sugerencia remitirse al libro de ficción «Los Desposeídos», de Ursula K. LeGuin, donde imagina una sociedad anarquista en pleno funcionamiento y se plantean hipótesis como la de Sapir-Whorf, que explora hasta qué punto un determinado idioma, con sus estructuras gramaticales, determina la visión del mundo que tiene una comunidad determinada. En dicha obra se enseña a los niños a referirse por ejemplo del pañuelo «que yo uso» en lugar de «mi» pañuelo, o el pañuelo que «comparto contigo», en vez de «prestártelo», exponiendo la idea de que las personas llevan y utilizan cosas en vez de poseerlas.

“La idea del bien y del mal existe en el hombre, cualquiera que sea su grado de desarrollo intelectual. Considera como bueno lo que es útil a la sociedad en que vive y malo a lo nocivo para esta. Pero la mayor parte no conoce más que el clan o la familia, difícilmente a la nación y más difícil aún, a la humanidad. ¿Cómo pretender que puedan considerar como bueno lo útil a la especie humana o que sientan solidaridad con su clan, a pesar de sus instintos tan egoístas?”
Piotr Kropotkin

En cuanto al anarquismo individualista, hace énfasis en la autonomía del individuo, sosteniendo que cada uno es su propio dueño. No se oponen a la desigual distribución de la riqueza, aceptándola como una consecuencia de la libre competencia.

Es decir, si las acciones individuales de uno llevan a acumular más que otro eso es aceptable, cada uno negocia con sus propios medios su crecimiento personal.

La imposición de la fuerza ya no corre como monopolio del estado, sino que transfiere esa potestad a individuos que comercian como un servicio más. Esto quiere decir que aceptan la violencia, siempre y cuando la lleven a cabo individuos particulares y no se le otorgue esa capacidad de manera exclusiva a una entidad representante de la comunidad.

Esta vertiente tiene como referentes al mencionado Stirner, a Ludwig von Mises y Murray Rothbard, este último creador del concepto de anarcocapitalismo.

Stirner, cuyo legado principal es su «Filosofía del egoísmo», sostiene que los individuos deben hacer aquello que desean, sin hacer caso a Dios, Estado o regla moral, en concordancia con lo explicado anteriormente.

Se desprende de esto que no descarta perjudicar a otros, incluso lastimarlos, a fin de lograr sus objetivos. Mises (principal referente de Rothbard) planteaba que las intervenciones del Estado llevan a un estado distinto al natural en la sociedad, y que esto desembocaría en el caos.

Para él el protagonista de la economía es el emprendedor como actor que interviene en un libre mercado y que de acuerdo con sus características individuales quienes no resulten lo suficientemente productivos irán arruinándose, favoreciendo la innovación y el progreso.

Paradójicamente no profundiza en las consecuencias de que tales acciones favorecerían monopolios y por consiguiente, como los recursos son finitos, provocaría inequidades, y sin la intervención de un ente regulador sería imposible mantener el balance de la sociedad.

Finalmente, Rothbard, autor de cabecera del mencionado Milei, sostenía que todos los servicios prestados por el «sistema monopolístico del Estado corporativo» podrían ser proporcionados de forma más eficiente por el sector privado y escribió que el Estado es «evidentemente una organización del robo sistematizada». Calificó la banca de reserva fraccional como una forma de fraude y se opuso a la existencia de un banco central.

Todos estos postulados han sido repetidos de forma literal en la campaña electoral argentina por Javier Milei.

Es necesario plantearse las trágicas consecuencias de la implementación de esas ideas en una sociedad como la actual. En este sentido podemos agregar lo que ya dijo el mismo Rothbard en una conferencia en 1981: «No dudes en decir cualquier cosa, porque digan lo que digan, no importa cuán idiota sea, ya ha sido dicho antes por algún eminente economista». El perro que se muerde la cola.

Las diferencias están a la vista. El planteo de ausencia de autoridad puede avanzar con la intención de fomentar el colectivismo, minimizar las diferencias y distribuir de manera equitativa y justa la riqueza, o bien para potenciar las inequidades en base a un individualismo extremo, en una especie de sálvese quien pueda.

“La libertad no puede ser realizada más que en sociedad y solo en la más estrecha igualdad y solidaridad de cada uno con todos.”
Mijaíl Bakunin

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