Décimas para Sara
Ezequías Blanco
Prólogo de José Cereijo
Ilustraciones de Eugenio Rivera Claudio
Mahalta Ediciones
Ciudad Real, 2025
LA LUZ DE SARA
En la incontinente crecida de novedades líricas, es una certeza crítica reconocida que la poesía contemporánea adolece de versolibrismo —tan cerca muchas veces de la simple prosa— y es el recurso expresivo habitual. Son contados los autores que emplean en sus materiales creativos formas cerradas, siendo el soneto, tan arraigado en nuestra tradición desde la posguerra, el molde más socorrido. También la décima, esa estrofa de diez versos octosílabos, creada en el siglo XVI por Vicente Espinel, tiene un cultivo minoritario. A ella recurre Ezequías Blanco (Paladinos del Valle, Zamora, 1952), Catedrático Jubilado de Lengua y Literatura, continuo practicante de distintos géneros literarios, e inolvidable director durante décadas de la revista literaria Cuadernos del Matemático, para celebrar el preciado regalo sentimental de ser abuelo.
El libro Décimas para Sara cuenta con una apertura luminosa del poeta José Cereijo, quien advierte del peligro de “infantilizar la literatura” y convertir el lenguaje natural de la comunicación entre niños y adultos en un soniquete impostado, que borra la singularidad del poeta y falsifica los rasgos expresivos de la conversación. Hubo un tiempo en el que nosotros también fuimos niños y se tiende a idealizar aquel paréntesis vital como si, a cada instante, la niñez fuese un manantial de asombro. Sara, la niña protagonista es la nieta del escritor y el tiempo convivencial de sus primeros años ha ido generando contingencias y actitudes, convertidas después en detonantes de los poemas.
Junto a la amanecida prologal de José Cereijo destacan por su lenguaje colorista y su perfección técnica, las ilustraciones del poeta, periodista y director de la revista digital Entreletras Eugenio Rivera Claudio; sus imágenes recuerdan la expresividad de los cuentos clásicos y el territorio expandido de la imaginación, con un cierto sustrato irónico.
El poema de apertura concede a la presencia de la niña en casa un efecto terapéutico. Su cercanía permite alumbrar las zonas umbrías de la realidad y recobrar las luces que se han ido apagando, fundidas por la experiencia de los años y el deslucido ovillo de contradicciones. La presencia de Sara en los poemas añade un fuerte estrato emotivo al quehacer poético: la evocación de mínimos acontecimientos domésticos, ligados al desarrollo físico infantil va marcando estelas cuajadas de ternura: el primer diente, las décimas de fiebre que dibujan de fresa la mejilla, el caminar pautado del tiempo hasta el primer cumpleaños, los viajes familiares, el variopinto ambiente de los nazarenos en Semana santa o la profesora de párvulos…Todos esos hitos biográficos adquieren en el poema una normalidad plena de asombro. Se describen mínimas vivencias, pero también las palabras conforman una indagación reflexiva que tiene sitio propio en la geografía de la memoria. La niña convierte el estar diario en un duermevela de luces y sentimientos. El ruido de la calle se mitiga, como si lo que realmente mereciera la pena fuera recorrer los diversos itinerarios de ese mundo diluido entre la imaginación y el sueño, donde los niños son figurantes y secundarios, protagonistas con un crecido entusiasmo vital.
La escritura de Ezequías Blanco combina el intimismo coloquial con una adjetivación emotiva. Todo el libro compila un transparente propósito comunicativo que trasciende el diálogo con Sara. y engendra una mirada de claridad y esperanza. El esquema versal captura el nítido realismo de una observación complacida: “Eres sensata y prudente / eres lista y eres guapa / y llevas en la solapa / la inocencia de tu frente. Como el río en su corriente / fluye la sangre en tus venas. / Eres alivio de penas, / eres risueña y mimosa y fulges como la rosa / que florece en las arenas”.
Estos poemas con destinatario conviven con un mitigado didactismo, que recuerda a una fuerte tradición de la fábula, donde se combina incidencia argumental y propósito moral. Se percibe, con transparente propósito en el doble poema “Pisar hormigas”. Otras veces, en cambio, prevalece el buen oído del poeta y su capacidad para transformar el poema en una canción infantil, como en la composición “La mariquita Mati, mascota de la casita encantada”, que tiene un evidente aire popular, o que busca en el lenguaje un sentido lúdico.
Las variables argumentales del libro añaden otros personajes, como Vega, lo que obliga al escritor a cambiar el formato versal y sustituir la décima por un poema con mayor desarrollo.
El título del poemario, Décimas para Sara convierte el discurrir del libro en primer plano de una única protagonista que hace reír y pensar. Es una presencia emotiva que oye en voz baja el cauce transparente del futuro. La nieta personifica la mirada inocente y todavía libre de cualquier sombra existencial. Tiene en su interior esa perfección ideal de la ternura dispuesta a contemplar el mundo, desde la amanecida, como un espectáculo de asombro.