¡Mis queridos palomiteros!
Hoy, 30 de noviembre, celebramos los 90 años de Woody Allen —en este vídeo le homenajeé por su 85 cumpleaños—, un aniversario que nos invita a reconocer la magnitud de un creador total. Allen no solo se ha movido con maestría entre el cine y la literatura; él ha dado forma a ese territorio ambiguo donde su peculiar ingenio se encuentra con la reflexión profunda. Su arte se sostiene en la habilidad de convertir la fragilidad humana en un idioma universal, capaz de dar color tanto a lo absurdo como a lo sublime.
Así las cosas, el cine de Allen ha mantenido una coherencia temática inconfundible a lo largo de cinco décadas. Desde las comedias neuróticas que lo consolidaron en los setenta, como Annie Hall (1977) y Manhattan (1979), hasta dramas crepusculares como Hannah y sus hermanas (1986), Delitos y faltas (1989), el giro sombrío de su muy madura Match Point (2005) o su pesimista acabado de Irrational man (2015), su filmografía siempre ha exhibido una mirada lúcida y profundamente ligada a las contrariedades de nuestra existencia.
Además, la dimensión de Allen como escritor ha encontrado en la literatura una manera de extender de su singular universo, a menudo paranoico. Su trabajo en prosa reciente ha permitido una inmersión más directa en su intrigante mundo interior que en el cine dependía y depende del tipo de encuadre o de los habituales formatos de diálogos desternillantes de muchas de sus películas.
A su vez, ha demostrado ser un virtuoso para la sátira en su colección de relatos breves Gravedad cero (Alianza Editorial, 2022), de la que ya hemos informado. Previamente, con A propósito de nada (publicada por Alianza Editorial en marzo de 2020) —maravillosa a todas luces—, Allen ofreció su autobiografía, una revisión íntima de sus logros y fracasos marcada por una honestidad sin concesiones.
Ahora, el autor da un giro a su ya impecable estilo literario con su primera novela, ¿Qué pasa con Baum? (publicada por Alianza Editorial en septiembre de 2025). Este texto largo es una extensión natural de su filmografía, en la que busca trascender el formato breve para explorar con mayor profundidad en las contradicciones de su protagonista. Asher Baum, el personaje central, funciona como un espejo deformado, un escritor atrapado entre la culpa, la envidia y la fatalista pregunta: “¿qué hubiera pasado si…?”, un subgénero de cine cada vez más recurrente en el séptimo arte.
Leer Baum en diálogo con Gravedad cero y la confesión de A propósito de nada permite comprender la continuidad esencial de Allen como autor. Su prosa brilla por su tono distintivamente alleniano. Aunque en ciertos pasajes el libro puede resultar autocomplaciente, la obra destaca por su franqueza.
A sus 90 años, Woody Allen sigue demostrando que las grandes historias pueden brotar con el mismo ajuste de un plano secuencia que de una frase bien afilada. Su legado, ya inmenso, continúa creciendo.
En resumen, no sé si Allen es mejor director, actor y guionista de cine o un buen escritor. En cualquier caso, es un excelente cronista de nuestro tiempo que ha sabido utilizar la risa como un mecanismo de defensa ante los infortunios de la vida. Su persistente capacidad para exponer las neurosis de la época actual prueba que, incluso a su edad, demuestra estar más lúcido que nunca y que su humor, con buenas hechuras, sigue siendo el refugio inagotable del hombre culto frente al caos.
¡Feliz nonagésimo cumpleaños, maestro!
