diciembre de 2025

PALOMITAS DE MAÍZ / ‘Un hilo rojo’ sella el excelente debut literario de la actriz Ana Azorín, una voz ya imprescindible

¡Mis queridos palomiteros!

Hay intérpretes cuya presencia en el escenario no dice demasiado. Y luego está Ana Azorín, una artista luminosa, dueña de una vis cómica natural —creadora de gran imaginación— que lleva más de un decenio tejiendo su camino en el teatro madrileño con una mezcla maravillosa de precisión, desparpajo y elegancia.

Quien haya sido testigo de su arte —desde La importancia de llamarse Ernesto o El abanico de lady Windermere, pasando por Drácula. Biografía NO autorizada, Otelo a juicio, Sueño de una noche de verano, Un marido ideal, Sueños de un seductor, La ramera de Babilonia, Filomena, Otra vuelta de tuerca o la inolvidable Eloísa está debajo de un almendro—, sabe que posee esa habilidad extraña de sostener una función con su sola presencia.

Esa misma actriz —nacida en Yecla en 1982, socia fundadora y pilar vertebrador de PASOAZORÍN TEATRO, además de guionista y partícipe en numerosos proyectos audiovisuales— nos brinda ahora una nueva y estimulante sorpresa: su incursión en la escritura dramática. Lo hace con Un hilo rojo (Éride Ediciones, 2025), su primera obra en solitario, un texto que se presenta con la misma carga de descaro, ternura y buen oficio que ella imprime a cada proyecto.

Ana Azorín

El volumen llega arropado por un prólogo de Ramón Paso, su director, cómplice artístico y testigo privilegiado de su evolución. Paso, siempre generoso en el elogio y feroz en su humor, firma uno de esos textos que no solo introducen la obra, sino que además la iluminan. Nos descubre a la “otra” Ana, la que escribe en silencio, la que se oculta tras una risa floja que apenas enmascara la inseguridad, y al mismo tiempo, a la autora que —en sus palabras— posee una voz indomable y genuina en un panorama saturado de clones.

Un hilo rojo es, en esencia, la historia de un amor que llega mal, a destiempo, como llegan casi todos los amores importantes. El encuentro entre Sara y Nacho —dos adultos con vidas ya armadas, con parejas y rutinas— se convierte en un terremoto emocional que Azorín disecciona con una madurez sorprendente. Su dramaturgia, aún joven pero firme, gana fuerza a través de su visión escénica como actriz.

Azorín domina el tempo teatral con oído de intérprete, creando escenas tensas con silencios que pesan y diálogos tan afilados como un bisturí. Lo consigue porque su mirada es auténtica; lo que transmite es crudo, real y profundamente humano. Y sobre todo, no rehúye el conflicto. Se adentra sin miedo en terrenos difíciles: la infidelidad, el peso de la culpa, la maternidad, los deseos que chocan contra la vida ordenada.

En la obra nos encontramos con una combinación hermosa de comedia y dolor. Ana emplea la neurobiología (adrenalina, dopamina, oxitocina… ese repertorio hormonal que funciona casi como un coro griego moderno) como metáfora, y lo contrapone al lirismo de la leyenda del hilo rojo. Ciencia y mito, amor carnal y amor predestinado: la dramaturgia se mueve entre esos polos con un equilibrio inesperado.

Por otro lado, lo magistral del texto no es solo lo que cuenta, sino cómo lo cuenta. Azorín prescinde del melodrama fácil para entregarnos una historia donde cada acción es ejecutada con tiento y cada vocablo conlleva su inherente responsabilidad. Hay momentos de una sinceridad demoledora, como la conversación sobre la maternidad y los abortos, abordados con franqueza absoluta, libres de concesiones fáciles.

Además, la autora se atreve a poner en escena lo que muchas obras eluden: la fragilidad real de la pareja contemporánea, la imposibilidad de ser héroes en un mundo que exige coherencia. Y lo hace sin sermones, sin moralejas. Cada personaje carga sus luces y sus sombras, y ahí reside buena parte del magnetismo del texto.

Que Azorín firme esta obra no es una anécdota. Gracias a su sólida trayectoria en clásicos y obras propias, conoce a la perfección los secretos del teatro: el tempo de cada escena, la fuerza del conflicto y el impacto de cada réplica. Esta experiencia, acumulada durante años al lado de directores como Ramón Paso o Mariano de Paco Serrano, se refleja en cada página del libro.

No en vano, se estrena como escritora con voz propia, sin imitar a nadie. Lejos del territorio familiar de la comedia ligera que domina como actriz, elige un material más profundo, íntimo y valiente. Por eso, en Un hilo rojo se confirma lo que muchos intuíamos: Ana Azorín no es solo una gran intérprete; es una autora que ha venido para quedarse.

Y si la leyenda dice que el hilo rojo une a quienes están destinados a encontrarse, quizá este libro sea justamente eso: el encuentro definitivo entre Ana y la escritura. Un hilo que, a juzgar por lo que promete esta primera obra, no se romperá jamás.

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Archivo Entreletras

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