marzo de 2024 - VIII Año

Tambascio: como insuflar vida a clásicos y modernos

foto 1Inesperadamente, el cuerpo del director teatral Gustavo Tambascio era descubierto en su domicilio por su hijo Bruno, alarmado porque no respondía a sus llamadas telefónicas, en lo que parece un traicionero paro cardiaco. Tambascio vivía desde hace muchos años en la Corredera Baja de Madrid, en el edificio del Teatro Lara, centro de Madrid, a espaldas de la Gran Vía, en una zona donde se puede ir andando a cualquier parte, principalmente a los teatros; en la mayoría de los cuales dirigió obras variadas, tanto de texto como musicales. Muy trabajador, encadenando trabajos y encargos variados para teatros de España y otros países, se levantaba tarde, y ‘desayunaba’ o comía en algunos de los locales de su misma calle o de las cercanías, donde era reconocido por su trato cotidiano. Proveniente de una familia de origen italiano, había nacido en Buenos Aires en 1948. Siendo un niño, a los cinco años, se había subido a las tablas de la mano de su hermana, pasando más tarde a diversos canales de televisión. Culturalmente muy inquieto en aquella época hizo cosas muy variadas como la adaptación de novelas para seriales en la radio, traducciones y artículos para ‘La Opinión’. El dramatismo de la situación política argentina le salpica como a tantos otros en los primeros 70. La vuelta de un peronismo de izquierda (sugerido por Cámpora) y luego por el propio Juan Domingo, da lugar a una explosión de tendencias que se dicen ‘peronistas’, desde la izquierda radical de los montoneros a la extrema derecha nacionalista y fascista. La violencia se retroalimenta de la otra violencia. 1976 es un año clave con Maria Estela, viuda de Perón, en la Casa Rosada, bajo la sombra negra de López Rega, y el inicio del terrible ‘periodo’, una sangrienta dictadura militar con miles y miles de muertos, comparable a los periodos más negros de la historia del XX. Con la ‘triple AAA’ desatada, bajo la cobertura del terrorismo de estado, toda clase de personas son detenidas o ejecutadas de la forma más vil. Dentro de esa caza humana están los intelectuales, los artistas y los actores, cuando se ponen bombas en los teatros, y centenares de personajes tienen que huir deprisa y corriendo para salvar la vida.

Gustavo Tambascio fue uno de ellos; su ideología trotstkista y en cercanía a la izquierda peronista. Su primer refugio es Caracas, donde llega por primera vez al espacio de la ópera. Un territorio en esa época elitista y distante, donde antaño ‘le había fascinado asomarse tan solo a la entrada de la magnificencia del Teatro Colón de Buenos Aires’. En Caracas transita de un trabajo en la gestión en la Ópera Metropolitana donde llegará a ser secretario general, a la creación artística y la dirección escénica. Es el comienzo de un largo peregrinaje que le lleva a Estados Unidos o a Francia, a dirigir el Centro de Música Antigua de Versalles, entre otros lugares, y finalmente en 1988 a afincarse en Madrid tras pasar por el País Vasco. En estos treinta años trabajará dentro y fuera de España, incluso con encargos en el famoso Teatro Colón, uno de los mitos de su juventud, y adquirirá la nacionalidad española.

foto 2Son más de un centenar las obras firmadas por Tambascio en estos años, donde aparece tanto el musical como el teatro de texto, el minimalismo y el gran espectáculo, la ópera y la adaptación del musical de Broadway, la reinterpretación del mito o el cuento, y la zarzuela. Siempre dejando una huella propia en todo montaje, una firma y una personalidad, donde era capaz de darle la vuelta al texto más difícil o con menos posibilidades, para convertirlo en una caja de espejos fascinante. Su paso no dejó indiferente ni al teatro comercial ni al público, donde trabajó con una gran desenvoltura. En ese primer capítulo, tuvo un gran impacto comercial con ‘El hombre de La Mancha’, interpretado por José Sacristán y Paloma San Basilio, que llegó a ser la obra que más recaudación hizo en los teatros españoles hasta la fecha. Al que siguió la puesta en escena de ‘Zorba, el griego’ entre otros musicales.

Gustavo Tambascio dirigió textos de autores tan variados como Albert Camus, Thomas Bernhard, Lorca, Luis Cernuda, Manuel Puig…, clásicos y contemporáneos, las más diversas adaptaciones de cuentos, relatos, mitos; entre ellos su versión de ‘Frankenstein’ representada en España e Italia en 2010, una reinterpretación escénica del mito, con un enorme juego escénico, sorprendente por su impacto visual y dramático, o la de ‘Pinocho’. De su obra dilatada hay un contenido donde llamó la atención: sus lecturas de la música barroca y los espectáculos surgidos a través de su exposición. Con acierto, en la época de Zapatero fue nombrado coordinador del Centro de las Artes Escénicas de las Músicas Históricas de León. Su montaje sobre ‘La Partepone’ de Vinci fue deslumbrante. Era difícil hablar de puestas en escena de obras del barroco sin acordarse de Tambascio. Entre ellas estaba el ‘Julio César’ de Haëndel que representó en La Plata (Argentina) o ‘Ifigenia en Tracia’ de Nebra en Dallas (Estados Unidos). Toda la magnificencia de esa época se ponía de manifiesto en sus versiones teatrales, que no tenían porque ser necesariamente historicistas. El ejemplo, el ‘programa doble’ ‘La guerra de los gigantes’ y ‘El imprevisible mayor, en amor le vence Amor’ de Durón, escenificado en el Teatro de la Zarzuela de Madrid en marzo de 2016. Un ejemplo de cómo ‘insuflar vida y dar corporeidad actual’ a los clásicos. En el primero la historia se adaptaba a una disputa por el poder industrial en la España de los años 50, y el segundo se acercaba al juego de máscaras y exagerada magnificencia colorista de las cortes barrocas cargadas de velas. El gran sentido del espectáculo de Tambascio le hacía ‘quitar solemnidad’ y ‘respeto reverencial’ a esa fascinante puesta en escena sobre el barroco español, abriendo la función en el patio de butacas antes de la obertura con la presencia de un personaje de travestido provocador que en el entreacto continuaba su ‘show’ en el ambigú, dando lugar a lo que constituía un ‘teatro total’ dentro y fuera del escenario.

foto 4Además, ofreció contenidos escénicos muy originales a obras de zarzuela como ‘El barberillo de Lavapiés’, ‘Agua, azucarillos y aguardiente’, ‘La tabernera del puerto’, ‘La rosa del azafrán’, ‘La Gran Vía’, o ‘La Leyenda del beso’, que como le ocurre a buena parte de ese repertorio cuentan con partituras sorprendentes, de enorme calidad, pero con libretos que no han sabido resistir el paso del tiempo.

En 2016 Tambascio dirigía en el Teatro Real ‘El emperador de la Atlántida’ de Viktor Ullman, una obra escrita en un campo de exterminio nazi, a la que el director escénico le dio un tratamiento muy poco convencional. Entre proyecciones didácticas, citas y referencias históricas, números de cabaret, y un argumento paralelo de ‘viajeros’ condenados a las cámaras de gas, compuso un singular montaje sobre el odio, la intolerancia y la barbarie humana y el racismo. El montaje, sin embargo, no fue bien comprendido ni por el público ni por la crítica, y hubiera merecido un más largo recorrido exterior. Enlazando un trabajo con otro, en 2017 pasó a hacer en los Teatros del Canal un espectáculo minimalista, también muy criticado, ‘Le frigo’ de Arthur Copi, un monólogo de un personaje transgénero. Y hace muy poco la dirección de ‘Fasltaff’ en La Coruña, una ópera cantada por la estrella Bryn Terfel. Trabajaba además en los montajes de nuevos encargos, como ‘Peleas y Mellisande’ de Debussy para el Teatro Colón de Buenos Aires. Y su proyectado regreso al Teatro de la Zarzuela en la temporada 2018-19 con ‘El sueño de una noche de verano’, un contenido que habría dado más pie a la gran imaginación creativa de Tambascio sobre el escenario, montaje que de ser posible no debería quedar en el olvido y servir de homenaje escénico a este personaje que en los últimos años venía trabajando en los más variados escenarios de América y Europa.

Tambascio tenía una enorme curiosidad por toda clase de lecturas y de contenidos, dentro de los más variados géneros. Con una conversación en la que se mezclaban las referencias a Tita Merello, a las películas argentinas de los años 50, al teatro de vanguardia, y al cine: probablemente una de sus ideas aparcadas fue dirigir películas. Y siempre, siempre, la política, que seguía no ya de cerca, sino al milímetro, sin renunciar a sus ideas pero en un contexto distinto al de los años 70. Tambascio escribía, y sus hijos seguramente encontrarán algún ‘tesoro escondido’ entre sus papeles. La opinión de su hijo de que ‘nunca llegó a ser valorado como se merecía’ es perfectamente digna de ser compartida. Su papel, como el de otros directores escénicos, dando vida a textos, obras y músicas, con la máxima dignidad pensando en sensibilidades de nuestros días, dotando de corporeidad y poniendo imaginación sobre clásicos, mitos representados y creaciones de otras épocas, fue memorable. Sin ellos una buena parte de la creación humana no superaría la tumba del olvido.

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Archivo Entreletras

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