abril de 2024 - VIII Año

Teatro / ‘Un Romeo y Julieta para la Revolución’

Teatro ‘Romeo y Julieta’ de William Shakespeare – Sala ‘El Umbral de Primavera’ (Calle de la Primavera, 11. 28012 Madrid) – Reposición en octubre

En la Sala ‘El Umbral de Primavera’ del barrio madrileño de Lavapiés hemos podido asistir a uno de esos montajes que a uno le hacen recuperar la fe en el teatro. En un momento en el que las compañías privadas apuestan a caballo ganador con espectáculos convencionales donde se trabaja con el número mínimo de actores y escenografías estereotipadas a fin de obtener el mayor beneficio de taquilla con el menor riesgo posible, la Compañía Di Pace nos demuestra que se pueden llenar las butacas con una propuesta arriesgada y un abultado elenco de actores.

La razón que justifica que esta producción sea encomiable es bien sencilla: Una labor competente a cargo de un entusiasta grupo de jóvenes actores apoyada en la experiencia de la bonaerense Victoria Di Pace, que dirige con mano maestra esta fascinante aventura. El curriculum de esta última no puede ser mejor: desde su licenciatura  en Arte Dramático en la Escuela Paolo Grassi de Milán hasta su formación en talleres con directores de la talla de Cristina Rota, Eugenio Barba y Peter Brook, por citar unos pocos, ya nos dan una pista por dónde van los tiros en sus trabajos propios como actriz y directora teatral. Hay que destacar que su hermano  es el también actor  Juan Pablo Di Pace, célebre por sus frecuentes apariciones en musicales, películas y TV.

Como actriz,  cantante y bailarina hemos visto a Victoria Di Pace en este mismo escenario en un intenso monólogo en el que interpretaba a Camila O ‘Gorman, protagonista de la obra ‘Ay Camila’ de Cristina Escofet, terrible historia de una dama que vive un amor prohibido con un sacerdote. Por lo que este ‘Romeo y Julieta’ viene a abonar este terreno, ya explorado por la directora, de los sueños imposibles y los deseos rotos.

No es sorprendente, por tanto,  que la puesta en escena de la función del Teatro ‘El Umbral de Primavera’ sea impecable por cuanto que la argentina ya se ha fajado en el “Universo Shakespeare”, con espectáculos en el Centro Dramático Nacional de Madrid (‘Como gustéis’) y en el Mercury Theatre de Colchester y  el Teatro Paolo Grassi, (con sendos ‘Romeo y Julieta’ previos).

Ya solo faltaba la profesionalidad de todo un equipo capaz de poner en pie una adaptación fresca, dinámica, alternativa pero rigurosa de lo que podría parecer un texto dramático condenado a la eterna cantinela de siempre donde todo parece estar dicho ya: un ridículo y almibarado cuento de hadas que acaba mal.

La representación que nos ocupa empieza de una manera bien distinta con una inquietante proyección de vídeo de Marta Calle, a su vez el Romeo femenino de la función, que nos traslada a una sombría Verona marcada por los desastres de la guerra, ahora tristemente tan de actualidad, para sumergirnos en una ciudad postapocalíptica en una era de decadencia moral en la que la destrucción no altera el statu quo imperante, con el poder repartido entre dos familias patricias, los Capuletos y los Montescos, que se profesan un odio secular.

En este alarmante estado de cosas, no hay lugar para el amor. Solo la guerra es la señora soberana y omnímoda que determina todo. Pero sorprendentemente, dos mujeres apostarán por él, como única tabla de salvación en un mundo embriagado por la codicia, la voluntad de poder y los rencores atávicos. El destino querrá que las dos amantes militen en los dos bandos enfrentados, como no podía ser de otra manera. ¡La tragedia está servida! Como leemos en el programa de mano: « Este desdichado encuentro amoroso traerá a nuestra Verona el mensaje más revolucionario de la historia: “El perdón es el único camino hacia la paz” ».

Los actores están todos en estado de gracia, destacando el Romeo que magistralmente interpreta la ya mencionada Marta Calle, que está intachable en su cometido,  y hay que citar también al Mercuzio de Noel Conde, lleno de gracejo y vitalidad juvenil.

El contraste de las dos actrices que encarnan a las enamoradas está bien acentuado porque la ambigüedad del Romeo de Di Pace exige jugar sutilmente con los diferentes roles sexuales. Frente a la candidez y la inocencia de la Julieta de Lara López se yergue el enérgico empaque del Romeo de Calle, que es capaz de modular los diferentes matices que tan ambivalente papel requiere. Sin embargo, como opina Di Pace, la Julieta que nos ofrece está lejos de las ñoñas Julietas que siempre hemos visto en los escenarios y que han dado la visión espuria de una tragedia de dos adolescentes bisoños que se matan casi por un capricho infantil, escamoteando así las majestuosas aristas que hacen perdurable la obra de Shakespeare. Y la cosa tiene delito por cuanto que el personaje de Julieta no tiene parangón en toda la historia de la literatura dramática: ningún  autor ha tenido la osadía de poner en boca de una mujer parlamentos más intensos y extensos que el bardo inglés.

Por otra parte se nos olvida que para los amantes de aquella época histórica el morir juntos en el tálamo nupcial, convirtiéndolo en lecho mortuorio, tenía un simbolismo trascendente que daba dimensión eterna a su amor. Añadamos también que, si bien, Romeo necesita ayudantes en su búsqueda, a modo de quête griálica, por la conquista de su amada, la valerosa Julieta hará el camino sola, sin más consejero que su propia audacia. Es una heroína de toda una pieza.

Con estas consideraciones, para Di Pace era natural, pues, otorgar el papel a dos actrices  para romper con la hegemonía que el hombre ha tenido siempre en todas las esferas de la vida, incluyendo el teatro y, de este modo, romper las barreras entre las diferentes identidades sexuales. Recordemos que en el Teatro Isabelino a las mujeres les estaba prohibido subirse a un escenario por lo que los varones encarnaban los personajes femeninos en la escena. También hay otros personajes que cambian sus roles tradicionales como la ama de Julieta  — impagable el actor Jorge Ferrera en su papel “isabelino” —   y Benvolio, el amigo de Mercuzio. En este sentido, no deja de ser un oportuno e irónico ajuste de cuentas con el pasado el que se permite la directora para reivindicar una vez más el papel que por naturaleza corresponde a la mujer.

En el aspecto interpretativo se nota que hay una complicidad equipo/dirección que Di Pace justifica en el paralelismo que la historia de amor de las tablas contagia al vínculo real que ella establece con los actores o viceversa. De este modo el teatro es un acto de amor en el más profundo, léase sensual, sentido de la expresión. Frente al modus operandi de las empresas teatrales que acostumbran a completar el casting con un ojo (o los dos)  puesto en la rentabilidad, en este caso prevalece el trabajo colectivo que tiene un anclaje firme en los ensayos del laboratorio del actor que tan buenos resultados dio al teatro independiente del final de la dictadura y de la transición.

Ante un texto tan rico y poético como el de Shakespeare hay que agradecer que el verso en general esté bien dicho, aunque en algún caso se eche de menos una mejor vocalización en alguno de los intérpretes, que acaba por chillar, lo  que impide seguir el diálogo. Sin embargo, el conjunto es de gran altura en una de las asignaturas pendientes de nuestro teatro actual, aquejado de una “televisionitis” crónica de pronóstico reservado. ¡Ay, nuestra añorada Alicia Hermida!

En el inteligente juego escénico de este ‘Romeo y Julieta’ se nota la mano de la directora de movimiento que es Di Pace, apoyada por el coreógrafo Fernando Sánchez,  que hace evolucionar con pericia  el conjunto actoral como un auténtico cuerpo de baile en un espacio que no da para mucho, consiguiendo que el tráfico en escena sea lo más pulcro y fluido posible, recordándonos por momentos al gran Miguel Narros.

El figurinismo de Marta Maineri se inclina por un eclecticismo en el que se conjuga el diseño  steampunk, de acuerdo con la austera pero eficaz escenografía de Marina O’Mullony, con la estética del harapo, que se alía con lo decrépito y lo mugriento de los atuendos para servir de metáfora de la sordidez de los personajes y las situaciones que viven estos, muy en la línea del “realismo sucio” de aquellos memorables spaghetti westerns de los años 60.

La atmósfera está bien lograda gracias a un cuidado juego de luces y a la música original que subraya adecuadamente la acción, destacando la fiesta renacentista en el palacio de los Capuleto, que se convierte para la ocasión en una discoteca infernal que, salvando las distancias, nos trae a la memoria el night club neoyorkino al que Buñuel condenó a su atribulado asceta en ‘Simón del desierto’, para espanto de este.

La función se ha podido ver durante los cuatro domingos siguientes al 29 de mayo, día del estreno,  pero se repondrá, ante el éxito obtenido, el próximo mes de octubre, por lo que, a aquellos que no hayan tenido la oportunidad de haberlo hecho, les recomiendo encarecidamente que lo anoten en  sus agendas a fin de que no se la pierdan.

Les espera un ‘Romeo y Julieta’ de rompe y rasga que, para que se hagan una idea, está en las antípodas de aquel melindroso film que Zefirelli orquestó como una ópera de “mucho ruido y pocas nueces”.  Verán un ‘Romeo y Julieta’  estremecedor que homenajea a dos almas gemelas, que atraviesan una historia de erizadas dagas ensangrentadas, con la arrogancia de los que están llamados a luchar por la libertad. Lamentablemente, el fino límite que separa el filtro del amor del bebedizo ponzoñoso que ingieren las amantes se quebrará como el frágil espejo donde se reflejan y en el que  contemplan sin pestañear su deletérea desventura de trágico final.

La historia se cuida de recordarnos que en tiempos de crisis, como el que sufrimos,  el amor es la  única arma que podemos empuñar para hacer la revolución.

¡Arriba las manos!

‘Romeo y Julieta’ de William Shakespeare
Sala ‘El Umbral de Primavera’ (Calle de la Primavera, 11. 28012 Madrid)
Reposición en octubre

Reparto: Marta Calle (Romeo), Lara López  (Julieta), Nicole Pérez-Yarza (Fray/Madre Montesco), Izarbe Bernal  (Benvolio), Noel Conde  (Mercuzio), Alberto Larios (Paris/Criado), María Díaz (Madre Capuleto), Ferran Plana (Padre Capuleto), Arwent Martínez (Teobaldo/Boticario), Jorge Ferrera  (Ama)

Equipo técnico: Dirección: Victoria Di Pace, Asistente de dirección: Constanza Fuchs, Diseño de luces: Ezequiel Nobili, Escenografía: Marina O’Mullony, Vestuario: Marta MaineriI, Diseño de sonido y música: Shahen Hagobian, Coreografía: Fernando Sánchez, Lucha escénica: George Karja, Diseño gráfico: Cote Ortuzar, Videografía: Marta Calle, Producción: Natalia Quintanilla, Marta Ribeiro.

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