octubre de 2024 - VIII Año

Antoni Tàpies: arrancar los secretos a la existencia

Pintura groga. N-XXIV (1955). Técnica mixta sobre tela

Monumentales pinturas, ensamblajes, esculturas, carteles, collages, dibujos, obra sobre cartón…, hasta un total de 220 piezas, elaboradas en los más diversos materiales, componen la retrospectiva de Antoni Tàpies que hasta el 24 de junio puede verse en el museo Reina Sofía. Se trata de la selección más completa exhibida hasta el momento, e incluye obra de todas sus etapas; desde sus primeros autorretratos a tinta, realizados a mediados de los años cuarenta, hasta los últimos barnices que dominaron los lienzos de la década de los 90. El título de la retrospectiva: Antoni Tàpies. La práctica del arte[1] no es caprichoso sino una oportuna alusión a la primera compilación de ensayos escritos por el artista y publicada en 1970, con el que el comisario de la exposición Manuel Borja-Villel  subraya el gran valor  de Tàpies no sólo como pintor sino también como teórico del arte.

Abre la retrospectiva instalada en la cuarta planta del museo madrileño el óleo Blau amb quatre barres roges, una de las más luminosas telas de este pintor poco amigo de los colores. Así colocada, al inicio del recorrido, la obra, de 1966, expresiva y comedida, avisa al espectador del esforzado diálogo informalista que indefectiblemente, una y otra vez, Tàpies plantea con “la realidad”. Pues en lo que consiste la práctica del arte es en abrir una fuente de conocimiento mediante formas nuevas que le impacten: “Delante de una obra de arte el espectador ha de verse obligado a hacer examen de conciencia y a poner al día sus antiguas concepciones” (La práctica del arte, pág. 20).

Siga el consejo de Tàpies el espectador que deambule entre los dibujos, los oleos, las tintas chinas y, pronto, las texturas…, a los que siguen, los primeros hallazgos matéricos, para continuar por las conquistas objetuales, los ensamblajes, las gigantescas piezas realizadas para el Documenta III de Kassel, en 1966, y ya los juegos con los barnices de los años 80 y 90 entre los que asoman contornos humanos… debe consentir el impacto de las obras pues con ello hace resonar su espíritu.

La disposición de las piezas resulta en su conjunto funcional, directa y, en la medida de lo posible, clara, no obstante, el museo se enfrenta con la difícil tarea de hacer llegar al espectador de otro siglo, el XXI, un artista prototípico de una forma de entender el arte, la vanguardia, y una época, la modernidad, ya extintas. Las vitrinas, con cartas, publicaciones, ejemplares de la revista del grupo Dau al Set[2] , carteles,  poemarios ilustrados, catálogos, a lo que se suman los textos de sala, contribuyen a la contextualización de las obras en sus periodos y en sus circunstancias históricas.

Triptic (1948). Óleo sobre tela

Tal vez no esté de más señalar, a este respecto, que, si disponemos hoy de tanta y tan bien elaborada información sobre el pintor barcelonés (no solo en esta muestra sino de forma general en las bibliotecas, librerías, museos e internet), lo debemos, en gran medida, a la pronta decisión que Tàpies tuvo de documentar todo su trabajo. Lo cual es mérito también del historiador  Josep Gudiol[3], quien insistió en la importancia de fotografiar y guardar registro de las obras del pintor desde fecha muy temprana. Esta tarea culminaría en una esmerada edición de su catálogo razonado Tàpies. Obras completas, cuya publicación en nueve volúmenes se inició en 1986 y continuó durante más de una década.

Tàpies, bibliófilo autodidacta; un caso poco frecuente de pintor metafísico, nutrió su ansia de saber ya en la adolescencia, como consecuencia, en parte, de su mala salud. Hijo, nieto y bisnieto de editores, Antoni Tàpies creció en una familia catalanista burguesa bien provista de libros y música. Su esforzada tarea investigativa llevó pronto al joven aspirante a artista a entrar en contacto con el misticismo occidental, la filosofía de Hegel, Nietzsche y Heidegger, y la tradición mística catalana encabezada por Ramon Llull.

La singular personalidad de la obra de Tàpies, remisa a la adscripción en corrientes como informalismo o abstracción, ha suscitado, también, el interés de críticos, ensayistas, teóricos del arte e incluso psicoanalistas de la cultura. Y ello tiene su fundamento no solo en el carácter rupturista con que platea su discurso plástico, que también, sino en la enigmática revelación de lo real que este alquimista de las artes visuales efectúa en sus telas, cartones y muros.

La lista de contribuciones teóricas a la elucidación de la obra del artista es demasiado larga; limito aquí las menciones a tres. En primer lugar, Juan Eduardo Cirlot, quien ya en Significación de la pintura de Tàpies (1962) acierta a poner palabras a un repertorio procesual ciertamente complejo, con penetrantes formulaciones tales como: “el factor negativo y disolvente”, “la subversión del fondo contra toda superposición” o “el carácter indeciso de la huella”.  Igualmente, lúcido, Pere Gimferrer (Antoni Tàpies y el espíritu catalán) rastreó de forma pormenorizada, en esta publicación de 1974, fuentes, códigos, etapas, y, sobre todo, los itinerarios de la tradición mística catalana de los que Tàpies tomó aliento y ha pasado a formar parte. Mucho más reciente es la aportación del psicoanalista lacaniano Massimo Recalcati que, en El secreto de Antoni Tàpies (2020), indaga sobre los muros y las cruces que el artista lleva en su nombre y deposita en su obra: “La cruz deriva de ese movimiento que no depende de la intención del Yo, sino que arde en un instante vacío de pensamiento, en un puro acto que excluye cualquier intencionalidad”. (p. 37).

Porta metàl·lica i violí (1956). Assemblage

Haga el espectador la visita con calma. Las obras contienen cargas desgarradoras a menudo, pero también muy espiritual musicalidad. La primera sala merece su tiempo. En esa etapa figurativa que podríamos decir queda cerrada con el autorretrato al óleo de 1950 al que se refiere Recalcati -tan relamido que despierta recelo- se encierran claves mistéricas que orientarán toda la obra de este artista. Tampoco deben pasarse por alto los trabajos de menor tamaño sobre papel o cartón, especialmente, la serie Teresa (1966), un ejercicio de amor, creatividad y erotismo que deja al descubierto la despreocupada creatividad con que el artista aborda algo tan íntimo como su mirada sobre la compañera de por vida. “Me siento tan compenetrado con Teresa – revelaba en 1981- que hablar de ella es como hablar de mi mismo… parecía que éramos la misma cosa, la misma persona”.[4]

La retrospectiva del Museo Reina Sofía de Madrid forma parte de las actividades que, con motivo del centenario del nacimiento del artista está promoviendo la Fundación Antoni Tàpies.  Simultáneamente, y a la espera de que, una vez finalizada en Madrid, se exhiba en Barcelona, en el edificio modernista de Lluís Domènech i Montaner situado en Carrer d’Aragó, 255, sede de la Fundación, se ofrece una muestra más específica pero altamente interesante: Tàpies: La Huella Zen. La comisión de este centenario está formada por: Judith Barnés, Pilar Cortada, Anna Saurí, Clara Tàpies, Toni Tàpies y Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, comisario de la muestra que ahora comentamos y primer director de la fundación entre 1990 y 1998.

NOTAS
1] Como escritor, Tàpies ha publicado los siguientes títulos: La práctica del arte (1970), El arte contra la estética (1974), La realidad como arte (1982) y Por un arte moderno y progresista (1985), y Memoria personal (1977).
[2] “Dau al Set” es el nombre del grupo fundado por el poeta Joan Brossa, el filósofo Arnau Puig y los pintores Joan Ponç, Antoni Tàpies, Modest Cuixart y Joan-Josep Tharrats, a los que más tarde se sumó el teórico Juan Eduardo Cirlot. Fue en este grupo donde Tàpies se adentró en el imaginario surrealista y trazó una muy fecunda relación artística y personal con Brossa. La revista, además de sobre artes plásticas, publicaba artículos sobre poesía y todo género de literatura y cultura popular.
[3] Josep Gudiol se encargó, él mismo, de fotografiar a partir de 1949 las obras del artista y organizó en 1953 su primera exposición en EE.UU. en la ciudad de Chicago.
[4] Conversaciones con Tàpies, Miguel Fernández-Braso, p. 106.

Antoni Tàpies. La práctica del arte
Museo Reina Sofía. Del 21 febrero al 24 junio. / Edificio Sabatini, Planta 4
L- S de 10:00 a 21:00 (excepto M cerrado).
D de 10:00 a 14:30 
Horario gratuito: 
L-S de 19:00 a 21:00 (excepto M cerrado). D de 12:30 a 14:30 

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Archivo Entreletras

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