¡Mis queridos palomiteros!
Hasta el próximo 23 de noviembre, el Teatro Bellas Artes acoge funciones de la muy interesante comedia conyugal Mejor no decirlo, dirigida con solvencia por Claudio Tolcachir y protagonizada por los excelentes intérpretes María Barranco e Imanol Arias. De la producción de la obra se encarga Pentación Espectáculos, a cuyo frente está don Jesús Cimarro.
El bonaerense Claudio Tolcachir dirige Mejor no decirlo con la sencillez de quien confía plenamente en su historia. Él, que ya demostró sus cualidades como actor y dramaturgo en La omisión de la familia Coleman (2010) o como director en Camino a la Meca (2025), vuelve a poner el foco en las relaciones de pareja.
La obra, escrita por la joven autora y actriz francesa Salomé Lelouch (2024), parte de una pregunta sencilla, aunque no exenta de peligro: ¿qué pasa cuando una pareja decide contarlo absolutamente todo? A partir de ahí surgen un montón de respuestas, que la pieza teatral asume en tono de comedia y que cuestionan si decir siempre la verdad es sano en una relación sentimental.
En el caso que nos ocupa, el peso de la función lo sostienen durante toda la representación Imanol Arias y María Barranco, con una química apreciable desde el primer momento. Representan un matrimonio de larga duración que hasta ahora ha sabido comunicarse.
Arias, que viene de trabajos exigentes como Muerte de un viajante (2021), construye un personaje vulnerable, lleno de inseguridades que asoman entre bromas y verdades medio atropelladas.
Barranco, actriz de comedia con impecable trayectoria (El Premio, 2022), y ganadora del Premio Goya en dos ocasiones (Mujeres al borde de un ataque de nervios, 1988) y Las edades de Lulú, 1990), aporta ritmo, ironía y mucha frescura en sus diálogos desinhibidos y lenguaraces. Encarna todo lo que le falta a su partenaire.

Y, por su lado, Tolcachir acierta al no recargar nada: actores, texto y un espacio escénico mínimo bastan para que la historia avance sin tropiezos. Las pausas cuentan tanto como las frases, y el público se reconoce en esa forma torpe y humana de decir lo que nos cuesta. No en vano la comicidad surge de lo que duele y del vértigo que provoca la transparencia absoluta.
Al terminar, nadie tiene una respuesta clara sobre qué es mejor —si callar o hablar—, y ahí está el verdadero acierto de la propuesta. Uno sale riendo, sí, pero también preguntándose dónde colocamos nuestros límites y si la verdad, cuando hiere, sigue siendo tan necesaria. Mejor no decirlo es una comedia inteligente, bien interpretada y muy cercana, que invita a mirarnos en el espejo de nuestras conversaciones pendientes.
Comedia brillante que nos hace reír… y nos obliga a decirnos la verdad.











