La muerte de Héctor Alterio a los noventa y seis me lleva a recordar una de las películas más bellas del cine español, El nido. No hay que olvidar que el actor comenzó a hacer cine en España en los años setenta y esta es una de sus películas más representativas, aquí recuerdo esta bella historia entre un hombre de más de cincuenta años y una joven muchacha. Se nos ha ido un grande, un actor que dejará huella, para siempre, en nuestra memoria. Padre de una familia magnífica, con los excelentes Ernesto y Malena Alterio.
EL NIDO, DOS SERES UNIDOS POR EL TIEMPO
Jaime de Armiñan dirigió El nido en 1980, película que contiene grandes dosis de afecto y que fue rodada en gran parte en la ciudad de Salamanca, también en San Martín del Castañar, porque el paisaje es importante en esta película. Las escenas donde pasea el protagonista, Alejandro, interpretado por Héctor Alterio, con Goyita (Ana Torrent), son una delicia de sensibilidad, porque la historia de amor entre ambos siempre es vista con ternura y recato, en ningún momento sobrepasa ese afecto entre dos seres que se encuentran en sus soledades.
Salamanca que es una ciudad hermosa, donde la plaza Mayor se convierte en un espacio de belleza inigualable, donde la cultura brilla y podemos ver el rectorado donde sufrió y dio clases el gran Unamuno, se convierte en la película en una luz que va dejando brillos, porque Alterio pasea su mirada solitaria por los rincones de la ciudad. Su interpretación medida y cuidada dota a la película de un gran magnetismo, ya que Héctor Alterio es un gran actor que siempre ha mostrado su fuerza en los papeles que ha interpretado.
La historia cuenta el encuentro de este hombre, salmantino, con Goyita, una joven de trece años, que puede recordarnos a la Lolita de Nabokov, pero sin la malicia de la joven, que, como recordamos, se convertía en la tentación inevitable para un hombre maduro (en la película de Kubrick James Mason estaba genial en el papel del maduro protagonista y la joven Sue Lyon brillaba con fuerza en la cinta).
Goyita es sensible, apasionada y tiene sentido del humor. Apreciamos el cambio que había sufrido ya Ana Torrent, de la niña de El espíritu de la colmena a la jovencita de esta película, donde hay más diálogo y más expresividad en su interpretación. La actriz española también ha dotado a sus personajes (luego llegaría, ya más tarde, Tesis) de una cierta extrañeza, como si al mirar dejara siempre cosas que decir, porque la mirada de Ana ha marcado siempre sus interpretaciones (fue esencial la mirada en la niña que mira el mundo de los adultos en El espíritu de la colmena).
Los juegos del bosque, el desenfado entre ambos. Alejandro es un hombre infeliz, en la madurez de su vida, unos cincuenta años, pero parece mayor. Son importantes los espacios abiertos, porque juegan un papel fundamental, son los ámbitos donde ambos pasean, como si la película evitase los entornos cerrados, porque en estos puede propiciarse un deseo no contenido, que la película evita siempre. No se trata, para Armiñan, de describir un mundo sucio sino que toda la cinta está tocada con la ingenuidad y con el afecto. Podemos entender cómo un hombre mayor sintoniza con una joven, porque le aporta una espontaneidad y alegría que ha ido perdiendo con el tiempo. Ese afán de recuperar esa sintonía vital está presente en la película y late en todo momento.
La puesta en escena refleja la vulnerabilidad de los dos personajes, donde no sabemos a veces quién es más fuerte porque Goyita, pese a sus trece años, tiene en muchos momentos la seguridad vital que no posee Alejandro. Este nos recuerda al Aschenbach de La muerte en Venecia, la novela de Thomas Mann, de la cual Visconti filmó su obra maestra, Muerte en Venecia, porque mira a Goyita como si fuese su Tadzio. Hay tal rubor, tal delicadeza, que está presente en el buen hacer de este gran actor que es Alterio.
Con la fotografía de Teo Escamilla y la música de Alejandro Massó, El nido es una película intimista y bella que toca con esmero un tema que podría hoy día ser censurado, dada la corriente puritana que nos rodea y que está llevando a censurar grandes clásicos del cine por motivos nada claros.
Los actores secundarios están geniales, Luis Politi brilla en sus diálogos, Patricia Adriani demuestra su frescura y su soltura en la época en que destacó en el cine, Agustín González está genial como siempre.
Nos hallamos ante una película donde la ciudad de Salamanca, con su belleza, es otro personaje más, testigo de esos encuentros, de esos diálogos, de esa ternura. Además, es una película que nunca pierde el ritmo, aunque este sea algo lento, nos va hechizando con su delicadeza.
Como último detalle, mencionar que Ana Torrent ganó el premio a la mejor interpretación femenina en el festival de Montreal por esta película. Su mirada enigmática prevalece en sus interpretaciones posteriores.
El nido es una película que quizá hoy no se filmaría, pero queda el aire nostálgico de ese hombre que quiere recuperar a través de la joven esa alegría perdida. Solo con ternura y con amor a los personajes podemos entender esta bella película filmada en una gran parte en la ciudad de Salamanca.












