Fernando Rueda, periodista y escritor, acaba de publicar un nuevo libro ‘Destrucción masiva. Nuestro hombre en Bagdad’ (Roca Editorial).
Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid es en la actualidad profesor del Centro Universitario Villanueva. Desde hace más de veinte años es colaborador del célebre programa ‘La Rosa de los Vientos’ de Onda Cero.
Fernando Rueda es autor de títulos imprescindibles para conocer y entender todo lo relacionado con los servicios de inteligencia: ‘Servicios de inteligencia: ¿fuera de la ley?’, ‘Operaciones secretas, las alcantarillas del poder’, ‘La Casa I y II’, ‘El regreso de El Lobo’ o ‘El dossier del rey’ son algunos de ellos.
Ahora, Fernando Rueda nos acerca a uno de los episodios más interesantes y dramáticos de la historia de los servicios de inteligencia españoles: la muerte de ocho agentes en dos atentados terroristas sucedidos durante la guerra de Irak en 2003.
Entreletras ha conversado con Fernando Rueda, el mayor especialista en temas relacionados con los servicios de inteligencia y espionaje, sobre ‘Destrucción Masiva. Nuestro hombre en Bagdad’…
-Su nuevo libro trata de un episodio que en su momento tuvo un gran impacto mediático en nuestro país, aunque luego cayó en el olvido. ¿Qué le ha impulsado a rescatar la historia de aquellos agentes de inteligencia que perdieron la vida en dos atentados durante la guerra de Irak de 2003?
-Era una necesidad desde hacía muchos años. Se había convertido para mí en esa historia que muchos periodistas y escritores llevamos metida en la mochila, cuyos protagonistas te piden incesantemente que la cuentes. Mientras no lo haces, te martillean con preguntas sin respuesta, te plantean dudas que desconoces y te acusan de no ejecutar una justicia que está en tu mano. Cuando al fin encontré el modo de contarla mi objetivo era claro. Quería rescatar de la amnesia colectiva la epopeya de unos héroes que lo dieron todo sin esperar nada a cambio. También pretendía resolver el misterio de qué ocurrió antes, durante y después de la invasión por parte de Estados Unidos de Irak para sacar a Sadam Husein del poder. Y, finalmente, me interesaba meterme en la personalidad de los protagonistas para saber qué mueve a las personas a actuar de una u otra forma.
-El segundo de estos atentados, la emboscada de Latifiya, fue recogido en su momento por diversos medios como ‘la mayor catástrofe del servicio secreto español’. Se movían sin escolta, sin coches blindados ni armas largas pese a la degradación de la seguridad que existía en Irak en esos momentos. ¿Cómo pudo suceder algo así?
-Los servicios de inteligencia como el CNI están acostumbrados a que sus agentes se muevan en las circunstancias más peligrosas y extremas, muchas veces con riesgo para sus vidas. Pero hay veces que los acontecimientos se adelantan a sus planeamientos y su reacción no es la acertada. Mirar esta catástrofe con el paso de los años me ha permitido describirla con muchos datos y ahora que cada uno saque sus propias conclusiones de lo que pasó. La mía es que la dirección de La Casa no adoptó los mecanismos de protección adecuados. Y lo demuestra que tras el atentado decidieran cambiar los protocolos.
‘También pretendía resolver el misterio de qué ocurrió antes, durante y después de la invasión por parte de Estados Unidos de Irak para sacar a Sadam Husein del poder’
-¿Estaban suficientemente preparados todos estos hombres para intervenir como agentes de campo en el laberinto de la guerra de Irak?
-Durante los meses posteriores a los atentados se publicaron muchas informaciones, algunas muy alejadas de la realidad. Mi investigación, reflejada en este true crime, creo que permite sacar una conclusión muy positiva. Martínez y Bernal era dos agentes de campo que consiguieron las fuentes necesarias para informar a sus jefes y estos al Gobierno de lo que pasaba en suelo iraquí. Se la jugaron con gran éxito. Otros dos, Baró y Vega, eran dos agentes operativos, auténticos James Bond, formados en los Comandos Especiales, en la Brigada Paracaidista, en conducción evasiva… No voy a hacer spoiler de la novela, pero lucharon activamente con éxito en misiones arriesgadas, por ejemplo, contra elementos de Al Qaeda.
-¿Alguno de estos agentes estaba ‘quemado’ cuándo les tienden la trampa y se produce la tragedia?
-Para analizar con todos los datos la historia de los asesinatos, me he tenido que retrotraer a tres años antes cuando Martínez y Bernal llegaron destinados a Irak. Los principales protagonistas de esta epopeya se encontraron tras la invasión estadounidense que las circunstancias que rodeaban su vida en Irak habían cambiado drásticamente, que se habían convertido en enemigos de una insurgencia formada por miembros de la Mujabarat o chiitas que les tenían perfectamente identificados. Sus mandos en Madrid lo sabían, pero decidieron enviarlos porque sustituirles por otros suponía carecer de información de calidad durante muchos meses y más cuando el presidente Aznar había decidido enviar un contingente de 1300 soldados para ayudar en la pacificación. En los siguientes meses aparecieron datos que aconsejaban sacarlos con urgencias, pero los mandos del CNI no los atendieron.
-De la emboscada en Latifiya hubo un único superviviente. ¿Ha tenido la oportunidad de hablar con él? ¿Pudo superar lo que ocurrió aquel trágico día?
-No he podido llegar a él, pero respeto su aislamiento totalmente. Ha sufrido muchísimo, está fuera del servicio secreto y tiene derecho a recuperarse como mejor quiera.
‘Las novelas de espías describen a los personajes con soltura, pero en los libros de no ficción ese suele ser un elemento olvidado porque son vidas tan secretas que no hay forma de reproducirlas’
-Tras el ataque a Afganistán después del 11-S, la segunda Guerra del Golfo Pérsico se justificó por la supuesta existencia de armas de destrucción masiva en Irak. Armas que nunca se encontraron. Los espías de su libro se lo dijeron al presidente Aznar, pero prefirió creer a la CIA o al MI6 y hacerse la foto en las Azores con George Bush y Tony Blair. ¿Cómo se lo tomó el CNI? ¿Qué trato recibieron estos agentes que perdieron la vida cumpliendo con su misión?
-Martínez y Bernal estaban destinados en Bagdad cuando Bush montó la campaña de invasión basada en la mentira de las armas de destrucción masiva y en el apoyo de Sadam a Bin Laden. Ellos informaron al CNI de que Sadam no tenía buena relación con Al Qaeda y que por lo que sabían carecía de esas armas y no podía fabricarlas a corto plazo. El servicio de inteligencia disponía de otras fuentes que corroboraron esos extremos y así se lo hicieron saber a Aznar. Pero el Presidente quería “cambiar la política española de los últimos 200 años”, según le manifestó en privado a Bush, y eso incluía creer los informes de la CIA y el MI6. El CNI se lo tomó como hace siempre y es su deber: facilita la información y luego es un mero espectador de cómo la utiliza o no el poder político. Así funcionan las democracias.
-Y el trato recibido,…
-Sobre el trato que recibieron los agentes tras los asesinatos por parte del Gobierno fue una vergüenza, me atrevería a calificar el reconocimiento de insultante. Les dieron una condecoración de mucho menor nivel a la que se merecían. Menos mal que tras la llegada de un nuevo Gobierno se arregló el tema.
-En cualquier caso, su libro va más allá del relato sobre el atentando que acabo con la vida de estos agentes españoles…
-Sin duda, desvelar ese misterio era importante para mí, pero no tanto como arrojar luz sobre la vida de los agentes que participaron en aquella historia. Las novelas de espías describen a los personajes con soltura, pero en los libros de no ficción ese suele ser un elemento olvidado porque son vidas tan secretas que no hay forma de reproducirlas. Asumí ese reto conociendo su dificultad, por lo que me pasé varios meses viajando por España para habla con familiares, amigos y compañeros de los protagonistas para descubrir quiénes eran, cómo pensaban, cómo se relacionaban con sus familiares, cuales eran sus sueños…
-Dígame, ¿Existe un memorial para los héroes de nuestro servicio de inteligencia caídos en acto de servicio como tiene la CIA?
-En el jardín de la sede central del CNI en Madrid hay un monumento que recuerda a los ocho agentes asesinados, algo muy merecido. El CNI se ha portado muy bien con los familiares y les ha rendido los honores merecidos. En la promoción del libro me he encontrado con otros reconocimientos, como en Zamora donde hay una plaza en honor a los dos que vivieron en la ciudad. Pero falta un reconocimiento de la sociedad española, un gran reconocimiento para unos héroes que nos protegieron entregando con valentía su vida.
-¿Qué supone para usted este libro en su dilatada trayectoria como escritor, tras los éxitos de títulos como ‘El regreso de El Lobo’, los dos libros sobre ‘La Casa’ o ‘Yo confieso. 45 años de espía’?
-Es un paso más en sacar a la luz la parte más oscura de la historia de España, esa que difícilmente conoceríamos sin que algunos periodistas nos moviéramos por las alcantarillas del poder. Y le digo una cosa: “Yo Confieso”, las memorias de Mikel Lejarza, El Lobo, y “Destrucción Masiva” me han dado mucho más de lo que podía esperar. El tiempo que estuve trabajando en la elaboración de los dos libros fue una experiencia única, impagable.
-Usted nunca deja de escribir… ¿Puede adelantarnos algo del nuevo proyecto en el que está trabajando ya?
-Estaba en mitad de la promoción de “Destrucción Masiva” cuando estalló el confinamiento y he tenido que aparcar un poco mi trabajo, aunque en lo que se puede sigo de promoción. Pero para llenar este tiempo he empezado a trabajar, como imagina, en mi siguiente proyecto, que ya tenía diseñado. Pero, como siempre, es preferible guardar silencio y no desvelar la sorpresa.