El poeta y profesor José Luis Morante ha presentado, en la 77 edición de la Feria del Libro de Madrid, la obra Aforismos e ideas líricas de Juan Ramón Jiménez, una compilación de casi mil textos breves, integrada en el catálogo de la editorial sevillana dirigida por Javier Sánchez Menéndez, La Isla de Siltolá. El libro descubre una de las facetas menos conocidas del escritor de Moguer.
Entreletras ha conversado con José Luis Morante sobre su nuevo libro:
-En la extensa y heterogénea obra del poeta los aforismos son una parte poco conocida y me atrevería a decir que también poco leída. En este sentido, ¿qué le llevó a fijar la mirada en esta faceta de la obra literaria de Juan Ramón Jiménez?
-La escritura fragmentaria, a pesar de su consideración de género secundario, casi invisible entre otras estrategias creadoras como la poesía, el relato o la novela, está en pleno crecimiento. pero no es un invento del ahora digital, se mantiene en el tiempo y ha contado con fecundos practicantes a principios del siglo XX, como Antonio Machado, Miguel de Unamuno, José Bergamín, Ramón Gómez de la Serna o Juan Ramón Jiménez, que es el que prefiero por su amplio trabajo en el decir fragmentario. Creo que es uno de los hitos centrales del castellano.
-¿Qué le ha sorprendido más o qué elementos destacaría de los aforismos de Juan Ramón Jiménez?
-Juan Ramón concibe su trabajo creador como un todo orgánico. De hecho, al final de su vida, hacia 1954, buscó integrar todos sus escritos bajo un solo título, Metamórfosis –así en el término griego y con acento-, como subrayando el carácter cambiante y activo de su legado. Y ese volumen global estaría formado por siete títulos, de los cuales el cuarto acogería todos sus aforismos y llevaría por título Ideolojía. Aquel propósito nunca se llevó a puerto en vida del poeta y ha sido un investigador e hispanista, Antonio Sánchez Romeralo, quien intentó durante veinte años organizar el legado. Un trabajo ejemplar, que ha servido de brújula y guía para mi propio quehacer.
-Se dice que el aforismo es una práctica literaria más intelectual que creativa. No sé si está de acuerdo. ¿Qué nos descubre de Juan Ramón los aforismos que usted ofrece a los lectores en Aforismos e ideas líricas?
-Suele predominar lo reflexivo, es cierto, pero el molde del aforismo presenta límites abiertos que dan cabida a la chispa verbal, al sentido ético, a la evocación poética o a cualquiera de las incidencias habituales de la sensibilidad creadora. Aforismos e ideas líricas permite contemplar el yo en el espejo, su afán por difuminar su biografía en el trabajo gustoso de la escritura y el conjunto de certezas y parámetros estéticos que cimentan la escritura. Los aforismos humanizan, hablan del hombre asomado a la ventana de lo diario.
-¿La lectura de los aforismos es fundamental para conocer al Juan Ramón más filosófico e introspectivo?
-Creo que sí; el carácter de Juan Ramón entendía la soledad como un estado natural del creador; no le gustaba demasiado la vida pública y ese afán de escaparate que percibía en algunos de sus contemporáneos. Su mirada era interior. Buscaba los propios rincones y eso dictó un aforismo ensimismado, aunque de cuando en cuando aparece la voz comunitaria y el sentido ético del compromiso.
-De la lectura de su libro se desprende la necesidad de leer los aforismos del poeta onubense, uno de nuestros poetas más universales, si queremos tener una visión amplía de su literatura…
-He titulado mi prólogo ‘El yo total’, un aserto explícito que busca un paisaje completo, no un mirador subjetivo, sino una panorámica que borre ángulos muertos. Creo que el poeta y el aforista son perfiles complementarios, como son perfiles complementarios y enriquecedores los libros en prosa y la correspondencia del poeta.
-¿Juan Ramón Jiménez es un caso aislado o existe una tradición del aforismo en castellano?
-Ningún autor es adánico, nadie nace de la nada; hay un camino abierto en el discurrir temporal que va sumando nombres propios; creo que fue Baltasar Gracián, en pleno barroco, quien clarifica el decir sentencioso como un cultivo lapidario, con mínimos recursos; y a partir de su obra se gesta una línea que abarca en el siglo XX a los autores del 98, y más tarde a Eugenio d’Ors, Ramón Gómez de la Serna, Cirlot, Angel Crespo, Carlos Edmundo de Ory… hasta llegar a la literatura finisecular donde los cultivadores son legión.
-¿Está satisfecho con esta edición en la que usted nos presenta al Juan Ramón Jiménez menos conocido?
-Creo que La isla de Siltolá ha hecho una edición muy grata para el lector, con una portada atractiva y un tamaño concebido para que resulte de fácil manejo. Como sabe, mis ediciones buscan el afán didáctico; sé que la erudición injustificada es un lastre que aleja miradas. Busco, por tanto, un diálogo cordial con el lector.