marzo de 2024 - VIII Año

Damaso Alonso “descubre” a Antonio Machado

Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos
Dámaso Alonso

Dámaso Alonso

Fue un encuentro de los que dejan huella, de los que marcan para toda la vida. Leer es descubrir. El lector apasionado, el que será luego escritor y crítico encuentra en las páginas de los libros que le llegan otras realidades, otras formas de ver y entender el mundo y un hilo invisible que ata los sentimientos a las palabras.

Me gusta, de cuando en cuando, volver a Dámaso Alonso. En muchos aspectos es el rigor, la pasión y la sensibilidad personificados. Cuando la llamada ‘cultura de la simulación’ hastía, cuando el populismo mediático lo reduce todo a simplismos, en definitiva, cuando ‘el baúl de los disfraces’ está repleto y, al mismo tiempo vacio, es más que apropiado inexcusable volver a la poesía y reencontrarse con la palabra limpia, con el pensamiento decantado y preciso y con un lenguaje lleno de matices… que enriquece. El lenguaje que eleva en lugar de contribuir a confundir, a entontecer y a enlodar.

Me imagino a Dámaso Alonso, al filólogo, crítico literario y director de la Real Academia de la Lengua, siendo un joven que todavía no había cumplido los veinte años. A su familia le hubiera gustado que se convirtiera en ingeniero de caminos… mas, su afición por la literatura no hacía más que crecer.

Podríamos hablar de lo mucho que le influyó Vicente Aleixandre, con el que tanto departió en las largas tardes de verano sobre poesía, de sus estudios sobre Góngora, de la Residencia de Estudiantes dirigida, durante esos años por Jiménez Fraud, donde conoció y trabó amistad con Federico García Lorca, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Luis Cernuda, Manuel Altolaguirre, entre otros.

Podríamos describir su paso por distintas universidades españolas y norteamericanas donde dejó una estela de sabiduría, pasión por la literatura y bonhomía. Es posible, que en otras colaboraciones para Entreletras, hable de los aspectos anteriormente apuntados, así como de que estuvo presente, en el que podemos considerar acto fundacional de la Generación del 27 en el Ateneo de Sevilla.

Merecería la pena que mencionáramos sus colaboraciones en la Revista de Occidente o los exhaustivos estudios filológicos y de crítica literaria sobre san Juan de la Cruz, Gil Vicente y sobre todo Góngora.

Sería imprescindible, asimismo, mencionar su poemario Hijos de la Ira, lleno de rabia, rebeldía, desarraigo y una visión del mundo y del hombre próxima al existencialismo. Quedó muy marcado por el horror de la Guerra Civil y la desolación de otra guerra civil posterior, la europea, lo que le hizo evolucionar hacia una visión sombría de la condición humana.

Machado por Sorolla

Hoy, sin embargo, quiero centrarme en el Dámaso Alonso estudiante… que busca encontrar los caminos que le lleven a la poesía y que se tropieza con un libro de Antonio Machado. Le influyó enormemente. Lejos quedaron en poco tiempo el hipnotismo y fascinación por los juegos florales, la musicalidad y los mundos ficticios de Rubén Dario.

En Antonio Machado encontró sencillez y verdad y sobre todo, como hallar, descubrir en lo cotidiano inspiración, para desde la desnudez alcanzar un vuelo lírico que emociona.

Voy a referirme a esa experiencia. Muchos años más tarde, en 1962, publicó en la ‘Editorial Gredos’ Cuatro poetas españoles. Tengo especial querencia y hasta devoción por ese libro. Los poetas son: Garcilaso, Góngora, Maragall y Machado. Leyéndolo descubrí a Maragall. Me entusiasmaron los análisis, con los que describe el itinerario poético de Antonio Machado. Me parecieron de una gran penetración, donde se conjugan armoniosamente la crítica literaria y la hondura lírica. Me emocionó como la sensibilidad, la pasión y la austeridad pueden ir de la mano.

No es uno de los libros más citados ni comentados de Dámaso Alonso, no obstante, recomiendo encarecidamente su lectura. Descubrió, gracias a Machado, la grandeza y profundidad de la poesía verdadera, la que se escribe a golpes de veracidad y donde las palabras surgen de la raíz dolorosa de la existencia.  Experimenté leyéndolo una admiración hacia la crítica literaria ejercida como él lo hace, instruyendo y deleitando como si pretendiera seguir el precepto horaciano, mas, de una forma menos superficial y más existencial.

Permítaseme una pequeña digresión. Me lo regaló mi padre. Por aquel entonces estudiaba ‘Preu’. La editorial Gredos, a la que tan vinculado estuvo Dámaso, tenía un punto de venta en la calle Sánchez Pacheco. Durante mi estancia en la Universidad Autónoma, acudía allí con frecuencia. Sus textos tanto de crítica literaria como de pensamiento, me acompañaron varios años. En esa editorial Dámaso Alonso había fundado la colección Biblioteca Románica Hispánica y buena parte de su obra crítica, apareció bajo ese sello.

Cuenta Dámaso Alonso que en 1918 cayó en sus manos Poesías escogidas de Antonio Machado, de la por entonces pujante editorial Calleja. En un primer momento no supo captar la calidad humana de su poesía, mas tal y como ocurre con los amores duraderos, aunque la primera impresión fuera de desilusión ‘la pasión, la admiración y una vinculación estrecha vinieron después. Hasta tal punto que dejó a un lado los juegos florales, la musicalidad y el ritmo de Rubén Dario y sus hechizos envolventes.

Machado fue penetrando en su espíritu lentamente. Su palabra es una tensión cálida que mueve la vida humana y nos conduce a través de una sencillez formal a la plenitud, a la consumación… acercándonos a la madurez.

Hay palabras que traspasan la superficie y llegan hasta las cavidades interiores permitiéndonos ver, percibir y sentir de otra forma la realidad que teníamos delante y que éramos incapaces de hacerla nuestra.

En la estética machadiana, inseparable de una recia sobriedad ética, aprendió que la palabra ayuda a soportar la soledad de la conciencia y nos ofrece posibilidades de interiorizar un itinerario lírico que va del yo a las cosas… regresando al interior del hombre.

En poesía, al igual que en otras muchas creaciones del espíritu, la tensión dialéctica, acción/reacción, se deja sentir a lo largo de la historia. Así, frente a las vanguardias, frente a lo que Ortega conceptualizó como deshumanización del arte, tras la tragedia y la conmoción de la Guerra Civil y  de la Segunda Guerra Mundial,  la poesía regresa a una humanización desgarradora y pesimista.

Puede considerarse a Dámaso Alonso un poeta social. Se siente sacudido y aplastado por la crueldad, la injusticia y la barbarie. Su mirada atenta percibe en toda su crudeza los conflictos que están latentes en la sociedad española de los años cuarenta, soterrados y silenciados por la dictadura mas, ostensibles y lacerantes

Dámaso Alonso es rigor crítico mas también, inteligencia creadora. No me resisto a reproducir unas palabras suyas de Cuatro poetas españoles, esta vez, extraídas de su penetrante análisis sobre Góngora. Publica el libro en 1962 y es admirable como reconociendo el valor y la necesidad de la poesía social, intuye y expone con valentía que no hay que quedarse ahí, que hay que ir más allá… tal y como hicieron algunos destacados poetas de la Generación del 50.

He aquí las palabras de Dámaso Alonso “Hoy hay quienes piensan que no hay más posibilidad de poesía que la llamada ‘social’. Yo deseo que la poesía tenga como tema fundamental el ‘hombre’, el hombre en su totalidad, por tanto con toda la consideración y extensión que el aspecto social requiere; pero no como fin exclusivo”

Todo poeta monologa. El monologo es reflexión pero supone el riesgo de cerrarse sobre sí y en sí mismo. Por eso tiene que dar paso al diálogo, a la búsqueda de un interlocutor con quien compartir experiencias… y ese interlocutor es el lector que capta y comprende el sentido, el significado del poema.

Hay que recordar, una vez más, que sin palabras no habría sociedad, ni comunidad o lo que es lo mismo, que la sociedad nace de la palabra. A través de la palabra se recorren espacios y se propician encuentros y descubrimientos. En el abrigo de la palabra se protege el afán de futuro compartido y de justicia.

Las palabras atraviesan el tiempo como flechas, En su trayectoria se van enriqueciendo con nuevas acepciones y significados. Proceden del pasado mas, las cogemos al vuelo y las empleamos para demostrar y demostrarnos que estamos vivos. Las palabras nos permiten situarnos en la realidad, orientarnos y… si nos parece inhóspita, combatirla o transcenderla.

El dolor como una daga punzante, nos hace despertar abruptamente de una búsqueda autocomplaciente de una estética meramente formal y hasta formalista. Es imposible permanecer indiferente en medio de tantas tragedias, de tantas humillaciones, de tanta tortura y tanto cautiverio. El poeta siente un hondo malestar si no se posiciona frente a las injusticias. El lenguaje poético no sólo es vida sino que nos da vida, dignidad y esperanza. No convertir la angustia en un grito de protesta es, entonces más que una cobardía.

He querido dedicar esta colaboración para Entreletras a ese encuentro fecundo de Dámaso Alonso con Antonio Machado. Dámaso Alonso no perteneció ‘stricto sensu’ al exilio interior mas, no es menos cierto que la España inculta, sombría y rencorosa de la dictadura siempre vió con desconfianza y con recelo su responsable y cívica figura. No le perdonaron ni sus amistades con otros miembros de la Generación del 27, ni sus actividades en la Residencia de Estudiantes, ni mucho menos, ese grito rebelde que supuso Hijos de la ira.

Su reivindicación como la de tantos otros, vendrá de la mano de la izquierda o no vendrá. No hay que olvidar que fue antes de la Guerra Civil (1927) cuando obtuvo el Premio Nacional de Poesía y el Premio Cervantes lo obtuvo en 1978. Es un periodo largo, demasiado largo para ser meramente casual.

Hubo que esperar a la muerte del dictador y a la llegada de la democracia para que se reconociera oficialmente la importancia y el prestigio de la Generación del 27. Obsérvese de paso que Vicente Aleixandre, obtuvo el Nobel en 1977, lo que supone de hecho un reconocimiento, aunque tardío a la llamada Generación de la República.

Regresemos a Dámaso Alonso, ¿Cómo se va forjando un crítico literario, un poeta y un filólogo tan prestigioso? Es justo destacar a dos profesores que le influyeron notablemente: Andrés Ovejero y especialmente Américo Castro. Es reseñable, asimismo, que tuvo como alumno a Emilio Alarcos Llorach.

De todo lo que habría que comentar me limitaré a unas interesantes pinceladas. Tradujo El retrato del artista adolescente de James Joyce, aunque el hecho no se ha comentado en demasía debido a que utilizó un pseudónimo. En 1932, tras su estancia en la Universidad de Cambridge, escribió El crepúsculo de Erasmo. Otro ensayo, que es una joya y sobre el que hay que volver, donde al margen de la huella de Américo Castro, se puede apreciar un intento muy serio y bien documentado para acercar a los lectores la figura de Erasmo de Rotterdam. Sin embargo, el dato más significativo es que colaboró con la revista Hora de España, en plena Guerra Civil que, independientemente de su calidad literaria, por el prestigio de sus colaboradores puede constatarse que se trataba de una revista muy combativa, identificada simbólicamente con la Segunda República.

Son de sobra conocidos sus numerosos estudios sobre Luis de Góngora, el poeta que en el tercer centenario de su muerte, en 1927, dio nombre a la Generación. No me resisto entre su extensa obra, a destacar su espléndido estudio La novela cervantina (1969)

No cabe la menor duda de que ha dejado una huella indeleble. Sin ir más lejos, su Poesía española: ensayo de métodos y límites estilísticos: Garcilaso, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Góngora, Lope de Vega, Quevedo  (1950), un formidable ensayo, todavía sigue siendo un libro de consulta obligada en los departamentos de Filología Hispánica de diversas universidades dentro y fuera de nuestro país.

Podría decirse mucho más pero va siendo hora de poner fin a este ensayo. Creo que sin un conocimiento de la labor creadora, mas también, investigadora y crítica de los componentes de la Generación del 27, tanto del exilio como del exilio interior, nos seguirán faltando elementos claves e imprescindibles para comprender lo que aconteció en la cultura española entre 1939 y 1975.

Los autores de creaciones literarias e investigaciones filológicas de relieve, han de ser rescatados a fin de que los jóvenes de hoy, puedan formarse sin lagunas, olvidos interesados, tergiversaciones y falsedades que, a menudo suponen incluso, una manipulación interesada de la memoria democrática.

En futuras colaboraciones para Entreletras iremos dando voz y protagonismo a quienes estuvieron silenciados por la fuerza o marginados.

Hoy, les he invitado a hacer una ‘cala’ en Dámaso Alonso, deteniéndonos un instante en su juventud, en su periodo de formación intelectual… cuando su voz poética estaba en formación y tuvo la fortuna de tropezarse con un libro de Antonio Machado, que fue decisivo para su orientación y para que su palabra encontrara el camino para expresar lo que sentía y cómo percibía la realidad, lo que le circundaba…

De esta forma, puede afirmarse que la palabra de Antonio Machado, sin el menor énfasis hiperbólico, le ayudó a encontrar una forma expresiva que es tanto como decir, que le ayudó a encontrarse… y le mostró su lugar en el mundo mediante una red de afinidades líricas.

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Escrito por

Archivo Entreletras

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