Tanto homenaje necesario y justo a Blas de Otero han dejado un poco al margen al gran compañero de Blas, Gabriel Celaya, militante de la poesía social y uno de los poetas con una obra más extensa y difundida del siglo anterior. Celaya nació en Hernani en 1911, pertenecía a una familia industrial con una cómoda posición económica, a la que abandonó de forma brusca y temeraria, cuando decidió dejar también a su mujer, a sus dos hijas, y vivir, solamente de la poesía en Madrid y con su futura mujer, Ámparo Gascón. Es cierto que alguna renta pudo rescatar que le ayudó mucho en los peores momentos. Compró un piso pequeño pero con una gran terraza en la calle Neuremberg del barrio de Prosperidad y escribió libros de poesía hasta poco antes de morir. Durante muchos años, comprar un libro de poesía de Celaya significaba no solo estar en contra del régimen franquista, también del orden establecido. Y vendió más libros que ningún poeta de su generación, aunque esto hoy sea un dato ignorado.
Lo cierto es que su obra, ya se ha dicho, es extensísima y en ella hay momentos brillantes, también libros y libros aburridísimos con una poesía social que hoy resulta facilona y poco sincera. Su figura, sin embargo, no hay que perderla de vista, dejó la gran empresa de su padre, su esposa de familia aristocrática, sus dos hijas pequeñas, su pequeña y cómoda patria, para vivir, en el sencillo barrio de la «prospe» del amor y la poesía.