El texto corresponde a la intervención de Miguel Pastrana en el acto público titulado «En torno al centenario de Emilio Alarcos Llorach y su poesía inédita de posguerra» que tuvo lugar el 8 de junio de 2023 y en el que también intervinieron Luz Macías, Miguel Alarcos, Luis Alberto de Cuenca, Miguel Floriano, Patricia Suárez, Daniel R. Rodero y José Antonio García Regueiro
Buenas tardes. Nos es muy grata su presencia, bienvenida siempre, en este Ateneo. Hoy nos reunimos en su histórico Salón de Actos-Cátedra Mayor, por buena razón, razón poética. Y en esta Casa bicentenaria, tiene bien ganado su asiento la poesía, ciertamente.
Desde Ángel Saavedra, Duque de Rivas, quien fue el primer Presidente del Ateneo, ya refundado como Científico, Literario y Artístico de Madrid, en 1835. Hasta hoy. Pasando, un ejemplo entre tantos grandes, por Federico García Lorca, quien fue directivo de la Sección de Literatura de esta asociación, el Ateneo madrileño. Que en su organización, en su esencia, sigue siendo el mismo. Gracias a dios, un poco, y gracias a Vds., mucho.
«Palabra esencial en el tiempo», así definió a la poesía otro consocio ateneísta, Antonio Machado. Y de la palabra, en su raíz, sabía lo suyo a quien hoy recordamos, homenajeamos: el profesor Emilio Alarcos.
Su gigante figura como lingüista, filólogo, académico…, llena todo un espacio de la investigación del idioma hispano. Son referenciales obras suyas como «Fonología Española» y «Estudios de gramática funcional del español», por citar dos muestras.
Pero este estudioso, crítico literario, erudito…, nacido en Salamanca en 1922 y fallecido en Oviedo en 1998 fue, además de todo eso; además de miembro de la Real Academia, Doctor honoris causa de varias universidades, y prestigiosas; de distinciones como la Orden de Alfonso X el Sabio, además…, era Emilio Alarcos un poeta. Quiero decir, que lo es.
En vida, apenas quiso publicar sus poemas. Fue una decisión del todo consciente, creo yo, la mesa me corregirá si me engaño.
Empero, calidad tenía; la tiene. Bien lo supo ver su amigo de muchos años en Oviedo, el también imprescindible Ángel González: «poeta hondo y verdadero, inscrito en la tradición clásica», escribió sobre Emilio Alarcos en el prólogo de «Mester de poesía», publicación de 2006. Póstuma, por tanto, para el salmantino.
No es infrecuente hallar auténticas joyas en lo que la tradición llama «poetas secretos» (en vida). Pienso, sin ir muy lejos, en el inmenso Fernando Pessoa, o en Gustavo Adolfo Bécquer, «el ángel de la verdadera poesía», que dijera también Machado.
Aunque algo más que los de Alarcos, también los poemas de Bécquer y los de Pessoa fueron publicados poco, mientras ellos vivieron. Y, sin embargo, ahí están ya; inolvidables.
Así, estamos igualmente en el caso de Emilio Alarcos -quien escribió poesía durante décadas-; ante un autor a descubrir aún en gran medida, en su profundidad, en sus todavía muchos poemas inéditos. A descubrir y a celebrar.
Y para seguir descubriendo y celebrando esa dimensión en verso de Emilio Alarcos, tenemos hoy aquí una Mesa especialmente capacitada para ello (aprovecho para darles las gracias). Reunirla hoy aquí, deseo decirlo, ha sido mérito principal de la persona a quien voy a presentar a continuación, y será quien guíe en adelante este acto, la escritora -y por supuesto, ateneísta-, Luz Macías.
