abril de 2024 - VIII Año

‘Pau, el hombre que mira lejos’ de Pablo J. Rico

Pau, el hombre que mira lejos
Pablo J. Rico
Los Libros del Gato Negro
347 páginas

Debo reconocer que Pau, el hombre que mira lejos de Pablo J. Rico, no sólo no me ha dejado indiferente, sino que ha generado en mí una suerte de inquietud a la hora de definir, de clasificar si lo desean, qué cosa es la que he estado leyendo.

Que es una novela lo tengo claro, porque, desde que Miguel de Cervantes viniera a escribir las dos partes de Don Quijote de la Mancha, quedó más que evidente para la posteridad de que el guion, la estructura, el ritmo, los géneros incluso de lo que ha de contener una novela, quedan al albur del escritor, cuando no las más de las veces del narrador, que poco o nada tienen que ver con el anterior, aunque se le parezca.

Pablo J. Rico nació en Zaragoza en 1955 y se ha pasado la vida dando vueltas y más vueltas, alrededor del orbe, a veces sin descanso, impulsado no sabemos por qué dioses o cuáles demonios, agarrado o asido -como gusten- a una maleta o a una mochila, y a la conexión con el mundo que proporcionan una Tablet o un ordenador portátil que se conecta a la Red.

Este aragonés que ejerce de historiador y de crítico de arte, que ha puesto en marcha un buen número de proyectos museísticos, que ha comisariado exposiciones de diversa índole, época y enjundia acá, allá y más allá, que ha escrito artículos para catálogos de exposiciones de arte o para revistas especializadas sobre esto y sobre lo otro, tareas en las que vendrían a destacar sus monográficos sobre Goya, Joan Miró, Yoko Ono, Wolf Vostell, Marina Abramovic, Ben Jakober, Yannick Vu, Gaetano Grillo, Xu Bing, Mónica Fuster o Valerie Campos entre otros.

Que Pablo J. Rico es un experto en arte contemporáneo, además de un estudioso de las grandes corrientes artísticas en los diferentes continentes que componen este lugar llamado planeta Tierra, y que anda configurado por tanto, con multitud de impulsos, de veneros, que lo mismo que nacen se agotan o permanecen váyase usted a saber, es algo indudable. Pero, que, el historiador y crítico Pablo J. Rico, abandone de manera voluntaria la contemplación estética -y también ética, también- y deje de acunarse por la belleza para adentrarse no sabemos si temporal o casualmente, en el laberíntico y babeliano mundo del relato y de la novela, ya es de por sí todo un acontecimiento resaltable, porque, aun siendo cierto que las más de las veces las primeras obras de ficción de cualquier autor suelen tener un resto, o un poso de autobiográficas, puede, y digo puede que, en Pau, el hombre que mira lejos, los disímiles trasuntos que pululan por los diferentes relatos que componen esta excepcional novela, vengan a desarrollar, a peregrinar, a vivir, a volver a caminar ahora si lo desean, de una otra manera, con otra mirada más prosaica e incluso onírica a veces, por espacios de diferentes continentes en los cuales el autor, el que firma, vino a corretear en algunas de sus vidas, nacidas al calor del ejercicio profesional o puede que muchas de ellas sean puramente imaginadas, pergeñadas al vapor de las lecturas desarrolladas o de los deseos fantásticos y vitales de todo aquel que pretende hacer de la literatura un camino, una vereda transitable, y por ello se siente compelido en todo caso a indagar, a saber, a conocer los entuertos y los entresijos de unos personajes reales o ficticios en unos espacios determinados, y sus respuestas a los diferentes interrogantes que la acción o el desarrollo de la trama de la obra van determinando.

En esa suma de espejos deformantes que conforman Pau, el hombre que mira lejos y como una forma de contener el saber en cubículos manejables, el autor hace uso a veces de la metaliteratura, de la intertextualidad, e incluso induce a caminar a los personajes por estados psicodélicos u ensoñaciones provocadas por el consumo de drogas naturales o químicas, que los acercan a las puertas de otras percepciones nacidas al calor de oráculos, de chamanes, de perdidas religiones o de movimientos u corrientes que otrora se dieron en el mundo y que, a día de hoy, continúan  existiendo con las variantes que imponen el paso de las horas y de los días.

Pau, el hombre que mira lejos viene a ser, por tanto, una interesante novela en la que Pablo J. Rico nos hace caminar por unos paisajes inesperados, que les son explicados al lector con la delicadeza académica y comparativa -a veces- de quien está acostumbrado a observar la belleza como fuente necesaria para llegar a saciar todas las heridas. Y dejando su trama a un lado, se infiere también de la misma, una lección de anatomía visual: una forma de mirar viendo: un esqueleto sustantivo que nos invita a observar el arte y a la otredad de una otra manera.

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