diciembre de 2024 - VIII Año

‘La mitad de la verdad’ de Zygmut Miloszewski

mitadLa mitad de la verdad
Zygmut Miloszewski
Editorial Alfaguara (novela negra), 2016

La Polonia actual nace con la caída del Muro de Berlín en 1989. La restauración de las libertadas fue muy deseada en un país en que la doble situación de alcanzar la independencia y el disfrute de las libertades se vio condicionada durante muchos años, incluso décadas, para la población polaca.

No es el único país donde la doble condición haya sido extraña en la Europa del Este, territorios donde ha habido abundantes cambios de fronteras, desplazamientos de población y pérdida de libertades durante muchos años.

La desaparición de las libertades en Polonia tuvo lugar al final de los años 20, con la llegada al poder del mariscal Josep Pilsudski, que aunque logró la independencia para su país en 1918, acabo imponiendo la dictadura en la Segunda Republica (El régimen autoritario duró del 1926 a 1935, hasta su muerte). El régimen muy dañado, acabó por sucumbir en los años siguientes bajo la autoridad militar, decadencia que vino acompañada años después con la pérdida de la independencia del país, por la invasión alemana y soviética, en 1939.

El escritor Zygmut Miloszewski, relata en sus novelas la evolución de la sociedad polaca actual, heredera de una historia plagada de acontecimientos demoledores, en el siglo XX, heredera de su pasado inmediato comunista, y por tanto, plagada de contradicciones, que ha tenido que sobreponerse y evolucionar del totalitarismo anterior a 1989, a la democracia actual, con escasos años de experiencia democrática a sus espaldas.

El nuevo sistema que en muchos polacos fue deseado en su arranque, evoluciona entre la esperanza, el escepticismo y las esperanzas de un futuro mejor. Polonia es una sociedad con un encanto especial por su cultura y su historia. La observación del despertar de las nuevas generaciones al calor de la democracia incrementa su atractivo. Los años transcurridos han sido muy efervescentes teniendo en cuenta su entrada al sistema de la Unión Europea, beneficiándose de las ayudas pero manteniendo la moneda nacional.

El desencanto en las expectativas iniciales viene muy bien recogido en las novelas de este autor y se desarrolla con abundantes dosis de ironía en el relato de la trama.

¿Quiere decir que ese pueblo tan martirizado ha perdido la fe en el sistema democrático? En absoluto. No es en las formas del sistema sino en el fondo donde se encuentran ubicadas las preocupaciones, es en los niveles de desigualdad donde está el debate.

La novela de este joven autor es un pasaporte para desgranar algunas de esas claves. Toda novela negra suele contener un trasfondo social sobre el que discurre la acción y sobre el que el autor vierte como un termómetro a la medida sus objetivos principales.

Para ello, el autor se ha inspirado en la figura de un fiscal (Teodor Szacki), protagonista de la historia, el eje sobre el que discurre la acción. Es un fiscal con voluntad de representar a ese Estado moderno, que debe ser objetivo y defensor del cumplimiento de la ley. Esta trama, en el que protagonista trabaja, se sitúa en la ciudad de Sandomiersc, al sureste de Polonia, una villa a orillas del Vístula con indudable interés turístico, que se salvó de la destrucción durante la segunda guerra mundial y de la que el autor se ha enamorado.

Las demás novelas con el fiscal como protagonista constituyen una trilogía, alcanzando notable éxito en la literatura negra de Polonia.

En la primera obra que ilustra las peripecias del protagonista, titulada ‘El caso Telak’, (2015) las pesquisas se sitúan en Varsovia, la capital del Estado, y la tercera, que completa la serie denominada ‘La IRA’ se desarrolla en otro pequeño territorio polaco al norte del país en la provincia de Warmia. El propio autor, periodista y escenógrafo, ha adaptado sus novelas en varios guiones para las versiones cinematográficas de dos de ellas, con notable éxito cinematográfico.

En el caso de ‘La Mitad de la verdad’, el fiscal ha llegado por traslado a la ciudad de Sandomiersc, una villa donde nunca ocurre nada. Es en esta ciudad aburrida y de provincias donde el asesinato de una mujer casada perturba la tranquilidad de este fiscal y motiva sus investigaciones. El crimen se complica con otros dos crímenes tan confusos como el anterior. Su traslado de la sede central le induce a iniciar una nueva vida. Acaba de divorciarse, ha dejado en la capital a su exmujer y a una hija de 11 años y su estado psicológico continua bajo el impacto de su situación personal. Lamiéndose de las heridas de sus desventuras, inicia la investigación en un contexto en el que las claves locales le son ajenas por lo que debe apoyarse en los elementos locales para desentrañar los sucesos acaecidos, descubriendo de nuevo lo presente que están por debajo de la superficie, los demonios interiores de la historia del país.

El antisemitismo alemán y polaco, la persecución que culminó en el holocausto. La venganza de aquellos que ocupado sus propiedades no desean volver a ver a los propietarios legítimos. La vuelta de algunos de ellos no es vista con buenos ojos. La sospecha de delaciones y torturas de la época comunista, el antisemitismo posterior a la ocupación soviética, los recelos de la población cuando no la animadversión al nuevo régimen comunista. Todos los demonios interiores y las huellas de la historia desfilan como telón de fondo de la trama. El autor sabe que para muchos el pasado ha quedado impreso en su retina. Para las nuevas generaciones que desfilan actualmente la cosa es más tenue, y figuran tan solo de manera velada. En otros tiene muy poca influencia. Todo ello no le es ajeno al fiscal y a sus investigaciones. Al fondo, la convivencia y disrupción entre las viejas comunidades religiosas y sociales de judíos y católicos sigue estando presentes.

Ya se sabe que en provincias los odios se personalizan más que en las ciudades. Unas en formas de leyenda, otras todavía en ciertos comportamientos, y por tanto, susceptibles de tener relación con los hechos. La investigación avanza con giros diversos y contradictorios, en contextos complejos, las referencias culturales y religiosas de ambas religiones, sus signos, sus identidades, sus rivalidades, sus animadversiones.

Al final es espectacular, el fiscal entiende que como representante del nuevo Estado que debe abandonar toda referencia de ese tipo y buscar la verdad, en virtud de los valores que representa, y que tiene el deber de dar con el asesino, al margen de que todo ese escenario plagado de símbolos, puede dar al traste con su trabajo. Debe centrarse en la investigación usando el método científico, sus propios conocimientos y la búsqueda de la verdad. Un buen ejemplo de la secularización progresiva del Estado al que sirve, al margen de los credos.

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