diciembre de 2024 - VIII Año

‘Finlandia’ de Marisa Martínez Pérsico

Finlandia
Marisa Martínez Pérsico
RIL Editores, Colección AEREA / Carménère
Prólogo de Hugo Mujica
Barcelona – Santiago de Chile, 2021
56 páginas

No es fría la nórdica Finlandia de Marisa Martínez Pérsico (Lomas de Zamora, Provincia de Buenos Aires, 1978). Ni convulsa o a la postre telúrica, siguiendo los designios y caminos de Jean Sibelius. Quizá el parangón musical podría encontrarse en las canciones y piezas pianísticas de Oskar Merikanto, otro ilustre compositor finlandés –tan desconocido entre nosotros, desdichadamente-. Intimidad, equilibrio formal y lirismo de cuidados matices son también las constantes de la nueva obra de Martínez Pérsico, quizá la más cálida de cuantas, hasta ahora, haya dado a la imprenta la poeta, crítica literaria y profesora universitaria argentina, residente desde hace años en Italia, pero tan vinculada, en cualquier caso, a nuestra realidad española. Su poemario de 2015 La única puerta era la tuya, bajo el sello de Verbum –finalista del II Premio Internacional “Pilar Fernández Labrador”-, fue la primera de sus obras aparecidas en España, tras el muy temprano debut que protagonizó en su país natal gracias a tres trabajos de solidez manifiesta: Las voces de las hojas (1998, escrito a los dieciocho años de edad), Poética ambulante (2003) y Los pliegos obtusos (2004). El cielo entre paréntesis, ya en 2017, encontró su hogar en los granadinos parajes de Valparaíso Ediciones, iniciándose justo después la colaboración de la autora con el sello internacional RIL. En ese nuevo escenario, una primera novela, Las manos en la madre (2018), acaba de encontrar continuidad hispano-chilena en el sexto de sus libros de poesía, Finlandia. Título que es topónimo –generador, a su vez, de referencias concretas y enjundiosas como el río Vantaa, los puentes de Rauma, los bosques de Karelia o las ciudades de Rovaniemi y Tampere-, pero que, desde el principio de estas páginas, se constituye en algo mucho mayor, en algo más trascendente que la mera denominación del “país lejano donde el norte termina”.

El escritor Hugo Mujica, en su prólogo al volumen, y poco después de revelarnos cómo Marisa Martínez Pérsico se dispone a asumir “la vereda de los débiles”, anticipa una línea de fuerza fundamental: “Lejos del nihilismo de la queja, la poeta sabe que la condición humana es la del “gozo en que sangramos”, pero también que –abierta la herida- toda sangre es la misma sangre”. He aquí la razón última –o primera y además última, si se prefiere- que explica el cálido latido y el cálido decurso de este nuevo e importante jalón en la trayectoria de la autora: en el contexto del destino humano, y gracias al poder redentor de la poesía, toda derrota se puede convertir en una dulce oportunidad para el encuentro con el otro (“Para entender el alma de los otros / bastaría, tan sólo, una pregunta: / qué te hizo llorar”). Toda derrota se puede convertir, en definitiva, en la ocasión conmovedora para la fraternidad más grande. Por eso Martínez Pérsico escribe: “…la vida / se define en su punto de fractura / y la construimos / en el hueco que se forma”. Y así puede leerse, en el notable poema “Tango triste finnicum”: “Que hombres y mujeres / venimos con cuerpos desiguales / para medir la sombra / (…) la vida / es una obra de rescate”. A lo largo de las páginas del libro, la intimidad, la sentimentalidad bien entendida, las depuradas experiencias, se ven realzadas por los buenos enfoques; por unos bellos enfoques solidarios que se advierten desde el primer poema, “Peces de ojos tristes” (“Confieso / que en más de una ocasión / (…) yo elegí comprarlos”). En la pieza titulada “En un vestuario de Naantali”, lo a priori nimio desemboca en revelaciones paradójicamente perdurables –“La piel cuenta la historia mejor que las palabras. / Pero no permanece”-, mientras que los misterios de “ciertas mujeres” dan el profundo sustento de sentido, como puntual prontuario de la femenina condición, a “Historia de una perla”. Y como “el poder desconoce el corazón de lo frágil”, a ese poder, en realidad obtuso, se le oculta sin remedio la tan sutil mecánica de algunas habilidades salvadoras: “…los juguetes gastados / nos pasamos la vida / simulando retoques y costuras / y esperamos / nacer en otras manos / que nos vuelvan a usar”.

Así pues, ¿qué es Finlandia en el corazón de lo frágil? ¿Qué representa en estos versos más allá de la certidumbre de su lejanía, de su extrema obstinación septentrional, de los ecos sonoros de su nombre? “Esa tarde supiste que soy como Finlandia. / Sólo puedo existir / si me imaginas”, escribe Marisa Martínez Pérsico, ya en el segundo poema de los treinta que configuran su cordial y cautivador libro. Será el lector quien irá descubriendo la disputa pacífica entre imaginación y realidad a cuenta de un país soñado o habitado, y todo, muy llamativamente, en el tiempo tan duro que sufrimos aún, de crisis sanitaria universal y brechas descubiertas –“Acaso los encierros / son las nuevas moradas de los viejos exilios / y las luchas, ahora, / se han mudado a un sofá”-. Conviene no perderse, sin embargo, entre las frondas de broncos titulares. Porque la muy sutil Finlandia, la serena Finlandia de estas páginas, pertenece a “los mundos tejidos por la lluvia”.

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