noviembre de 2024 - VIII Año

‘La Segunda Guerra Mundial y el fin de la era europea’ de Luis Pío Moa

La Segunda Guerra Mundial y el fin de la era europea
Luis Pío Moa
Ediciones La Esfera de los Libros, Madrid 2023
342 páginas

La publicación de Hegemonía Española (1475-1640) y comienzo de la era europea (1492-1945), de Luis Pío Moa en la primavera de 2022, dejaba pendiente una necesaria continuación, ya anunciada desde entonces, con el estudio del final de esa época de la historia de la humanidad, trascendental en la configuración del mundo actual. En este año de 2023, Moa ha publicado esa segunda parte con el título de La Segunda Guerra Mundial y el fin de la era europea. La Era Europea cambió muchas cosas en todo el mundo, y lo hizo de modo irreversible. Y, para Moa, su final se produjo, casi como sus comienzos, entre el fragor de las batallas de las dos guerras europeas libradas en el siglo XX, a las que se ha denominado Primera y Segunda Guerras Mundiales.

Un final nada sorprendente, pues la Era Europea fue un tiempo de guerras y conflictos por la hegemonía europea que, en el caso de España, Francia o Inglaterra, pudo ser y fue también una hegemonía mundial  Ya en la reseña de Hegemonía Española (1475-1640) y comienzo de la era europea (1492-1945), se mencionaba que, de facto, puede considerarse que la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) fue la primera guerra mundial, pues se combatió en todos los mares y continentes, con la intervención principal de las potencias europeas. Y así siguió sucediendo durante los siglos XVIII, XIX y XX, en que las potencias europeas continuaron las disputas entre sí por la hegemonía, que finalmente se les escaparía en favor de potencias parcial o totalmente externas a Europa, USA y la URSS, tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

En la conmemoración del 70 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial (2015), hubo quienes se preguntaron por cuál de las guerras de los últimos siglos se podría considerar, de facto, como la primera guerra mundial. Hubo varias posibles respuestas, pues algunos la situaban en la citada Guerra de los Treinta Años, y hubo quien se decantó por la Guerra de Sucesión a la Corona de España, por la Guerra de Sucesión a la Corona de Austria, por la Guerra de los Siete Años, o por las Guerras Napoleónicas, pues en todas ellas se combatió en el conjunto de los continentes y de los mares de todo el planeta. Pero, con independencia de cuál de todas ellas pudiera considerarse como la primera, de lo que no cabe duda es de que la Era Europea fue un tiempo de conflagraciones, a menudo generales. Igual que fueron generales la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, que acabaron con dicha era y con la Europa que la protagonizó.

En la primera parte de la obra, Moa aborda el desarrollo del conflicto bélico, con una novedosa visión, si bien, en un ingenioso quiebro temporal, trata previamente algo que a veces, no siempre, se suele tratar al final de las Historias de la Segunda Guerra Mundial: los juicios de Núremberg. Mucho se ha escrito sobre esa iniciativa tomada por los vencedores contra los dirigentes alemanes, complementados con los Juicios de Tokio, contra los de Japón. La polémica nació con su creación y aún no se ha extinguido. Salvo en la cuestión judía, los crímenes cometidos por alemanes y japoneses en la guerra, horribles, no difirieron mucho de los cometidos por los aliados, especialmente los soviéticos. Precisamente, la presencia en los tribunales de Jueces Soviéticos aumenta las dudas sobre dichos juicios que, si bien puede que pretendieran algo noble, no era fácil, ni quizá posible, conseguirlo.

Los Juicios de Núremberg siguen siendo materia de debate, y hay buenas razones para ello, pero no hay duda de que sentaron un precedente y una jurisprudencia, que fundamentaron muchos años más tarde la creación por Naciones Unidas del Tribunal Penal Internacional o Corte Penal Internacional. Concretamente, en la Conferencia Diplomática de plenipotenciarios de las Naciones Unidas convocada el efecto, en cuya acta final, suscrita el día 17 de julio de 1998, se estableció la Corte Penal Internacional. Es el primer organismo judicial permanente, de orden internacional, cuya jurisdicción alcanza a la persecución y condena de los más graves crímenes contra del derecho internacional. Pero su jurisdicción no es exclusiva, ya que no es único tribunal que puede conocer de los crímenes internacionales previstos por el Estatuto de Roma, y el propio Estatuto establece que las jurisdicciones penales nacionales tienen prioridad para conocer de ellos crímenes. Moa volverá al tema de los Juicios de Núremberg hacia el final de la tercera parte (pág. 291 y ss.).

La primera parte del libro, como se ha dicho, trata la evolución y desarrollo de las operaciones militares, en una sucinta y muy acertada descripción, que no olvida atender y valorar las consideraciones estratégicas que se ponderaron por los distintos contendientes en el curso de la contienda. Sin duda Moa conoce con profundidad y detalle la Segunda Guerra Mundial, lo que le ha permitido narrarla con gran brevedad, en lo que sin duda es un esfuerzo sintético, que no por ello deja de reflejar y comentar ninguna de las grandes decisiones y ninguno de los hitos principales de la guerra. Y sorprenden las referencias que hace, bastante atinadas, a la incidencia en España de los avatares bélicos.  Son de especial interés las observaciones finales que figuran en el último capítulo de esta parte, junto con la descripción del final de la guerra. Entre esas observaciones, destacan la décimo primera y la décimo segunda, referidas a España.

Una de las aportaciones de esta obra es la propuesta de Moa de abordar la elaboración de una historia de la Segunda Guerra Mundial, desde el punto de vista de España y sus intereses como país. Es evidente que existen, y el propio autor lo señala, dos grandes versiones de esa gran guerra, la anglosajona y la soviética, con las que conviven otras historias, más locales, realizadas desde el punto de vista francés, italiano, etc. Moa se refiere así a la escasez o incluso ausencia, en España, de estudios realizados sobre la Segunda Guerra Mundial pero elaboradas desde lo que se podría denominar el punto de vista español. Las versiones generales, soviética y anglosajona, difieren en muchas valoraciones, como el peso militar otorgado al Desembarco en Normandía, frente a las campañas del frente ruso. Diferencias que se acentúan más cuando se baja al detalle de las historias elaboradas por los franceses, entre otros.

No es que haya muchos textos, pero en Francia se han elaborado obras, algunas recientes, sobre la Segunda Guerra Mundial con esa perspectiva. Así, la de Luc Capdevila, François Rouquet, Fabrice Virgili y Danièle Voldman, Hombres y mujeres en Francia en guerra (1914-1945), París, Payot y Rivages (2003), la de Yves Durand, Francia en la Segunda Guerra Mundial 1939-1945, París, Armand Colin (2001), o la de Rita Thalmann, Todo empezó en Nuremberg: Entre la historia y la memoria, Berg International (París, 2004). Igualmente, en Italia hay publicadas interesantes reflexiones sobre esa guerra, desde la perspectiva italiana, como la de Giorgio Bocca, Storia d’Italia nella guerra fascista 1940-1943, Mondadori (Milano 1997), Emilio Faldella, L’Italia nella seconda guerra mondiale. Revisione di giudizi, Forlì (Cappelli 1959). Una producción histórica que se echa de menos en nuestro país.

La segunda parte, la dedica a la exposición y estudio comparativo de las grandes estrategias de cada uno de los principales contendientes y sus líderes, entre los que cita a Roosevelt, Churchill, Stalin, Hitler y Mussolini, sin que deba sorprender la omisión de los líderes japoneses, por estar circunscrito el estudio a la situación europea que, durante la contienda, estaba llegando a un final de época, con la conclusión de la era iniciada en el siglo XV por los españoles. Un estudio comparativo orientado a facilitar la comprensión de la tesis principal de este estudio, que es objeto de la tercera y última parte: la comprensión de la Segunda Guerra Mundial como un conflicto entre tres ideologías, el liberalismo, el socialismo y el fascismo. Unas ideologías que Moa sostiene que derivan del cristianismo, aunque tienen sobre todo un cuño ilustrado. Todas ellas fueron planteadas, prácticamente en sus términos actuales, en la ambigua Ilustración.

Tras revisar la situación europea posterior al final de la Primera Guerra Mundial, con sus conflictos y con el fracaso final del sistema definido en los tratados de Versalles, Moa hace un análisis de las grandes estrategias de cada uno de los principales contendientes y sus líderes, con la exposición de las que mantuvieron en la crisis más importante de los años treinta del siglo XX: la Guerra Civil Española (1936-1939). Porque, como recuerda el autor, “la guerra española fue el acontecimiento de mayor relevancia en Europa entre las dos guerras mundiales”. A veces se la ha querido presentar como el primer embate de la Segunda Guerra Mundial, pero con notable inexactitud: Hitler y Stalin se enfrentaron en España, pero se aliaron para desencadenar la Segunda Guerra Mundial con el ataque a Polonia, en septiembre de 1939.

Las estrategias seguidas por los principales protagonistas de la guerra, hace recordar la anécdota de los tres militares USA, generales de aviación y tierra, y un almirante, que debatían sobre cuál de los tres ejércitos, tierra, mar y aire, fue el decisivo para ganar la guerra; en ese momento irrumpió un diplomático que les dijo que mejor se callaban los tres, porque sin él, no hubieran tenido ni siquiera la guerra. De la exposición y análisis de las líneas de la gran política de Hitler, Stalin, Churchill, Roosevelt y Mussolini, se ha de destacar un aspecto que no siempre ha sido bien entendido, cual fue la supeditación por el británico y el norteamericano de alguno de sus objetivos más generales, a la eliminación de la amenaza alemana. Churchill, un vencedor sólo a medias, pospuso su hostilidad hacia la Unión Soviética a la victoria sobre Alemania. Mientras que Roosevelt, que aupó a su país a la condición de superpotencia incontestable, mantuvo una posición ambigua y se entendió bien con Stalin, que fue el gran vencedor.

Como antes se ha dicho, el propósito de este ensayo es abordar, con un enfoque más amplio que el militar y el político, el estudio de la Segunda Guerra Mundial, como un conflicto entre tres grandes ideologías, el liberalismo, el socialismo y el fascismo, fruto todos ellos de la tradición cultural europea. Como señala Moa, si bien la Primera Guerra Mundial fue una contienda entre países más o menos liberales y parlamentarios, en la segunda, los contendientes enarbolaron como signo distintivo de su lucha, sus ideologías: liberal en el caso de los anglo-americanos y totalitaria, con sus diversas variantes, en el caso de fascistas y comunistas. Los fascistas fueron tan anticomunistas como antiliberales, los comunistas tan antiliberales como antifascistas y los liberales, tan anticomunistas como antifascistas. Debe advertirse la falsedad de que el nazismo sea de derechas, pues se autodenominaba socialista y antiliberal y hostil a la tradición cultural europea; y más dudoso es que fuera de derechas movimiento fundado por Mussolini quien provenía del Partido Socialista, del que fue una escisión por la “izquierda”.

Sin embargo, los comunistas y los nazi-fascistas alemanes pudieron olvidar su mutua hostilidad, en 1939 y hasta 1941, para aliarse contra los países liberales e iniciar la Segunda Guerra Mundial, con el ataque a Polonia. Del mismo modo que anglo-americanos y soviéticos pospusieron su hostilidad recíproca para conjurar primero la amenaza alemana. Debe recordarse a este respecto, que cuando la URSS atacó a Polonia, franceses y británicos omitieron declarar la guerra a Stalin, al contrario de lo que habían hecho con Hitler cuando la invadió. Y durante el ataque soviético a Finlandia, en la denominada Guerra de Invierno (de 30 de noviembre de 1939 a 13 de marzo de 1940), estuvieron los franco-británicos a punto de enviar una expedición de ayuda a Finlandia, que hubiese significado la guerra de Francia e Inglaterra contra la URSS, pero los combates en Finlandia concluyeron antes de que se pudiese materializar esto.

El estudio de la guerra mundial como un conflicto de ideologías o, al menos, enmarcado en las pugnas generadas en el continente por el fuerte contraste entre las ideologías nacidas en la Europa de los siglos XVII, XVIII, XIX y XX, es un planteamiento de profundidad, que permitiría entender mejor, a juicio de Moa, tanto el conjunto de lo que él considera la Era Europea, como las causas determinantes del desmoronamiento de Europa tras las dos guerras mundiales del siglo XX. Incluso, ayudaría a comprender el declive intelectual de Europa en el siglo XX, en una caída mantenida y profundizada en las dos primeras décadas del siglo XXI. Tres ideologías, liberalismo, comunismo y fascismo, que se presentaron públicamente, todas ellas, como la mejor solución racional, y por tanto obligada, a los problemas de la sociedad y de los hombres.

Un planteamiento de profundidad, pues supone revisar la evolución del pensamiento europeo, casi desde sus comienzos, así como el desarrollo de la religión cristiana. Precisa, pues, reexaminar el despliegue intelectual de Europa, y volver a considerar los efectos de las grandes rupturas del mismo, como el Renacimiento y la Ilustración, la quiebra religiosa que fue la Reforma Protestante, etc., que determinaron el nacimiento de las ideologías en los últimos siglos de su desarrollo. Unas ideologías que se propagaron y difundieron en las sociedades del siglo XIX, en el que la ideología dominante fue, de modo incuestionable, el liberalismo. Pero el liberalismo entró en una profunda crisis en los comienzos del siglo XX, y hasta se lo acusó de ser uno de los elementos causantes de la Primera Guerra Mundial.

Pero Europa, en su desenvolvimiento intelectual, había generado otras ideologías que también encontraron su plasmación definitiva en el Siglo de las Luces. Además del liberalismo, la Ilustración engendró el socialismo que, se desarrollaría en todas sus variantes (anarquistas, comunistas, etc.) y el nacionalismo con ribetes socialistas, durante el siglo XIX. De esas ideologías, la Europa posterior a la Primera Guerra Mundial conoció el auge del comunismo marxista en la Unión Soviética (1917), y de los fascismos socialistas en Italia (1922) y en Alemania (1933), en un entorno europeo propenso a las dictaduras, como en Portugal, España, Grecia, Austria, Polonia, Hungría… En 1941, en el segundo año de la Segunda Guerra Mundial, solo Suiza, Inglaterra e Irlanda mantenían sistemas democráticos.

El último capítulo, titulado “algunas notas finales” está conformado por unas reflexiones, elaboradas a modo de conclusiones, que poseen un interés no menor que el conjunto de la obra. Unas notas que se refieren tanto a los resultados de la guerra (¿fue la derrota alemana una derrota europea?), al presente (¿será posible una nueva guerra mundial?), a la decadencia de occidente y a la misma España, protagonista del inicio de la época concluida en 1945.

Moa concluye su obra con un brindis al optimismo, o eso parece, pues el legado civilizatorio de la Era Europea se ha mantenido, pese a todo, y como él mismo apunta en las líneas finales, ya hubo un renacimiento en Europa y no es descartable que el tradicionalmente inquieto espíritu de los europeos, acreditado a lo largo de su historia, pueda llegar a conocer un nuevo renacer. El mismo Moa señala que su propósito ha sido el de exponer un desarrollo histórico y captar su lógica interna. La tensión razón-fe, para él, ha constituido la fuente de la inquietud cultural de Europa, que tantos frutos dio en la Era Europea, aunque esos frutos hayan podido ser a veces amargos. Una tensión que resume otras muchas, como la existente entre libertad y necesidad.

En suma, La Segunda Guerra Mundial y el fin de la Era Europea, obra de interés por sí misma, conforma con la primera parte, la citada Hegemonía Española, una respuesta a las múltiples preguntas que muchos se hacen sobre la historia europea y la crisis en la que se ha ido sumiendo la vieja Europa desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Unas preguntas que no tienen respuestas fáciles o sencillas, pero a las que el autor da respuesta cabal, al tiempo que abre vías de investigación sobre la historia europea de enorme interés.

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