abril de 2024 - VIII Año

‘Los ejes del astro’, de Joselyn Michelle Almeida

Los ejes del astro
Joselyn Michelle Almeida
Prólogo de Andrés París
Los libros del Mississippi. Colección Poesía, nº 39
Madrid, 2024
ISBN: 978-84-126500-6-8

El amor trascenderá a la belleza cruel

Con “Los ejes del astro”, la profesora y poeta Joselyn Michelle Almeida consagra su voz lírica en un estilo único, reconocible y personal, entregando a sus lectores este nuevo libro que invita a meditar sobre la evolución de la humanidad y las posibles vías para alcanzar la paz y la belleza.

Los ejes en torno a los cuales orbitan los astros son, en realidad, los mismos sobre los que orbitan nuestras vidas: todo depende del punto de vista de quien atestigüe la observación, como en un paralaje astronómico. Esta es la idea que vertebra “Los ejes del astro”: como abajo es arriba y viceversa, según el lema de los antiguos alquimistas.

Porque en esta consagración definitiva como poeta que ya encontró su voz propia, Michelle Almeida nos recuerda varios asuntos importantes que conciernen al ser humano, como decía Gabriel Celaya, “la urgencia de las circunstancias requiere una poesía que se comprometa con lo humano” y también “la poesía es un arma cargada de futuro”. En otras palabras, las consecuencias del Antropoceno, el cambio climático, el hambre, las guerras, el sufrimiento humano en suma, nos conciernen a todos ya que formamos parte “del astro”, de un mundo habitable que amenaza con expulsarnos de la “tierra prometida” que fuera en épocas arcádicas y que ya parece no lo será nunca más, a menos que actuemos de inmediato. Porque todo depende del punto de vista que adoptemos, y muchas veces la poesía nos recuerda esa íntima imbricación entre el orbitar de los astros y nuestro propio devenir, nuestras propias circunstancias. Como pueda ser la guerra, por ejemplo:

“…mientras otros / con aplanadoras y maquinaria de acero, / destruyen la casa. Fuera arde el olivar. / La estrella de oriente, tema de villancicos, / hoy es irreconocible bajo escombros / e incontables estallidos que la eclipsan.”

O las consecuencias de nuestra probable extinción como especie:

No llegaremos a ver / los abuelos que seríamos / en nietos hermosos / de continuidad cenozoica… / …porque lo vivo respira lo santo / según el poeta.”

Nostalgia ante el mundo perdido de aquella arcadia, en estos tiempos difíciles:

No hay fuga de la explosión programada… / por creerse los elegidos de algún dios. / De qué sirven entonces / las andanzas de Gilgamesh, / la furia de Aquiles / o las lágrimas de Cristo…”

En la última parte del poemario, “Resurgimiento”, la esperanza en efecto resurge con claridad, sencillez y belleza:

“…No somos concebibles / sino en el amor…”

En efecto: no somos concebibles en modo alguno sino a través del amor.

La última parte, “Filia”, comienza con un poema que da título al libro y que considero un brillante resumen de sus postulados: la tarea humana, en su evolución, es ascender hacia parajes inciertos sin conocer realmente la meta que encontraremos, siempre en un renacer continuo, especialmente a través de la palabra, de la poesía que es conocimiento inefable, recordándonos también que la naturaleza, como el universo y el conjunto de las galaxias es innumerable e infinito en su extensión, y que en tanto no superemos nuestro conflicto primigenio no podremos desplegar nuestro futuro:

“¿Qué futuro estamos cumpliendo? / ¿Cuál la ley del plutonio y del ántrax? / …Ni conociendo la velocidad de la luz / calculamos a qué distancia está la justicia, / cuán lejos estamos del amor.”

Porque en efecto, uno de los grandes hallazgos de este libro es desentrañar el misterio que une lo grande y lo pequeño, el devenir del cosmos, de los astros, del gran universo, y lo mínimo, lo ínfimo, nuestra materialidad más elemental (hecha metáfora en las mitocondrias y las células en algunos poemas) y las leyes que deberían regir nuestra conducta (la justicia y el amor) para equilibrar nuestra evolución como especie, ya que si no las cumplimos no realizaremos dicha unión.

El libro, además, tiene un ritmo sinfónico, musical, como bien señala Andrés París en el prólogo, estructurado como una fuga, pongamos como ejemplo, en sus cuatro grandes “movimientos” o partes en que la poeta lo ha organizado: Caos, Lamentaciones, Resurgimiento y Filia. Esta similitud con una obra sinfónica queda patente en los temas recurrentes en cada parte: el Caos y las Lamentaciones refieren el dolor y el sufrimiento que los torpes y ciegos humanos nos infligimos con la guerra y la injusticia, mientras que el Resurgimiento y la Filia anuncia la esperanza en el amor, única forma para construir lazos y reencuentros entre la luz y la oscuridad, que todos portamos y somos libres de ejercer.

Debo destacar también el original uso con que la autora inviste a los mitos tanto del inconsciente colectivo junguiano como de los griegos arcaicos, actualizándolos con símbolos actuales: ese es otro de sus grandes hallazgos, hacernos cercana su intemporalidad. El lector encontrará numerosas imágenes a lo largo de estos poemas.

Al lamento romántico de “la belleza cruel” de la naturaleza (en palabras de William Butler Yeats), que también manifiesta la grandiosidad inhumana y distante del universo, la autora confronta la tabla de salvación del amor, único camino o arma posible para trascender la muerte, la desaparición.

En fin, en estos tiempos inciertos, difíciles, del Antropoceno, donde la especie humana se está llevando a sí misma al límite de la destrucción, construye este libro una magna sinfonía musical, poética, que nos recuerda que nuestros hitos culturales e históricos están próximos a terminar, por la extinción arcádica de nuestros mitos ancestrales derivadas del uso incontrolado de la ciencia, la industria y el progreso. Y nos recuerda en estos poemas memorables que sólo tenemos una elección, un camino: la justicia y el amor. Que así sea y podamos transitarlo.

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