octubre de 2024 - VIII Año

ALBRICIAS / Baraka

Siempre he considerado a lo que los árabes llaman la baraka, que cada cual posee en distinta medida, y también alguno en ninguna, como una especie de otro sentido más, el séptimo; los cinco primeros obviamente nos aproximan y acercan al mundo y nos permiten percibirlo y conocerlo, con ellos al ubicarse cada uno en un órgano distinto de nuestra anatomía nos direccionamos de fuera adentro y todos sabemos sobradamente cuales son: vista, oído, tacto, gusto y olfato.

A continuación se dispone, solo por el que lo tiene, de un sexto sentido de amplio espectro que podemos denominar la intuición que al actuar de dentro afuera nos permite anticiparnos, y que siempre se acompaña de la capacidad de la alerta con la finalidad inversa, la de acercar el mundo a nosotros. Este sexto está muy relacionado e interactúa con todos los anteriores, pues el sexto en más de una ocasión es el estímulo o el detonante para hacer uso de los otros cinco en la búsqueda de una solución.

A modo de lo útil de la intuición como sexto sentido recordemos que para no pisar algo desagradable al caminar hace falta estar alerta, llevando la vista también atenta al suelo por el que más adelante vamos a transitar. Y aquí ¿dónde está la intuición? Sencillo aparece cuando vas despistado y al pisar lo que se hubiese querido evitar, tu acompañante, a mayores si es tu madre o tu pareja de toda la vida, exclama: ¡Se veía, venir!

Y llegamos al menos frecuente, el que pocos poseen, la baraka, no es como muchos creen solo tener una especie de suerte azarosa, es un concepto propio del mundo islámico [del sufí barakah] y que a lo que más se acerca es a estar tocado por una bendición, su traducción más exacta es “aliento de vida”; conceptualmente es el nexo de unión que el ser humano, que lo posee, tiene con la naturaleza y en especial con el Planeta Tierra, y que posibilita que esa persona dotada de ella desde la pequeñez, vulnerabilidad, miseria y fragilidad, propias de cualquiera, llegue a soportar lo inaguantable, encontrar respuesta a las más difíciles preguntas, solución a inaccesibles incógnitas o a construir las más espectaculares obras; lo que acredita que dentro de su ser habita la posibilidad de manufacturar una tremenda grandeza.

La esencia de la baraka pivota sobre la idea de que ya por sí solo es remedio el mero y simple hecho de empezar a ejecutar un poner remedio, y por ello la sonrisa no aparece al finalmente obtenerlo sino que está presente permanentemente durante el esfuerzo para conseguirlo; y así libera parcial o por completo de su losa al afligido, a mayores cuando este [el afligido], y no para dar ejemplo sino porque este séptimo sentido forma parte de su personalidad, es el titular de ella [la baraka].

No es fácil descubrir si estás dotado y en cuanta medida de este séptimo sentido pues hasta que no enfrentas y afrontas la experiencia de la lucha y el desesperado combate contra lo que hasta ahora ha sido y es imbatible, no se tiene la oportunidad de averiguarlo; si es sencillo saber sin género de duda si no se encuentra ni por asomo en tu dominio más personal, basta para ello no tener sincera y total conciencia de que: primero, ninguna cultura, y mucho menos de manera individual las partes que la integran, es plena y está completa; en segundo lugar, todas ellas pueden para mejorar y expandirse, alimentarse y nutrirse de las demás; en tercer lugar, que nadie vale para todo y por tanto al final nadie vale más que nadie; en cuarto lugar, que inevitablemente todos somos susceptibles de continua mejora; y en quin to lugar, que debemos, y es obligado, ubicarnos permanentemente en la senda del perfeccionamiento aunque nunca se alcance.

Cuando se posee la baraka no se precisa recurrir ni a oraciones ni a maldiciones, las dos caras de la moneda, a las que recurre quien no la tiene para aceptar la resignación o la turbación ante la vida. La baraka no te deja decir “mañana será otro día”, te impulsa a gritar “mañana será otra vida”.

La baraka da batalla para conseguir un poco de cada cosa y la suma de todas ellas. Y por encima de todo la baraka es lucidez. Para prepararse para soportar una ventisca de nieve nadie llama al teléfono de urgencias y pide la ayuda de un beduino, ni para gestionar la escasez o la ausencia de cubitos de hielo en un verano con cuarenta grados a la sombra a nadie se le ocurre llamar al teléfono de la esperanza para que le pasen con un esquimal.

Pues si alguien por un casual así lo hace —de todo hay y puede llegar a haber— y en cualquiera de estos dos casos le solucionan satisfactoriamente el problema, que no lo dude, se ha encontrado al otro lado de la línea con una persona dotada del todavía inexistente octavo sentido, el de fabricar milagros.

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Archivo Entreletras

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