diciembre de 2025

ALBRICIAS / Labora

¿El trabajo dignifica? Siempre he pensado que por sí solo como un fin, ni mucho menos lo consigue invariablemente; o por lo menos no más de lo que pueda en un momento dado llegar a hacerlo jugar, bailar u orar.

En cambio si se quiere verlo como un medio, una herramienta o un recurso considero que solo puede llegar a dignificar de alguna manera, aunque sin conseguir nunca que sea plena, si se hace de forma decorosa y plausible para la consecución de un propósito vital digno.

Si volviera a nacer siempre que fuera posible escoger si hay algo de lo que no tengo duda es del trabajo que no volvería a hacer, y es el que llevo desempeñando toda mi vida; y reconozco que descartarlo con tal rotundidad es sin ninguna duda una muestra de desagradecimiento por mi parte dado, más allá de posibilitarme un sustento, los muchos buenos momentos y satisfacciones que me ha proporcionado, lo mucho que me ha facilitado aprender y crecer, y lo que es mucho más importante: las entrañables y admirables personas que me ha permitido conocer. Pero no puedo evitar que ante tal imaginada nueva oportunidad se imponga mi imparable curiosidad y mis constantes ganas de experimentar cosas nuevas.

Es importante aclarar que no hablo del trabajo como tarea ni como resultado, hablo del trabajo como un concepto complejo y siempre sin terminar, como razón de ser y estar, como camino que te vincula a los demás, como vía para relacionarte con lo que te rodea y te aparta del vicio, no en el sentido moral ni ético de esta palabra, sino en su sentido jurídico: es decir en el sentido de defecto o falta que afecta la validez o subsistencia de un acto jurídico, resolución o procedimiento.

En muchas ocasiones observo a este respecto que en el campo de la economía por muchos se tienen invertido los términos y se incurre una vez más en la confusión, esa guía de desenvolvimiento tan habitual en nuestros tiempos, y así quien oferta trabajo son los trabajadores al ser quienes lo realizan y prestan, y los demandantes de trabajo son las empresas que pagan por obtenerlo. Y no a la inversa, ninguna empresa ofrece trabajo, las empresas ofrecen el producto o servicio que manufacturan al mercado, entre otros recursos con el trabajo que les ofrecen los operarios que han contratado.

Hay tantos tipos de trabajadores como los hay de jugadores, bailarines y orantes. Habrá alguno que no entenderá el porqué de la mención por segunda vez a estos últimos, la explicación es sencilla porque siempre me gustó mucho la palabra “laburo”, el término coloquial para referirse al «trabajo» en Argentina, y que cuando pienso en ella no puedo dejar de asociarla con la locución latina «Ora et labora» que tan bien resume la espiritualidad monástica benedictina, y cuyo rechazo y abandono supuso un punto de inflexión para la civilización, en ningún caso para peor.

La relación con el trabajo es personalísima, subjetiva e inalienable, depende de donde naces y donde vives, de si tienes un don y lo descubres de joven, de si no lo tienes o lo que es peor de si lo tienes y nunca se te revela, y sobre todo de los demonios y los ángeles que tu suerte te impone o te permite encontrar en tu no siempre pacífico transitar.

Y en esta particularísima relación con el trabajo recuerdo los siguientes trozos sacados de cuatro entrevistas de trabajo acontecidas en entornos muy diferentes:

La primera, realizada a un candidato que tenía empleo, que nunca dejó de tenerlo, y que se desarrolló en estos términos:

¿Te gusta tu trabajo?
Es mejor que lo que hacía antes. (Con voz de indiferencia)
¿Qué hacías antes?
Todos los días lo mismo.
¿Y ese mismo era?
Hacer siempre lo que quería.
Suena bien.
No sé. A mí continuamente estar ocupado con la misma rutina no me va mucho.

La segunda, en este caso el candidato tras haber trabajado, en ese momento contra su voluntad estaba desempleado:

En esta empresa somos justos, exigimos mucho pero pagamos bien.
¿Es más el mucho o es más el bien? (Con voz de cauta esperanza)
Obviamente, aquí primero se hace el mucho y luego se recibe el bien.
En tal caso no sé si les intereso, me desenvuelvo mal en el posible desequilibrio.

La tercera, el candidato era un joven que buscaba su primer trabajo:

¿Viene usted por el anuncio de trabajo?
Sí, señor. (Con voz de entusiasmo)
¿Tiene alguna duda sobre lo anunciado?
Solo una: ¿En esta empresa no se paga?
Por supuesto ¿Por quién nos toma? ¿Qué le hace pensar tal cosa?
Como en el anuncio solo se menciona las múltiples tareas, la ubicación del centro de trabajo, los horarios y los muchos requisitos exigidos a los candidatos…

La cuarta, en este caso el candidato era un inmigrante irregular de edad difícil de determinar:

Aquí pagamos el ochenta por ciento del salario mínimo interprofesional ¿Te va bien?
Me va. (Con voz de resignación)
No esperes nada mejor, esto es una empresa, aquí no somos una gran familia.
Tras lo visto de ti nada espero, ahora mi familia si acaso está donde me regalan una sonrisa.

A este respecto, da igual con cuál de las conversaciones en mayor o en menor medida te puedas identificar, ya todo desde hace mucho quedó muy claro para todos sin distinción en el origen: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres y al polvo volverás”. (Génesis 3:19. Antiguo Testamento).

Y lo mejor probablemente sin saberlo con tal condena al esfuerzo para comer, se nos ofreció la suerte de experimentar una serendipia, ese descubrimiento que puede llegar a ser bueno o valioso de manera accidental o casual en el momento de estar buscando una cosa diferente a lo sucedido. Porque reconozcámoslo: alguien puede sustraerse al especial orgullo que se siente cuando oye que un tercero con quien no se tiene un vínculo de particular y mutuo aprecio te dice: ¡Felicidades, buen trabajo! ¡Se nota que es usted un gran profesional!

Pues eso, si aceptas que te midan por tu utilidad es fantástico, primero cumple con la obligación y luego, si te queda tiempo, más vale que no descuides la devoción; y si no lo aceptas, peor para ti, al final todo se queda exactamente igual.

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Archivo Entreletras

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