mayo de 2025

LAS NEGRITAS DE ANTONIETA / Un hermoso gesto: un diplomático de altura

27 de marzo, 2020. El Papa Francisco en la ceremonia del Viernes Santo, en la gran explanada del Vaticano, bajo la lluvia y en radical soledad.

Con Francisco.

Como un relámpago sobre la memoria, viene al recuerdo aquella tarde de lluvia, en Roma.

Un viernes, 27 de marzo.

Corría el año 2020. Escribí en mi diario:

“Recordaré, cuando todo pase, esta tarde romana que me impresiona visual, estética y simbólicamente. Una fotografía que ya es Historia.

Creyentes, no creyentes, cualquier persona de sensibilidad, queda impactada ante esta escena extraña, telúrica, global, enviada a todo el planeta en días de doloroso luto, estamos en un cautiverio Siglo XXI.

Cae la tarde sobre Roma.

Contemplo la última luz de este atardecer romano. Un cielo azul Patinir despide el día, antes que llegue la oscura noche. Todo impresiona. Luz, cielo, la lluvia de una tormenta que rodea el escenario, el blanco ropaje de un poder sin par.

El gran coliseo sacro vacío. Aparece el Sumo Pontífice. Con más poder que nunca, este atardecer extraño. En soledad y, sin embargo, con más poder que nunca, se dirige al orbe. Insólito oxímoron que provoca el Estado de Sitio planetario.

Es la magnificencia sin pueblo. Es el Poder Santo sin fieles, sin estruendo, sin griterío. Y sin ellos, muestra más poderío que nunca.

Trump y Zelenski en el Vaticano durante el funeral del papa Francisco. AP

Su imagen en soledad impactó al mundo.

Todo el escenario del Imperio vacío. Una peste desconocida barre el gran foro, la gran escalinata, el gran Capitolio a la espalda. Y, sin embargo, Él está ahí, entre todas las naciones. A ellas les habla:

₋ Omnes gentes, omnes populi

A ellos se dirige con una inspiración y fuerza memorable:

₋ Todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos. Nos sorprendió́ una tormenta inesperada y furiosa. Frágiles y desorientados, con una única voz angustiada que grita: “perecemos”. Es la hora de la unión, es el momento de que todos seamos uno. 

Tiene más poder que nunca y está solo. Un tímido paje lo lleva bajo palio. La ceremonia ha terminado. Llueve sobre la soledad de un gran escenario pétreo.

Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, hoy, es el César Sacro. El orbe está pendiente de su palabra.”

Cinco años después

Cinco años después, el orbe ha estado pendiente de su sepelio, del entierro del Papa Francisco.

El eje del bien ha actuado como un extraordinario imán. Tirios y troyanos han acudido a San Pedro, han llenado como nunca la Basílica y sus alrededores.

En tiempos convulsos, en los que las aguas corren turbulentas y el caballo de la guerra está desbocado, hay un brillo, una atracción especial en este día, en que todos los poderosos de la tierra, acuden a la cita de Roma.

Apocalipsis Siglo XXI

28 de abril, 2025. El día más frágil para nosotros en la península ibérica. Nos hemos apagado. Ha sido un cero energético. Una crisis eléctrica, que añade una dosis inquietante, turbadora, a la incertidumbre radical de los últimos tiempos, como ha señalado dramáticamente la prensa.

Una sociedad que vive de un solo elemento, la electricidad. ¡Qué fragilidad!

Paseo por mi barrio, esa jornada. Hay un no sé qué en el aire, en la cordialidad de la gente que recuerda la gran catástrofe del covid. Es un sentimiento soterrado de nuestra vulnerabilidad.

Pasó el histórico suceso. Y se hizo la luz. Pareciera Génesis Siglo XXI.

La tierna humanidad rompió en aplausos y vítores.

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