abril de 2025

PASABA POR AQUÍ / Justicia-Coladero

Detalle de la tumba de Urraca López de Haro, cuarta abadesa de la Abadía de Cañas (La Rioja). Talla de Ruy Martínez de Bureba (1272)

Que la justicia en este país tiene más agujeros que un colador, es cosa que está en boca de mucha gente, no sé cuánto habrá de cierto, pero mis sospechas van también por eso del colador, entiéndase tamiz, filtro, cedazo, chino o manga de café.

No paran de verse sentencias que por defecto de forma, falta de pruebas o vaya usted a saber qué triquiñuela, subterfugio, despiste, lagunas en la legislación, prescripciones por tardanza inexplicable de los tribunales o lo que sea, terminan con condenas o absoluciones más que cuestionables.

Dicho esto, hay asuntos escandalosos que dividen esta sociedad de tirios y troyanos que ya está más que polarizada y empeñada en tirarse los trastos a la cabeza, como para que la ayuden decisiones controvertidas en origen, antes de que lleguen a los charlatanes de barra de bar que, dicho sea de paso, tienen tanto derecho a opinar por boca de ganso como los contertulios televisivos o radiofónicos que parecen saber de todo y saben poco más o menos que los que andan tomando su aperitivo.

Uno de esos asuntos escandalosos, a mi humilde modo de ver, se ha evidenciado en los últimos días, cuando pudo escucharse a toda una ministra de un gobierno afirmar que es una vergüenza «que se diga que la presunción de inocencia está por delante del testimonio de mujeres jóvenes, valientes, que deciden denunciar a los poderosos».

Ella sabrá por qué fue capaz de llegar a expresar semejante afirmación. Sin duda se le calentó la boca —cosa que ocurre con frecuencia en la política de estos tiempos que tira más de inmediatez que de reflexión—. Por eso tuvo que pedir perdón, acto seguido, por sus palabras.

Viñeta de Eugenio Rivera

Desconozco el fondo de la cuestión que llevó a un tribunal a condenar, en el caso de que hablamos, al exfutbolista Dani Alves, como desconozco por qué otro tribunal superior ha fallado lo contrario, aplicando al parecer el conocido in dubio pro reo. Supongo que aún llegará el tema a otro tribunal aún más alto y ya veremos en qué acaba tan escabroso asunto.  Pero más allá de este vaivén de sentencias, hay algunos ciudadanos que, hartos de tanto lío, nos atrevemos a expresar dudas que nadie ha terminado de aclararnos.

Dudamos de que el futbolista de marras no sea un abusador, violador o algo así, es decir un tipo que, imbuido de la prepotencia típica del famoseo, con alguna copa de más y en pleno furor machista, se pasó de la raya y cometió un delito deleznable. Que alguien ponga el «presunto» donde le dé la gana, pero que un tribunal lo vea así y otro tribunal lo vea diferente es lo que nos desconcierta a todos y nos hace sospechar lo que decíamos de la justicia-coladero.

Dudamos de cuándo y de qué manera la joven agredida pasó del «qué bien lo estamos pasando» al «este tipo es un indeseable y por aquí no paso», en su derecho estaba, absolutamente.  De lo que no dudamos es de que a la víctima no se la puede culpar. Eso pasaba antes, pero hoy no se nos ocurre ni pensarlo a las gentes de bien y el que siga buscando culpabilizar a las víctimas huele a canalla y a agresor reprimido que haría lo mismo si tuviese valor para ello. Mucho ojo con los reprimidos.

Tampoco dudamos de que el calentón de la ministra María Jesús Montero fue desafortunado y con un tinte del feminismo más exagerado. La presunción de inocencia no puede ponerse enfrente de lo manifestado personalmente por una mujer —o por un hombre o por quien sea—, por muy joven o valiente o rebelde contra los poderosos que sea. La presunción de inocencia, como la misma Montero expresó en su petición de disculpas, es un pilar del Estado de derecho y si no lo anteponemos a la opinión o declaración de cualquiera, el edificio de la justicia se va a tambalear mucho más de lo tambaleante que ya está.

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