abril de 2024 - VIII Año

Tres libros y un asalto

CRÓNICAS TRANSANDINAS

Últimamente me mantengo alejado de las noticias para tratar de entender la actualidad. Por el mismo motivo intento huir de las redes sociales, no es fácil, lo reconozco. La lectura se ha convertido en mi principal aliada. Los últimos tres libros, dos peruanos y uno español, han sido particularmente útiles en este intento. El peruano, Mañana las ratas de José B. Adolph anticipa un futuro que se desarrolla en 2034 y se escribe en 1977. El texto es una radiografía de sorprendente nitidez de la sociedad actual y su proyección resulta particularmente preocupante cuando se lee Así empieza todo. La guerra oculta del siglo XXI del español Esteban Hernández que tras una introducción histórica de aquellos barros analiza estos lodos en los que nadamos. Lodos virulentos. ¿Se podrá decir covidianos? Para ver como el virus interviene en la sociedad Marcel Velázquez investiga en la historia de las epidemias en Perú en su reciente Hijos de la peste.

Una cuarta lectura asaltó mi muro de Facebook, ya dije que no era fácil la huida total. Un asalto en toda regla, o al menos así fue entendido desde las trincheras del dinero de las bolsas de valores. Un grupo de jóvenes organizados desde una aplicación gratuita iniciaron una compra de acciones en respuesta a una de las tantas operaciones en corto que se producen en Wall Street. Ha sido, desde mi perspectiva, la noticia más importante de los últimos tiempos. Vale la pena hablar de ello.

Marcel Velázquez Castro se reparte sus estudios y doctorados entre las disciplinas de historia, derecho y literatura siendo Doctor en Literatura Latinoamericana por la Universidad Andina Simón Bolívar (Quito) y profesor en la actualidad en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la primera fundada en el continente americano. Esteban Hernández Jiménez es abogado y periodista y desde sus obras como escritor y analista viene desentrañando las “tortuosidades de la economía capitalista contemporánea y la batalla ideológica que opera dentro de la sociedad actual”. José B. Adolph llegó a Perú a los cinco años de edad tras la huida de su familia del régimen nazi. También periodista destacó en el género de cuento y novela hasta su muerte en 2008. Tomé las obras de estos tres autores como parte del proceso de documentación de lo que espero sea mi próximo libro que tratará del covid en Loreto. Además de las visitas y entrevistas que vengo realizando a la región desde el momento en que se pudo viajar a ella no dejo de buscar en las páginas de los más diversos autores ayuda para entender (y contar) estos tiempos excepcionales que nos tocan vivir.

No es una labor sencilla. El resumen de los últimos tiempos da indicio de que sea como sea habrá un mundo postcovid paradójicamente vacunado contra los grandes cambios. Se ha suspendido la celebración de las citas más sagradas, desde la semana santa o la peregrinación a la Meca, del fútbol a las olimpiadas. Se ha aceptado el seguimiento electrónico de cada ciudadano, la presencia del ejército en la calle en labores de control poblacional. Hemos asumido convencidos hablar por zoom y no abrazarnos ni en navidad. Y sin abrazos no hay revolución.

Mientras el virus aprende a adaptarse a su anfitrión para no matarle y continuar plácidamente su existencia, éste, nosotros, la hemos estado liando parda en algunos lugares importantes del mundo. El asalto al Congreso de EE.UU. debe de ser una de las imágenes más perturbadoras para los oráculos contemporáneos. El futuro se les aparece con pieles y cuernos de bisonte. Esa no deja de ser una foto anecdótica del momento. Si quisiéramos tener una imagen más panorámica estaría llena de ciclistas y motoristas con mochilas cúbicas, oficinas vacías y dormitorios llenos de teletrabajadores y la paulatina desaparición de monedas y billetes a cambio de monederos electrónicos.  La renta básica universal, que se ha normalizado de una forma u otra en diferentes países de la esfera occidental ha dejado de ser un postulado asistencialista o de izquierda. El virus ha facilitado la instalación a nivel mundial de reformas que habrían encontrado en el camino severas resistencias como las que encontró Uber en los taxistas o Google las leyes de protección intelectual.

Para tratar de dar perspectiva a todos estos sucesos hay que recurrir a pasado, presente y futuro. De ahí la elección de mis lecturas. El futuro que describe José B. Adolph es perturbador por su proximidad. Los países han dejado de existir, salvo el bloque Oriental que viene a ser China, y el mundo se rige por las decisiones de un directorio que reúne a las principales corporaciones mundiales. La historia se desarrolla en Lima donde llega Linda King, representante del directorio.

En las primeras páginas de Mañana las ratas nos sitúa:

“con la primera década del 2000 y la serie de levantamientos marxocatólicos que marcaron el cisma de la Iglesia llegó también la hora final de los gobiernos nacionales […] La creación del Directorio Supremo en los Estados Unidos influyó en nosotros. Primero, el Directorio como organismo asesor económico y social, luego como ente de presión que designaba los candidatos para el Ejecutivo y las cámaras. […] En la década del veinte, toda Sudamérica estaba regida por directorios nacionales que, en 2026, se unificaron e integraron en dos directorios regionales sudamericanos.”

Yo también escribo desde Lima. Aún no han desaparecido los países ni hay directorio ninguno al mando de la región. Todo lo contrario, los símbolos patrios, himno, bandera y honor a los héroes nacionales están presentes y activos y es de esperar que crezcan en entusiasmo al ser año de elecciones y celebración del bicentenario de la independencia. Lo que no hay es una compañía de aviación nacional que pueda ayudar a traer la tan deseada vacuna desde China, prácticamente todas las rutas nacionales son operadas por la chilena LATAM. El hombre más rico del Perú, Carlos Rodríguez Pastor, ha llevado al grupo empresarial más importante, Intercorp, a cotizar a la bolsa de Nueva York, y la principal fuente de divisas del país, la minería, se haya repartida entre multinacionales chinas y canadienses (entre otros) que se llevan a procesar el mineral a sus respectivos países. Tres ejemplos que quizás ayuden a entender porque un país que suma la crisis del covid a los vaivenes de los últimos treinta años pudiera dar titulares como el siguiente aparecido en Andina, el órgano oficial de Estado: “Dólar casi estable: moneda peruana con mayor fortaleza en la región ante pandemia”.  La verdad es que escribo de cosas que no entiendo, economía, geopolítica, grandes corporaciones…

Esteban Hernández viene a mi auxilio:

“Cuando gente poderosa se expresa en términos poco inteligibles, solemos creer que la falta de comprensión procede de nuestro desconocimiento, pero no es así: las finanzas son un mundo mucho más sencillo de lo que parece un vez que se han derribado los muros conceptuales que lo protegen.”

Y los muros políticos, añado. Recuerdo el bombardeo informativo en torno a la prima de riesgo tras la crisis de 2008 que comenzó con la caída de Lehman Brothers y la cantinela de políticos y expertos de que era muy complicado. Qué fácil era de entender en realidad, un saqueo en toda regla, por no hablar de la política y finanzas españolas durante los gobiernos populares a la luz de las últimas revelaciones de Luis Bárcenas. Aun así, la situación se muestra mucho más confusa por los nuevos protagonistas que hacen de los políticos sus empleados. Tan sólo un apunte para ilustrar este convencimiento: el valor de Amazon se estima en 1,34 billones de euros, superior al PIB de España en todo 2019 que fue de 1,24 billones. Hernández se eleva sobre los casos particulares de países y gobernantes e incorpora el virus al análisis:

“Así se ha llegado al 2020, el año de la pandemia, con una crisis que debía explotar en algún instante y que el coronavirus aceleró: todos estos años de dinero ficticio operando en una esfera virtual tenían que encontrarse con lo real en algún momento.

[…]

La gran confrontación que da forma a nuestro mundo, la que ha estado desarrollándose de forma larvada pero incesante, la que se ha articulado a través de las diferencias entre las ciudades globales y los territorios rurales, las guerras comerciales, el globalismo y el nacionalismo o los valores conservadores y los progresistas, puede sintetizarse en un nuevo tipo de enfrentamiento entre lo productivo y lo financiero.”

Entre medias, hay una realidad que ha sido alejada de las grandes decisiones financieras y políticas y que impone su vitalidad llena de un incesante intercambio de productos en mercados, mercaditos y esquinas y que hace que los gobiernos se sientan impotentes ante la resistencia de su desobediencia a quedarse en casa. Marcel Velázquez habla de ello en Hijos de la peste y explica cómo actúan autoridades y población:

“La epidemia del cólera en 1991 fue parte de una tormenta perfecta, porque ocurrió con una feroz crisis económica, una acelerada descomposición social y un conflicto armado interno en su fase violenta.

Entre el cólera y el covid 19, el Perú cierra un ciclo de casi tres décadas de hegemonía económica neoliberal […] con el aumento de la desigualdad, el autoempleo y una fractura tremenda entre el Estado y la sociedad. La clase política, que ha actuado entre la bacteria y el virus, ha sido una garrapata de corrupción, salvo contadas excepciones, como la del presidente no elegido, el cusqueño Paniagua.”

Si lo traducimos en cifras y resumimos muy mucho el resultado es un país, Perú, con más de un 70% de economía informal. La base más precaria de este 70% sabe que necesita sus diez soles diarios (en torno a 3 dólares) para pagar el cuarto y el plato de arroz con pollo y que ha de salir a la calle para conseguirlos. En la punta de la pirámide de la economía negra, por su parte, se sabe que los que van a seguir facilitando sus negocios no están en la Presidencia de la República ni el Consejo de Ministros, sino en despachos de direcciones ministeriales, regionales, municipales o mandos policiales o del ejército. La estabilidad de sus operaciones no se ve comprometida porque metan en la cárcel al presidente de la República o del Gabinete, antes bien cuanta más desestabilidad más fácil de participar en el juego político apoyando a uno u otro candidato. Este es el modelo derivado de una sociedad que ha perdido la confianza en lo político y social, algo que en España debería leerse con especial atención.

Ese 70% de la población son las ratas de la novela de Adolph, los habitantes de la ciudad que están al margen de las decisiones políticas que el directorio toma siguiendo fielmente las directrices de la computadora. No había  algoritmos como hoy los conocemos en 1977, cuando José B. escribió Mañana las ratas, pareciera que si hubiera viajes en el tiempo. La protagonista, Linda King, dice en un momento dado a Tony Treveris, el recién nombrado representante de su corporación en la región, al ver como reina la tranquilidad en las calles por las que se han visto obligados a caminar tras una cruenta revuelta:

“No sé, pero se me ocurre que tus famosas ratas, en estos años, pueden haber estado ocupadas en crearse un nuevo orden.”

Otro personaje, el Obispo Negro, líder de la facción revolucionaria más poderosa y que intuimos que sabe de lo que habla “una revolución sólo triunfa si se ofrece el paraíso, pero luego sólo se mantiene si se otorga el purgatorio” dice en un momento para justificar sus decisiones explica su análisis de la historia:

“En realidad, el capitalismo liberal, el de la oferta y la demanda, el de la libre competencia, enfermó profundamente a más tardar después de la Primera Guerra Mundial y aceleró su desaparición, salvo en discursos y en escritos, tras la segunda. Las fuerzas económicas y sociales que implementarían el gran cambio político en las primeras décadas de este siglo, ya estaban en pleno funcionamiento. Pero las clases que se creían dirigentes fueron tan ciegas como en su momento la nobleza feudal ante el nucleamiento y nuevo poder de la burguesía que la estaba minando e hizo estallar en 1792.”

Lo que no es ciencia ficción ni anticipación es lo que escribe Esteban Hernández:

“…el capitalismo financiarizado intenta debilitar o acabar con clases que le resultan molestas, como los burgueses industriales, el capitalismo nacional, los pequeños empresarios, los trabajadores en puestos estables, los parados que reciben prestaciones, y frente a ellos sitúa no sólo a las nuevas élites, sino al nuevo sujeto político revolucionario (Greta Thunberg entrelazando los brazos con un adolescentes feminista una trans de 10 años), esa mezcla de juventud, feminismo y ecologismo que combate y regaña a la gente común y cuya fuerza de choque son los colectivos antifascistas.”

Es decir, esos grandes fondos apátridas que rescatan empresas con medidas desastrosas para todos menos para el valor de la acción encuentran en novísimos movimientos su palanca de desestabilización. Lo grave, desde mi perspectiva, es que hoy sin un feminismo maduro y revolucionario, una conciencia ecológica que pase por informarnos y comprometernos, y un respeto hacia las decisiones privadas en lo sentimental o sexual no iremos muy lejos, ni como individuos ni como sociedad. El apoyo del capitalismo financiario busca tanto debilitar las bases de los estamentos sociales que impiden su crecimiento como extremar y ridiculizar movimientos que cuando se vuelvan contra ellos ya tengan inoculado en su interior los elementos necesarios para su desactivación.

Frente a estas fuerzas que parecen de villanos de película y cuentan con la posibilidad de emplear las potentes herramientas de inteligencia artificial y big data parece no haber una oposición ni organizada ni efectiva y que el modelo de sociedad hacia el que nos encaminamos es el que describe Marcel Velázquez:

“En tiempos de miedo, entregamos libertad y derechos por orden y control, pero en países como Perú terminamos reforzando el poder de un Estado clasista que está convencido de que hay que pegarle duro al otro, al débil, al marrón, al pobre, al vendedor ambulante y montar adicionalmente un espectáculo con ello.”

¿Cómo convertir el dolor ajeno en propio? se pregunta el autor de Hijos de la peste, en un país, Perú, con muy bajos niveles de confianza interpersonal. ¿Cómo dirigir la sociedad en su conjunto, independientemente de que país hablemos, hacia actitudes y comportamientos más empáticos? Un buen principio es pensar que esos nuevos aspirantes a amos del mundo no son invencibles. Y aquí viene el asalto.

No soy yo el que define como asalto lo que pasó en la bolsa de Nueva York, sino el diario El País que no dudó en un segundo titular en usar el término “guerrilla”. Para mí ha sido pura poesía. Trato de explicarlo. Un grupo de usuarios de Reddit, una aplicación gratuita que permite organizarse como colectivo para cualquier fin, compró acciones de GameStop, una cadena de tiendas de videojuegos condenada a servir ya sólo de carnada a los tiburones financieros para jugar al corto plazo. El juego es sencillo, se alquilan acciones de un valor cuya cotización tiende a la baja, se vende y se espera a que el valor baje para que al comprar nuevamente las acciones y devolverlas la diferencia entre el precio de la venta y el de la compra se convierte en su beneficio. El short selling es una práctica tan miserable que en muchos parqués bursátiles está prohibida, pero no en Wall Street, y ahí sucedió lo inesperado. GameStop empezó a subir y subir, eso significaba que los grandes fondos de cobertura que esperaban hacer una ganancia rápida y “limpia” en una operación acostumbrados a manejar estaban a punto de quebrar por una panda de jovenzuelos organizados e través de una aplicación gratuita. A Goliat le llego la primera pedrada y le ha dolido. Wall Street manejó sus recursos para saltarse sus propias normas y evitar el desastre. Pero algo se ha aprendido, algo que se sabe de siempre. El nuevo campo de juego, la bolsa, no es más que un gran casino en el que se pueden contar las cartas. Y hay gente que lo sabe hacer y lo han hecho sin que ningún radar detectara ni su existencia ni sus movimientos. No será fácil volver a hacerlo, ya tomarán sus medidas, pero la lección que queda es que no hay sistema perfecto. Ojalá.

No quiero estropear el final de Mañana las ratas a ninguno de sus fututos lectores, al contrario, les dejo esta nueva prueba de que José B. Adolph se dio un paseo por su futuro, nuestro presente. Los dos protagonistas logran llegar al norte, las elites viven en satélites en el espacio y el gobierno de la tierra hace tiempo que ha sido confiado a las computadoras. Jeff Bezos dejó su cargo como presidente ejecutivo de Amazon tras posicionarse como la primera fortuna personal del planeta y anunciar que su interés ahora se basa en la exploración espacial y la filantropía. Lo último es de la noticias, perdón. Por eso me parecen tan importantes y recomendables las lecturas de Marcel Velázquez y Esteban Hernández, para que mientras los que se creen grandes estadistas huyen a las estrellas aprendamos de la historia a leer el presente.

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