marzo de 2024 - VIII Año

Un país que se crece en la dificultad

Imagen rtve

El barómetro del mes de marzo del CIS incluye un dato que dice mucho acerca de los valores predominantes en la sociedad española: el 97,4% de la ciudadanía está muy o bastante de acuerdo con enviar la ayuda posible a la población ucrania. Se trata del mayor porcentaje de apoyo registrado a este respecto en el conjunto de los países europeos.

En un contexto de temor fundado por las consecuencias de la guerra de Putin, y cuando arrecian ya entre nosotros los primeros inconvenientes graves en forma de inflación y desabastecimiento, la sociedad española vuelve a dar una lección de principios solidarios.

La prensa europea se hace eco en estos días también de la gran cantidad de iniciativas institucionales y espontáneas que se han producido en España para hacer llegar auxilio a quienes sufren, y para recoger y dar cobijo en casa a quienes escapan de la barbarie desatada por el autócrata ruso.

Desde el Gobierno de la nación a los gobiernos autonómicos, las diputaciones provinciales e infinidad de ayuntamientos. Desde la ONG más experimentada hasta el taxista conmovido ante el televisor, que coge su vehículo y hace miles de kilómetros para ofrecer su propia casa, su patrimonio, y su familia, para aliviar el dolor del prójimo.

Pero es que esta misma lección de entereza, responsabilidad y buenos sentimientos ha venido dándose por parte de la sociedad española durante los últimos años de crisis sucesivas y diversas.

Los españoles reaccionaron al encierro pandémico con una capacidad de sacrificio absolutamente encomiable. De un día para otro, las autoridades establecieron la alarma, la población se confinó en sus casas y las calles quedaron desiertas.

Después fue también esta sociedad española la que ofreció una lección de pundonor y eficacia encabezando mes tras mes las clasificaciones europeas en cuanto al ritmo de vacunación. Aquí los negacionistas de las vacunas eran minoría absoluta.

Y los aplausos de las ocho de la tarde a los sanitarios eran homenaje sincero y merecido para unos profesionales abnegados que salvaron millones vidas.

Y cuando llegó la hora de trabajar duro a fin de recuperar la economía y el empleo, los españoles nuevamente fuimos los primeros de Europa en cumplir las condiciones para merecer los fondos millonarios de reconstrucción. Y fuimos los primeros en recibirlos.

Y la reciente celebración de la Conferencia de Presidentes en la isla de La Palma no es sino el reflejo de toda una sociedad española volcada en la ayuda a los palmeros y las palmeras, desde el primer día de la erupción de su volcán. Todavía se hacen bromas sobre la sensación de que el consejo de ministros se había trasladado al Atlántico.

Frente a quienes pudieran valorar esta actitud como algo puramente coyuntural y asociado a la voluntad de superar la catástrofe, cabe ampliar el foco.

Porque la sociedad española también es referente internacional desde hace tiempo en la movilización feminista y en el compromiso social e institucional contra la violencia ejercida sobre las mujeres.

Y cuando cualquier parlamento del mundo busca precedentes de legislación avanzada en materia de derechos civiles y lucha contra las discriminaciones, se mira hacia España: sea la ley de igualdad, sea la ley del matrimonio homosexual o sea el derecho de eutanasia.

No hay año en el que España no encabece las clasificaciones de países donantes de órganos. Y no hay otro país que disponga de una organización con la fortaleza de la ONCE en la atención a las personas con discapacidad. Sencillamente no hay parangón.

Se pondrían poner infinidad de ejemplos más.

Hay quienes se empeñan en subrayar tan solo las dificultades. Y quienes aprovechan las dificultades para alimentar la leyenda negra de la España retrasada y cainita. Y quienes intentan sacar provecho político de esas dificultades. Y quienes se niegan a arrimar el hombro que arrima la mayoría.

Cada día lo tienen más complicado. Porque cada día más españoles y más españolas sienten orgullo de país. Y eso les da esperanza para superar dificultad tras dificultad, crisis tras crisis.

Esta que ahora nos preocupa también la superaremos.

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