mayo de 2024 - VIII Año

‘Textos escogidos’ de Confucio

Textos escogidos
Confucio
Alianza, Madrid, 2021

Escoger, aquí, equivale a cosecha segura de producto sazonado y nutritivo. Es decir, a sabiendas de que todo período histórico –toda generación- ha tenido su tiempo de tribulación, dado que cambio significa, esencialmente, eso, no parece exagerado considerar que en los tiempos actuales no solo vibra –emocional, política, socialmente- el conjunto, sino aún las partes del conjunto. Y no está alejado de ello la razón de que la llamada realidad virtual y las nuevas técnicas han contribuido muy decididamente al desequilibrio.

Pues bien, en ese sentido es cuando un libro como este tiene cabida necesaria como medio de sosiego, de aprendizaje, de contención. Confucio, por otra parte, no escribió en su día (571-479 a.C.) estas máximas sino como libro de conocimiento, como método de convivencia y respeto. Y desde su China natal hasta aquí su vigencia sigue intacta. Es un libro moral que propende a cultivar la armonía interior del individuo, del ciudadano: “Aunque hoy día se dice que ser un buen hijo consiste en ocuparse de alimentar a los padres, yo digo que no, que eso lo hacen ya los perros y los caballos. Lo importante es respetarlos. Si no hay respeto, ¿en qué nos diferenciamos de los caballos?”

Hay teóricos sociales que advierten, incluso, algo así como un renacer del cultivo del instinto como norma de conducta: sexo, virtualidades más o menos reales, satisfacción de lo inmediato anulando el código interior de una idea de moral, de justicia; es como si se fuese imponiendo la conducta de los mercaderes en detrimento de la conducta de los principios de la transmisión del pensamiento constructivo; es como si la añagaza o el engaño hubieran de sustituir –velada, progresivamente- los valores de la comunicación racional, de la democracia en su sentido amplio y generoso. Ahora bien, “aquel que sea íntegro jamás estará solo, siempre tendrá amigos”

Toda voluntad de educación chocará siempre con una cierta reticencia instintiva –generalmente- por parte del educando. Y el caso es que, creo, es bueno cultivar el sentido de libertad, si bien no por ello discutir sin más, hablar por hablar como puro ejercicio oral. Al tiempo, en la propia realidad real, cotidiana, nunca se debe eludir la postura elogiable de algunos, que sí existe también hoy en día, lo que recuerda la actualidad del pensamiento del maestro: “su discípulo Qidiao Kai quiso que ocupara un cargo de poder, pero el discípulo le contestó, ‘aún no estoy seguro de poder hacerlo bien’ Y el Maestro quedó complacido con la respuesta”

Algunos de nuestros ancestros pensaron la realidad como un ejercicio de equilibrio ético, lo que no mermaba su libertad. Los libros lo acreditan, pero ellos no hacen por sí la realidad, es el hombre quien ha de poner en práctica las enseñanzas.

Solo queda, si acaso, que si, en efecto, una realidad –de la naturaleza que fuere- existe, no la neguemos. Ateniéndonos a ella, examinémosla, pensemos con sentido de armonía: “¿Es correcto responder a las ofensas con la integridad?, le preguntaron. Si lo fuera, ¿cómo responderíais a quien sí sea íntegro con vos? A las ofensas se contesta con la rectitud, a la integridad con la  integridad?”

La realidad, así, no se deforma; será, sencillamente, distinta (y nos hará más libres).

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