mayo de 2025

En homenaje a Glenn Ford, en el ciento nueve aniversario de su nacimiento

Volver a ver una película inolvidable, una de esas historias que por clásicas nos deja huella, me refiero a Gilda, aquella historia de una mujer que rompía los corazones de los hombres, donde una bellísima Rita Hayworth se quitaba un guante y nos dejaba a todos el sabor de hallarnos ante una mujer imposible, muy lejos de las mujeres que nos tocaría conocer, mucho más mundanas, menos diosas, menos interesantes. Pero tampoco hay que olvidar a ese gran actor, de rostro aniñado que trabajó con ella, fue su amigo durante muchos años y cuando vino al Festival de San Sebastián, como nos contó muy bien Diego Galán en su libro Jack Lemmon nunca cenó aquí, lloraba por la pérdida de su gran amiga, por la muerte de Rita, me refiero a Glenn Ford.

Nació el 1 de mayo de 1916; desde joven se orientó por el cine, porque tenía un cierto aire de galán, quizá algo blando para ser un héroe en el western (hizo gran cantidad de ellos, entre los muy recordados, Cimarrón), pero también ese aire de hombre que no era demasiado emotivo, sin ser muy expresivo, ideal para papeles de cine negro, como demostró en Deseos humanos, con Gloria Grahame, en ese papel extraordinario del maquinista que ve su vida complicada por el encuentro con la mujer fatal que interpreta la Grahame.

Ford fue un estupendo actor, sin la altura de Gregory Peck o James Stewart, sin la hondura interpretativa del gran Brando o de Newman, pero siempre convincente, siempre elegante, con una sonrisa que cautivó a María Schell en Cimarrón, aquella dulce actriz de mirada azul como el mar.

Muchas películas, de diferentes géneros, de guerra, del oeste, de cine negro, siempre bien parecido y buen actor, notable en sus papeles, que le hacían ideal como el perfecto marido, el hombre bueno que busca salvar a los inocentes, tantos papeles que han quedado en nuestra memoria, incluso el del padre terrenal de Superman, merece la pena recordar.

La hoy inadmisible bofetada de ‘Gilda’.

De Ford destacaría La batalla de Midway, como un hombre del ejército, que nos deja impresionados por su talante y personalidad, pero no olvido su gran estilo interpretativo en comedias como Un gánster para un milagro o el excelente papel en Los cuatro jinetes del Apocalipsis, donde demuestra su solvente trabajo y su gran personalidad, como demostró en La casa de té de la luna de agosto, junto a un irreconocible Marlon Brando, haciendo de japonés.

Siempre me gustó Ford, en este año que se cumplen cien años de su nacimiento, quizá por su naturalidad, por no ser excesivo, pero sí convincente, por parecer un hombre corriente, pero con personalidad, por ser como todos, pero ser siempre él mismo, algo parecido me ocurre con Lemmon, más cómico, claro, que siempre me ha parecido entrañable, alguien a quien me gustaría conocer o que me gustaría ser.

En Los sobornados está excelente, dando a entender que el género policíaco y de cine negro (más que el western, en mi opinión) era donde daba mejor la talla, porque tenía un aire tranquilo, de hombre afable, que lucha contra el mal, sin perder nunca la compostura. Gran actor, de los que merece la pena recordar en estos tiempos tan poco habituados a actores que sin ser divos, pueden ser algo mejor, verdaderos, creíbles, personas que nos hubiese gustado ser o conocer.

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Archivo Entreletras

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