junio de 2025

‘Ecos de la Era del Jazz y otros ensayos’, de Francis Scott Fitzgerald

Ecos de la Era del Jazz y otros ensayos
Francis Scott Fitzgerald
Cátedra, Letras Universales, 2024
Edición de Juan Ignacio Guijarro González
472 págs.

Retrato de un escritor, de su época y un baluarte de la modernidad

Ecos de la Era del Jazz y otros ensayos recopila los veintidós mejores ensayos de nuestro admirado escritor Francis Scott Fitzgerald —no sé vosotros, pero a mí me conquistó con su novela El gran Gatsby—. Su ordenación cronológica, según la fecha de composición, permite apreciar mejor el cambio radical que experimentó su obra y su persona en 20 años (1920 a 1940): de un estilo desenfadado, ligero e irónico a un tono más grave, pesimista y melancólico en los años 30. Curiosamente, una vida paralela a la historia de su país.

Nos encontramos ante la primera edición crítica publicada en España. Cuatro de estos ensayos se traducen al español por primera vez —el traductor es el escritor y crítico literario José de María Romero Barea—. Fitzgerald no pudo ver cumplido en vida el deseo de recoger en un volumen su obra ensayística y hasta el día de hoy no hay una monografía que analice estos textos, ni siquiera en inglés, Juan Ignacio Guijarro González —profesor del Departamento de inglés de la Universidad de Sevilla y editor del volumen, también autor del profundo, detallado y exhaustivo análisis de la introducción y de las notas a pie de páginas— es un pionero en el terreno. En este prólogo despliega un amplio conocimiento de todos los detalles y pormenores, tanto del escritor como del país de la época: biografía, trayectoria literaria, referencias literarias, cartas, compañeros de generación y su relación con ellos, música, costumbres, restaurantes, clubes de jazz. Además, nos aporta las claves para una mejor comprensión de los textos y salva la distancia que provoca la lectura de toda obra, y más si pertenece a los años 20, tal como destacó la Teoría de la Recepción y uno de sus representantes, Hans Robert Jauss. Este filólogo alemán en su conferencia “La literatura como provocación” (en 1967) manifiesta que las obras literarias no pueden tener un único significado y cada momento histórico hará de ellas una nueva lectura, considerando por ello preciso estudiar la recepción de los textos a lo largo del tiempo. A este respecto, el profesor Juan Ignacio hace referencia a la acogida de las obras de Fitzgerald; mi novela preferida, por ejemplo, no tuvo la aceptación que el escritor esperaba y, sin embargo, es considerado hoy uno de los mejores escritores estadounidenses del siglo XX, cuando murió en el olvido; tal vez debido en parte a que su escritura está imbuida de modernidad y resulta sumamente actual. Lees sus novelas y ensayos y, a excepción de hechos precisos y anecdóticos propios de la época, tratan temas del presente, con un estilo que también es contemporáneo, y cautivador, convirtiéndose en lo que llamamos un clásico.

Ecos de la era del Jazz y otros ensayos se inicia con la publicación de una interesante entrevista, inventada por el propio escritor y falsa, en la que expone Fitzgerald algunas ideas sobre la escritura: “Mi objetivo es y será siempre resultar interesante a mi generación. Un escritor que se aprecie, en mi opinión, debe escribir para la juventud de su época, para la crítica de la siguiente y para la inteligencia de todas las épocas. Debe intentar mejorar lo que imita en cuestiones de estilo”, me parece toda una perla. Y no podemos tildarle de falta de honestidad cuando más adelante declara: “…me considero un ratero reincidente en cuestiones literarias, un redomado ladrón, un apasionado saqueador de los mejores métodos de los escritores de mi generación”.

Reflexiona sobre el paso del tiempo en Lo que pienso y siento a los veinticinco. Admite su temor a envejecer y piensa que conforme uno va sumando años, más vulnerable se vuelve. En cuanto a la madurez, considera que no la aporta los años, sino tener familia, la responsabilidad.

En La imaginación…y unas cuantas madres parece estar a favor del nuevo tipo de mujer que va siguiendo, la mujer flapper de los años veinte, y apuesta por la maternidad moderna de quien lleva una vida independiente y no se limita a cuidar exclusivamente de los hijos.

Llama la atención la constante preocupación de Fitzgerald por el dinero, acosado siempre por deudas, sin capacidad para ahorrar por mucho que ganara, circunstancia que se trasluce en varios artículos. En Cómo sobrevivir con 36 000 dólares al año se le ocurre, como única solución para sus problemas económicos, encerrarse a escribir relatos. Llega a trabajar doce horas al día durante cinco semanas para saldar todo lo debido. Cómo sobrevivir con casi nada al año narra sus peripecias y vivencias familiares en Francia (país en el que vivió de 1924 a 1926) y al que se mudaron para poder ahorrar. Pero si hay un país que sale bien a caldo es Italia en El alto coste de los macarrones, prácticamente, una continua denuncia de la estafa constante de la que era víctima. Estos artículos recuerdan las desenfadadas comedias de Cary Grant.

Refleja los rasgos de su generación y tiempo en artículos como Princeton, en él rememora los años de Universidad interrumpidos por la Primera Guerra Mundial. No llegó a terminar los estudios y arrastró por esta causa cierto complejo de inferioridad. En Ecos de la era de Jazz, publicado en 1931, testimonia con melancolía esa época loca y explosiva. Al parecer, la expresión fue creación suya: “La era del Jazz”, un período que abarca de 1919 a 1929. Se hizo portavoz de una nueva generación, nacida tras la Primera Guerra Mundial con el afán de romper con las convenciones decimonónicas. “Aquella fue una era de milagros, una de artistas, una de excesos, una de sátiras” y resalta la efervescencia creativa, los aires de libertad, también los de violencia, la euforia hedonista y consumista. “Nunca volveremos a sentir con tanta intensidad lo que nos rodea”.

En 1931 fallece su padre de un ataque al corazón. Él vivía en Francia y regresó para su entierro. A partir de 1920 no tuvo mucho contacto con sus padres, sin embargo, escribió “La muerte de mi padre”, publicado póstumamente. Nos aclara Juan Ignacio que pasajes de este artículo los usó para su novela Suave es la noche.

Cualquier escritor puede identificarse con Cien comienzos en falso, publicado en 1933. En él confiesa su bloqueo creativo, a la vez que reflexiona sobre la escritura, constituye otra joya metaliteraria. Afirma que todos los escritores se repiten, siempre cuentan las mismas historias: dos o tres situaciones extraordinarias e intensas. “Y me da lo mismo escribir sobre algo que pasó ayer o hace veinte años, tengo que partir de un sentimiento que pueda experimentar en profundidad y que, por añadidura, sea capaz de comprender”.

En Dormirse y despertar nos desvela sus problemas de insomnio. En el prólogo leeremos que estaba acosado por graves circunstancias y problemas: las crisis nerviosas de su mujer, sus problemas con el alcohol y problemas de salud (tuberculosis), los rechazos de textos por las editoriales.

Sorprende en 1936 con la trilogía El derrumbe, Al restaurar las piezas y Manipular con cuidado, en la que revela una crisis personal.  Da un giro el tono de sus textos —de liviano e irónico a grave, pesimista, desencantado—, y asombra que sufriendo una depresión, según podemos deducir, los escribiera con tan buen estilo y rica prosa. Se inicia El derrumbe con esta frase: “La vida entera es un proceso de demolición”, y cuenta la historia de su desmoronamiento.  A pesar de todo, no pierde la ironía cuando en Al restaurar las piezas escribe: “…me vi forzado a adoptar ese remedio al que nadie acude por propia voluntad: me vi obligado a pensar. ¡Y vaya si fue duro!”.

Esta trilogía causó una gran expectación, aunque recibió varias críticas de escritores contemporáneos y cercanos a él, el propio Hemingway lo humilló en su relato Las nieves del Kilimanjaro, según nos explica el editor.

“Porque la ficción es un truco de la mente y el corazón, ¿sabe?, un compuesto de tantas y tan distintas emociones como las que un mago es capaz de manipular para ejecutar un buen pase de manos…”, comenta en Casa del autor, publicado en 1936.

En Éxito temprano, publicado en 1937 —uno de los años más improductivos—, rememora sus apoteósicos inicios con esa tendencia a la nostalgia que le caracteriza.

Su último ensayo será Mi generación y no verá la luz hasta 1968. Entraña una mirada a su época y generación, menciona a los personajes ilustres, ensalzando igualmente su generación literaria: los años del modernismo y de la mítica “Generación Perdida”; destaca a los novelistas Thomas Wolfe, Hemingway, Dos Passos, Wilder y Faulkner. Lo redacta un tanto indignado, en contestación a un artículo anterior publicado por su hija.

Subraya el profesor Guijarro el carácter autobiográfico de sus artículos y la capacidad de recrear la atmósfera de su época. La lectura de estos ensayos nos acercará mucho más a este brillante autor, tanto por lo que dice, como por lo que oculta, pero que descubriremos en el magnífico análisis previo a los ensayos. Y sobre todo, apreciaremos el estilo y la prosa de Fitzgerald, su inteligencia y lucidez en las reflexiones y el agudo testimonio de aquellos años; disfrutaremos de su fina ironía y buena literatura, por la que parece no pasar el tiempo.

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