Los que amamos la tormenta
María de los Ángeles García Carranza
Ediciones En Huida, 2025
EL AMOR POR LA VIDA DE MARÍA DE LOS ÁNGELES GARCÍA CARRANZA EN LOS QUE AMAMOS LA TORMENTA
Publicado en la Editorial En Huida de Sevilla, llega Los que amamos la tormenta de la poeta extremeña María de los Ángeles García Carranza. Un libro hermoso que destila luminosidad en sus versos. En el prólogo Javier Pérez Ayala nos dice:
“Los temas tratados en estas páginas no son un sentimiento plácido, sino una fuerza telúrica que sacude los cimientos de la existencia”.
El libro está dividido en varias partes, en la primera titulada “Con el ímpetu instintivo de los lobos”, cito el poema “La memoria inclinada”, un canto de amor al tiempo, que trae recuerdos, evocaciones, un mundo de sensaciones que vuelven:
“La memoria, inclinada y variable, / descorre el velo de los recuerdos / y abre paso a las palabras / que acariciaron mi rostro, / a los amaneceres que supieron / poner la vida al galope”.
En esta sección llamará cadáveres a los seres que son recuerdo, porque dejamos en la senda del tiempo seres que yacen yertos en el paisaje otoñal. Es una constante en el libro: la mención al otoño y al invierno, como si todo se transformara en pasado y la personificación de la Naturaleza en los seres amados:
“Pareces un bosque que acogiera / el olor de todos los dioses de la lluvia…”
En el segundo apartado titulado “Y llegó sin ruido el destierro del amor”, María de los Ángeles vuelve a unir al ser humano, el amor que ha sentido, con la Naturaleza, en ese afán de convertirnos en seres eternos, como los árboles milenarios. Hay en todo el libro un deseo de resistir la conciencia de la caducidad humana, un afán de hacer del hombre y la mujer eternidad. El poema se llama “Tierra” y dice:
“Recuerdo tu cuerpo / como una tierra sin nombre / en medio de un bosque milenario, / rebosante de siglos y frutos inacabables, / de minerales y parras volcánicas”.
Y es, precisamente, el paisaje lo que hace del libro luminosidad, lo que ofrece la belleza al lector. Y un elemento esencial es la tormenta, que da título al libro. En este recorrido por el amor ido, por la existencia que ya pasado, pero que ha dejado briznas en nosotros, la tormenta nos lleva al culmen de la Naturaleza, que nos muestra el milagro de la vida.
En “Los que amamos la tormenta”, del apartado “No hay cielo que merezca tu plegaria”, la poeta reivindica la palabra, porque en el poema hay una declaración de amor a la vida. La poesía se convierte entonces en simbiosis de lo eterno, se transmuta en la Naturaleza que tanto ama la poeta:
“Amamos la seducción de un poema / que ha sabido matarnos de belleza / y nos recuerda las veces / que hemos muerto de amor por la poesía”.
Y otro tema esencial es la muerte que se hila al amor, eslabón que ha de convertir el libro en un canto a la vida. La conciencia del morir nos hace amar más intensamente lo que nos rodea y en la poeta extremeña el paisaje es luz, como nos recordaba el amor a la tierra del Don de la ebriedad de Claudio Rodríguez, poeta zamorano que canta la belleza del mundo.
Concluyo con “Tanta muerte” que pertenece al apartado “Los suaves cálices cerrados de las uvas”:
“Tanta muerte en los párpados, / en los pasos deshechos al recorrer / las ciudades que no nos aman, / ni ofrecen cobijo para guarecernos / del perpetuo sigilo de la muerte”.
El libro es un canto de amor, sabemos que hemos de morir, pero eso no nos priva de amar el mundo, de gozarlo, de mimetizarnos con la Naturaleza hasta ser parte de ella.
Libro que leemos envueltos en el hechizo del paisaje, como una noche de tormenta. Una gran poeta extremeña que nos hace mirar al mundo de otra manera.