octubre de 2025

PALOMITAS DE MAÍZ / La poesía de Lorca encuentra su ajuste perfecto en ‘Poeta (perdido) en Nueva York’  

¡Mis queridos palomiteros!

Poeta (perdido) en Nueva York no es un monólogo cualquiera, sino una inmersión completa en el universo de Federico García Lorca. Desde el primer instante, esta producción de El Aedo nos transporta a una metrópolis que se siente viva y hostil a la vez. El escenario, que presenta al centro de su espacio una plataforma circular y giratoria, va más allá de un simple suelo; se convierte en un personaje más, un lugar bien definido en constante movimiento que refleja el desasosiego y la fascinación del poeta. Este dinamismo físico, combinado con una cuidada iluminación y proyecciones, hace que la ciudad no sea solo un fondo, sino una presencia que envuelve al espectador.

Por su lado, el espectáculo traza un recorrido por la experiencia de Lorca en Nueva York, desde su deslumbramiento inicial hasta su progresivo acercamiento a un lado oscuro y brutal de la ciudad. En este sentido, la obra explora su profunda soledad, el choque cultural y su crítica a una sociedad deshumanizada y materialista. A través de sus poemas y cartas, el poeta nos guía por una gran ciudad que, a pesar de su vitalidad, describe con elegancia los profundos sin sabores de su dolor y, a veces,  atmósfera asfixiante.

En cuanto al exigente trabajo de interpretación del joven actor andaluz Jesús Torres, autor del libreto y director de la función, supone una transformación total. No dice los versos de Lorca, respiran por su piel. Además, con sutileza y sin prisas consigue uno de los retos que siempre tiene un actor, que consiste en pasar de la voz del poeta a la de otros personajes, sin pausa —vestuario incluido—, con un resultado más que eficaz. Todas ellas están bien definidas y caracterizadas. Un proceso de transformación muy considerable desde el punto de vista actoral.

Este hábil manejo de las tonalidades —que no interrumpe el ritmo de la propuesta, a cuentas también de una más que conseguida arquitectura dramática— es lo que mantiene al público completamente cautivado durante los 90 minutos de la función, evitando la monotonía y enriqueciendo la historia. De esta manera, la obra no solo nos acerca a la melancolía del poeta, sino que también revela su complejidad. Por no hablar, claro está, de que cada elemento de la puesta en escena parece estar en perfecta sintonía.

La música de Alberto Granados introduce melodías de jazz que dictan el pulso de la pieza, mezclándose con silencios que intensifican la tensión. La iluminación de Jesús Díaz Cortés no solo ilumina, sino que esculpe el espacio para subrayar el estado emocional del personaje. Por su parte, la videoescena de Leonardo Lapeña se integra sin ser intrusiva, proporcionando una cronología visual que sitúa la acción en su contexto y no olvida los sucesos trágicos vividos en Nueva York en esa época. Todos estos elementos trabajan juntos, dando cuerpo y forma a la palabra poética en el escenario de la Sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez, donde se representa hasta el 19 de octubre.

La estructura del espectáculo, organizada en 15 postales, le confiere un ritmo ágil que impulsa la narración. A pesar de la melancolía que impregna los textos, el trabajo se expresa con alegría y optimismo. El vestuario, sobrio y funcional, permite a Torres moverse cómodamente entre los diferentes registros del personaje sin distracciones, sirviendo a la narración en lugar de ser un simple adorno.

Para los que queráis profundizar en el universo del poeta, el libreto de la obra, construido a partir de las cartas y textos que Lorca escribió durante su estancia en la ciudad, ofrece un retrato íntimo y profundo de su experiencia. Si podéis haceros con él, muchísimo mejor.

Por lo demás, Poeta (perdido) en Nueva York es una de esas escasas y maravillosas joyitas del teatro español que emociona, de gran ingenio en su planteamiento general, que te hace reflexionar y que te hace ver que el teatro vibra y que cada vez está más vivo, casi en permanente ebullición. Muy, muy recomendable.

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Archivo Entreletras

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